La calidad de las elecciones en España
El cuestionamiento de los procesos que se usan para administrar los comicios en nuestro país tiene poco fundamento. Tanto su supervisión imparcial como la transparencia con la que se realizan están demostradas
¿Son limpias las elecciones en España? La pregunta es relevante si uno escucha la contundencia con la que, muy recientemente, determinados líderes políticos están poniendo en duda la integridad de la administración electoral. En la víspera de las elecciones a la Comunidad de Madrid en 2021, Vox ya cuestionó la transparencia del voto por correo. Y en las últimas elecciones municipales, reputados líderes del PP alimentaron la idea de la existencia d...
¿Son limpias las elecciones en España? La pregunta es relevante si uno escucha la contundencia con la que, muy recientemente, determinados líderes políticos están poniendo en duda la integridad de la administración electoral. En la víspera de las elecciones a la Comunidad de Madrid en 2021, Vox ya cuestionó la transparencia del voto por correo. Y en las últimas elecciones municipales, reputados líderes del PP alimentaron la idea de la existencia de un fraude electoral masivo usando como ejemplo el escándalo de la compra de votos por correos en Melilla o Mojácar.
Este cuestionamiento de los procesos que se usan para administrar las elecciones en nuestro país tiene, sin embargo, poco fundamento. En primer lugar, las distintas etapas que tienen lugar en cualquier convocatoria electoral están escrupulosamente supervisadan por la Junta Electoral Central, un órgano completamente independiente al estar mayoritariamente compuesto por magistrados del Tribunal Supremo. Es, precisamente, el celo garantista de esta institución el que actuó de forma rápida y contundente ante las irregularidades que embarraron la última fase de las elecciones municipales del pasado 28-M.
En segundo lugar, la transparencia del proceso electoral es una de las cuestiones donde existe mayor consenso entre los expertos de nuestro país. Desde 2008, la Fundación Alternativas publica un Informe sobre la democracia en España que incluye una evaluación cuantitativa sobre determinados aspectos de nuestro sistema político. Una de las dimensiones analizadas se refiere, lógicamente, a los procedimientos electorales. Pues bien, cuando se pregunta a los expertos por la limpieza de las elecciones, estos otorgan una valoración cercana al 9 en una escala en la que el 10 representa la puntuación máxima. No solamente eso, la limpieza electoral es sistemáticamente el indicador mejor valorado de los casi 60 examinados por la encuesta. Además, es un indicador cuya valoración ha permanecido casi intacta desde que empezó la serie en 2008. O, dicho de otra manera, si existe unanimidad de criterio entre los expertos que anualmente examinan la calidad de la democracia en España es, precisamente, que los procesos electorales son limpios y transparentes.
Alguien puede discutir la validez de esta afirmación indicando que incluso los expertos tienen sesgos y que estos pueden ofrecer una visión distorsionada de lo que realmente pasa en la calle. Ese posible escepticismo se contrapone con las evaluaciones independientes llevadas a cabo por técnicos y especialistas en procesos electorales de la Organización para la Seguridad y Cooperación de Europea (OSCE). Este organismo internacional, del que España es miembro, exige a sus miembros que una delegación de la institución visite el país en cada proceso electoral para evaluar su funcionamiento. El objetivo fundamental de estas misiones es contrastar la adecuación del proceso electoral usado en España con los estándares internacionales adoptados por esta organización. España ha sido sometida a estas evaluaciones por parte de la OSCE desde, al menos, 2004. Y los dictámenes resultantes coinciden en señalar la máxima calidad, transparencia y eficacia de todos los procesos electorales. Por último, no hay que olvidar que han sido las elecciones el instrumento fundamental para consolidar la democracia que hoy existe en España. Han sido las elecciones las que han permitido la existencia de cinco alternancias políticas de tres partidos distintos. Y gracias a las elecciones, y sobre todo a las reglas que las regulan, los ciudadanos han visto cómo sus demandas se han visto satisfechas. Esto es importante porque cuando, por ejemplo, los ciudadanos observaron las ineficiencias del bipartidismo recurrieron a las elecciones para dar entrada a nuevos actores políticos. Esas dinámicas han hecho que, de acuerdo con los principales indicadores internacionales, la valoración de la democracia en España sea comparable al resto de democracias en países con el mismo nivel de desarrollo económico ¿Por qué empeñarse en sembrar dudas sobre un procedimiento que tanto desde el punto de vista regulatorio como desde distintas perspectivas independientes solamente puede ser calificado como modélico?
En el popular libro de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt Cómo mueren las democracias, los autores destacan que una de las estrategias usadas por partidos que no asumen las reglas democráticas consiste, precisamente, en cuestionarlas. En democracias avanzadas esta idea parecía incuestionable hasta que los terroríficos acontecimientos del asalto al Capitolio en enero de 2021 encendieron las alarmas. Sembrar dudas sobre los procedimientos electorales supone una idea patrimonialista de la política que se desvía de los principios básico de la democracia. Las elecciones en democracia sirven para premiar o castigar gobiernos y parten de la base de que todos los partidos políticos compiten en las mismas condiciones. De ahí que sea importante contar con reglas y procedimientos claros, transparentes, eficaces y controlables. Como los que tenemos en España. Y cuestionar estas reglas es cuestionar la validez de la nuestra democracia.
Rubén Ruiz-Rufino es Associate Professor en el King´s College de Londres