Soy tan soberana como Mohamed VI
El racismo geopolítico se justifica a sí mismo aduciendo razones estratégicas o económicas que permiten a los líderes de izquierdas afirmar sin sonrojarse cosas como que en Marruecos no hay una dictadura sino una “cosoberanía” entre el pueblo y el rey
Si no fuera por el apoyo y la complicidad de las grandes potencias occidentales, para quienes la democracia, la libertad y los derechos humanos son sagrados a menos que quienes aspiren a disfrutarlos sean cuatro moros o cuatro negros insignificantes, los regímenes arabo-islámicos habrían caído hace tiempo. El racismo geopolítico se justifica a sí mismo aduciendo razones estratégicas o económicas, que permiten a los líderes de formaciones de izquierdas afirmar sin sonrojarse cosas como que lo que hay en Marruecos no es una dic...
Si no fuera por el apoyo y la complicidad de las grandes potencias occidentales, para quienes la democracia, la libertad y los derechos humanos son sagrados a menos que quienes aspiren a disfrutarlos sean cuatro moros o cuatro negros insignificantes, los regímenes arabo-islámicos habrían caído hace tiempo. El racismo geopolítico se justifica a sí mismo aduciendo razones estratégicas o económicas, que permiten a los líderes de formaciones de izquierdas afirmar sin sonrojarse cosas como que lo que hay en Marruecos no es una dictadura, sino una “cosoberanía” entre el pueblo y el rey, o que para qué van a votar en un referéndum los saharauis si ya no son los que eran hace 40 años. Estas declaraciones son de Agustín Santos Maraver, número dos de Yolanda Díaz por Madrid. Al hasta ahora diplomático también le parece exagerado definir como apartheid la situación de los palestinos, que lo que les pasa es que están en riesgo de que Israel les aplique un “estatus jurídico distinto”. Qué lejos queda el internacionalismo de la izquierda y su solidaridad con los damnificados de la tierra, qué neocolonialismo más cuqui, tan lleno de sonrisas y palabras bonitas.
Estoy por llamar a mis parientes de Marruecos y contarles la buena nueva que anuncia Santos: que no se preocupen si en esta fiesta del Eid las pasan canutas para comprar el pertinente corderillo y que no les importe la subida de precio de la odiada patata de consumo diario, que se sepan tan cosoberanos como su querido Príncipe de los Creyentes, aunque el hijo de Hassan II cuente con una fortuna valorada en 57.000 millones de dólares y ellos tengan que sudar el par de duros que necesitan para dar de comer a sus hijos. Cosoberanas deben de ser también las madres solteras cuyos hijos son considerados ilegales, las niñas dadas en matrimonios pederásticos, los homosexuales y las adúlteras perseguidos por ley o los activistas que siguen a la sombra por pedir trabajo, educación y sanidad. Los torturados en las cárceles y la prensa crítica asediada, todos están en las mismas que Mohamed VI. Ah, pero sigo leyendo la entrevista dada por Santos a Efe y descubro la razón de su miopía: es que “Rabat es un socio estratégico con el que tenemos que desarrollar espacios de coprosperidad”. Una coprosperidad muy blanca, muy europea, tan republicana, tan socialista y tan ecofeminista que se alía con las élites extractivas y opresoras en vez de hacerlo con el pueblo aplastado por el peso de la dictadura.