El Parlamento y la vigilancia

Al margen del resultado electoral, no parece fácil corregir la deriva en las Cortes Generales a la que contribuyen todos los partidos

Marta Fernández (Vox), durante su discurso tras ser elegida presidenta de las Cortes de Aragón.Javier Cebollada (EFE)

“En muchas democracias actuales, el centro de gravedad del Gobierno pasa de los Parlamentos a la dirección presidencial maleada por los medios”, dijo el politólogo australiano John Keane en el discurso inaugural del Día del Parlamentarismo, que se celebró en León para conmemorar las cortes convocadas allí en 1188. En España no hemos llegado a la situación de otros países, pero numerosos observadores ...

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“En muchas democracias actuales, el centro de gravedad del Gobierno pasa de los Parlamentos a la dirección presidencial maleada por los medios”, dijo el politólogo australiano John Keane en el discurso inaugural del Día del Parlamentarismo, que se celebró en León para conmemorar las cortes convocadas allí en 1188. En España no hemos llegado a la situación de otros países, pero numerosos observadores señalan el Parlamento como ejemplo de degradación institucional.

La jurista Elisa de la Nuez ha criticado la pérdida de calidad en el procedimiento legislativo, con el abuso del decreto ley, de las proposiciones de ley por parte de partidos en el Gobierno para eludir trámites, la elección de procedimientos abreviados que restan espacio al debate o el empleo excesivo de enmiendas que no introducen una modificación a la norma sino un contenido distinto. Le acompaña la negligencia en el control del Ejecutivo. Las presidencias de las Cámaras han sido discutibles y no han contribuido a terminar con el obsceno bloqueo del CGPJ.

Ha escrito Manuela Carmena: “Si se cumpliera el reglamento, si Congreso y Senado abordaran, directa y públicamente, la selección de los candidatos sin supeditarla a oscuros pactos previos, habríamos ganado una batalla democrática”. En un nivel más grotesco, nuevos Parlamentos autonómicos tienen presidencias de Vox escapadas de un programa de telebasura.

En Aragón, Marta Fernández borró de las redes sociales sus cuentas, donde ponía en duda el origen de la pandemia, denominaba “dictador comunista” a Pedro Sánchez y arremetía contra el feminismo o la vacunación. Gabriel Le Senne, presidente de la Asamblea balear, era contrario a la vacuna de la covid-19, aunque se la puso, camusiano, porque se lo pidió su madre. Una paradoja de estas figuras del partido del nacionalismo español es su copia literal de la franja paranoica estadounidense; otra, que recuerden la xenofobia lunática de algunos presidentes del Parlament catalán.

No auguran nada bueno, y, al margen del resultado electoral, tampoco parece fácil corregir la deriva en las Cortes Generales a la que contribuyen todos los partidos. Pero es importante hacerlo. Keane escribe de los Parlamentos y su tarea de vigilancia: “Ayudan a redefinir la democracia y darle dientes. Implican mucho más que las elecciones libres y justas: la libertad de los ciudadanos con respecto al poder predatorio en todas sus formas, incluyendo nuestra temeraria relación con la Tierra que moramos”.

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