Preguntas esenciales para decidir mi voto
La insidia política tiende a distraernos de lo urgente y enfangarnos en debates tramposos
Doble lección la que nos dieron las víctimas del terrorismo: por un lado, señalando la ignominiosa presencia de exetarras con delitos de sangre en las listas de Bildu, por otro, afeando el indigno aprovechamiento de la muerte para hacer campaña política. Unos recibieron una enseñanza que es lamentable que aún sea necesaria: lo que es legal pero carece de ética no es defendible y solo define la falta de humanidad de quien se vuelve de pront...
Doble lección la que nos dieron las víctimas del terrorismo: por un lado, señalando la ignominiosa presencia de exetarras con delitos de sangre en las listas de Bildu, por otro, afeando el indigno aprovechamiento de la muerte para hacer campaña política. Unos recibieron una enseñanza que es lamentable que aún sea necesaria: lo que es legal pero carece de ética no es defendible y solo define la falta de humanidad de quien se vuelve de pronto tan escrupuloso con la ley. Eso se llama cinismo. A otros, a otra fundamentalmente, se le rogó que dejara de usar a los muertos para ganar votos, para enrarecer aún más el ambiente, para generar odio. Gran pedagogía. Todos podemos aprender de ella. Gracias a esa firme dignidad se consiguió la retirada de quienes jamás debieron estar en las listas. Deberíamos comprender que en la reinserción, sin duda necesaria, debe intervenir el principio de no causar más dolor, de no ahondar en la herida de quien tanto sufrió.
Toda esta miseria vomitada por quienes se dan golpes de pecho sin haber sufrido enfangó parte de una campaña que debería centrarse en aquello que podemos exigir a quienes van a intervenir con más cercanía y responsabilidad en nuestra vida diaria. Desviar el debate hacia asuntos ajenos a esto es la consecuencia directa de no tener respuestas convincentes a aquello por lo que se está interpelando. Si al presidente de Andalucía se le afea que apruebe una urbanización no sostenible saca el comodín de ETA y afirma que la defensa del medioambiente es un ataque a los andaluces, como así hace la presidenta de Madrid al pedir la ilegalización de Bildu para no dar cuenta de una comunidad que camina hacia un futuro que propicia la fortuna de unos pocos y el desamparo de muchos. Pero me temo que los votos están en gran parte decididos y que en esta época de furia emocional las propuestas racionales pesan menos que los exabruptos. Escuchar a un tipo que parecía templado como Feijóo decir que votar a la izquierda es darle el voto a pederastas, okupas y terroristas es insultar sin reparos a la mitad de la población y reforzar el odio de la otra media.
Lo que deberíamos exigir es que nos explicaran cuáles son los planes para preparar las ciudades ante unas temperaturas que harán sofocante el día a día, cómo se va a mejorar la vida de los vulnerables, de qué manera se aprovechará el impulso de las energías renovables, si hay un proyecto real para aliviar de coches las calles potenciando el servicio público, cómo se abordará el acortamiento de las listas de espera en sanidad; con qué alicientes se animará a poblar o a no abandonar la España rural o si el plan consiste, como siempre, en llorar su decadencia de brazos cruzados; deberíamos saber si alguien es consciente de la agresividad de fenómenos meteorológicos que desbordan ríos o inundan poblaciones costeras, cuál es el modelo de negocio que se prevé para cada lugar o si vamos a seguir condenados por falta de imaginación a ser albergadores de turistas para cuya comodidad expulsamos a los vecinos que favorecen la larga vida del comercio local. Es increíble que no haya un frente común ante la escasez de agua. Son tantos los desafíos que envolver las carencias en el manto del orgullo local resuena a estrategia de los noventa, cuando la riqueza inmobiliaria cercenó el futuro de tantas poblaciones en España, país en el que la insidia política tiende a distraernos de lo urgente y enfangarnos en debates tramposos. Ay, si pudiéramos votar con inocencia, prestando nuestro voto solo a quien vaya a luchar por unos intereses que hoy, más que nunca, son medioambientales y sociales. Pero el fervor lo inunda todo, y vota la fe, no la razón. Es un tsunami que arrasa el mundo justo ahora, cuando sabemos que lo que está en cuestión es si nuestra manera de vivir es sostenible.