Ley de desprotección de datos

Los lectores escriben sobre la privacidad del número del DNI, los problemas que no se abordan en la campaña electoral, la atención presencial en la administración pública y el fin de ‘Sálvame’

Una persona se dirige a votar con el sobre y su DNI en las elecciones al Parlamento de Cataluña en febrero de 2021.Europa Press

Me cuesta entender que en España no se haya abierto un debate sobre la incomprensible obligación de dar nuestro número de DNI a la mínima de cambio. Con el cuento de la protección de datos, nos lo piden para todo. Lo tiene todo el mundo, la cajera del supermercado, el cartero o el chico que trae el paquete de Amazon. Para colmo, este último aparece completo en la correspondencia de los bancos, de forma que si una carta cae en otro buzón o se queda fuera, nuestros datos estarán al alcance de...

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Me cuesta entender que en España no se haya abierto un debate sobre la incomprensible obligación de dar nuestro número de DNI a la mínima de cambio. Con el cuento de la protección de datos, nos lo piden para todo. Lo tiene todo el mundo, la cajera del supermercado, el cartero o el chico que trae el paquete de Amazon. Para colmo, este último aparece completo en la correspondencia de los bancos, de forma que si una carta cae en otro buzón o se queda fuera, nuestros datos estarán al alcance de cualquiera. He vivido en varios países y eso no pasa. Precisamente, para proteger los datos y evitar suplantaciones de identidad, en otros países, el número de identificación personal es privado y secreto. Además, por ley no se le puede exigir a nadie, salvo que se trate de abrir una cuenta o de empezar un trabajo. Es un atentado contra nuestra seguridad el hecho de obligarnos a ir pregonando nuestro número de DNI y ponerlo entero en la correspondencia. Eso debería cambiar.

Helena Medina Abenoza. Madrid

Problemas sin importancia

Observo que vuelven a estar excluidos del debate de las elecciones locales algunos problemas que, por su difícil solución, no interesan a los candidatos. No se habla de los centenares de personas que duermen en las aceras, de la persistencia de ruidos de todo tipo que dificultan la convivencia y el descanso, tampoco de las pintadas que tenemos en las fachadas de nuestras casas. Ni de los que dejan basura en cualquier parte, ni del escaso apoyo que recibe la cultura en nuestra ciudad, ni de los teléfonos de información donde nadie contesta, ni de las obras mal hechas que hay que repetir, ni de la obsesión por renovar una y otra vez las mismas plazas, y otros muchos problemas “sin importancia”.

Carlos Osorio García de Oteyza. Madrid

Desatención al público

No entiendo cómo la Administración pública no atiende en persona al ciudadano. Ya no hay pandemia, y cualquier consulta, trámite, cita o petición hay que hacerla por internet o por teléfono y la mayoría de las veces no funciona o está bloqueado. Si ya es difícil acceder a esos servicios para los que están habituados a manejar internet, para los mayores todavía lo es más. ¿Por qué no se vuelve a la atención en persona, se mejora la gestión por internet y se recupera la normalidad que había antes de la pandemia? Me parece una sinvergonzonería que se nos trate de esta forma. Ahora que estamos en campaña electoral de muchas promesas, deberíamos exigir que nos hagan caso y se solucionen estos problemas.

Vicente Fuentes Paraíso. Madrid

Personajes dañinos

El final de Sálvame es preocupante y no porque perdamos una inagotable fábrica de memes, que también, sino porque una de las cadenas más hedonistas va a caer en manos de un periodismo beligerante. Quizá el exceso de realidad ha jugado en su contra, pero lo que se viene, con Ana Rosa Quintana dirigiendo casi la totalidad de la programación diaria, es un exceso de confrontación y de lavados de imagen a personajes tremendamente dañinos para cualquier sociedad progresista.

Jesús Galeote. Málaga

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