El tiempo de Pedro Sánchez
Es el presidente, y no los independentistas catalanes, quien debe marcar el perímetro del debate para su investidura
El fracaso de Alberto Núñez Feijóo en su proceso de investidura a la presidencia del Gobierno abre la posibilidad de que el Congreso dé su confianza al actual presidente en funciones, Pedro Sánchez. Reclamar que la próxima sesión sea...
El fracaso de Alberto Núñez Feijóo en su proceso de investidura a la presidencia del Gobierno abre la posibilidad de que el Congreso dé su confianza al actual presidente en funciones, Pedro Sánchez. Reclamar que la próxima sesión sea más útil a los ciudadanos y menos bronca puede parecer una ingenuidad, pero es una obligación dado el nivel de enfrentamiento que ha dominado los debates esta semana. No conviene perder de vista que la polarización que emana de la vida parlamentaria es el caldo de cultivo que nutre manifestaciones intolerables como la del ya dimitido concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, Daniel Viondi, tocando tres veces la cara del alcalde, José Luis Martínez-Almeida; el gesto corrosivo de la presidenta de las Cortes de Aragón, Marta Fernández, de Vox, negándole el saludo a la ministra Irene Montero, o la irresponsable decisión del PP de cargar contra el diputado socialista Óscar Puente tras ser increpado en un tren por un individuo que acumula casos de hostigamiento.
La sesión de investidura de Feijóo ha servido para despejar las dudas sobre sus apoyos parlamentarios mientras tenga a Vox de socio. También adelanta el tono con el que cabe esperar que responda a la hipotética candidatura de Sánchez. El deliberado abandono de las razones de orden político para presentar su derrota bajo el eslogan del “triunfo de la indignidad” pretende blindar un fracaso evidente bajo supuestos principios morales, eludiendo la rendición de cuentas propia de este momento institucional. La visión moral sustituye interesadamente el abordaje de cuestiones esenciales como la gobernabilidad, la estabilidad o la convivencia propias de las sociedades democráticas. Sirve también para demonizar al adversario, pues la idea de la indignidad vuelve imposible toda transacción.
Con todo, la fallida candidatura de Feijóo ha despejado otras dudas, al menos a corto plazo, sobre su permanencia como líder del PP. Las réplicas del político gallego en el Congreso mostraron a un parlamentario audaz y experimentado, capaz de convencer a los suyos y de defender su liderazgo al frente de un partido clave para España, el que representa al sector conservador de la sociedad. Es una buena noticia.
Sin embargo, el futuro debate de investidura de Pedro Sánchez puede convertirse de nuevo en un duro combate dialéctico sobre las negociaciones en torno a la eventual amnistía exigida por Carles Puigdemont, en lugar de reflejar la seriedad institucional imprescindible en un acto destinado a presentar un completo programa de gobierno. Hasta ahora, el silencio del líder socialista sobre los contactos con otros partidos era razonable en la medida en que no era él el convocado por el Rey en primera instancia.
Ahora llega el tiempo de Pedro Sánchez. Es esperable que explique sus razones con transparencia para evitar que sean los independentistas quienes condicionen una estrategia que corresponde marcar al candidato a la investidura. Es reseñable la habilidad con la que las fuerzas nacionalistas han delineado hasta ahora el marco de la conversación pública más allá de la abierta rivalidad entre ERC y Junts. La aprobación esta semana en el Parlament de Cataluña de una propuesta conjunta para poner nuevas condiciones a su apoyo a Sánchez es un capítulo más en esa dinámica. Ahora corresponde al candidato socialista, y no a las fuerzas susceptibles de apoyarle, fijar con la máxima claridad el perímetro del debate. La concordia territorial es decisiva. No lo es menos la protección de los derechos sociales y del Estado de bienestar.