Ayuso, bajo las marismas de Doñana
Supone casi una metáfora que la presidenta de Madrid, que actúa como líder de la oposición a Sánchez, desaparezca de los medios bajo el agua del sur: el Madrid de la libertad de los bares, diluido políticamente ante la sed del campo andaluz
Isabel Díaz Ayuso ve ensombrecerse su habitual protagonismo desde que el epicentro de la política nacional está en Doñana. Todavía existe una España que va más allá de la M-30, así que jugar a ser el único contrapoder de La Moncloa desde Madrid se descubre ya como lo que siempre fue: una visión demasiado centralista y excluyente de los problemas del resto del país. Las costuras saltan ahora para esa derecha que viene desplazando de forma interesada nuestra pluralidad territorial.
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Isabel Díaz Ayuso ve ensombrecerse su habitual protagonismo desde que el epicentro de la política nacional está en Doñana. Todavía existe una España que va más allá de la M-30, así que jugar a ser el único contrapoder de La Moncloa desde Madrid se descubre ya como lo que siempre fue: una visión demasiado centralista y excluyente de los problemas del resto del país. Las costuras saltan ahora para esa derecha que viene desplazando de forma interesada nuestra pluralidad territorial.
El actual conflicto entre Andalucía y el Gobierno central revienta el monopolio de la confrontación que Ayuso ostentaba contra Pedro Sánchez. Era suyo desde los tiempos de Pablo Casado, por la debilidad del exlíder del Partido Popular, y se mantenía en la actualidad con Alberto Núñez Feijóo, que encuentra en ella uno de sus mayores activos electorales, no solo para frenar a Vox. “O Sánchez o España” es un lema de Ayuso para el 28-M, como si fuera la líder de la oposición.
Sin embargo, Doñana ha relegado a Ayuso a la categoría de otra líder regional más: lo que siempre ha sido, y hasta la fecha, es. Basta que la presenta madrileña desaparezca cinco minutos de los telediarios para que la magnitud de su poder coja tintes más humildes. Basta que Sánchez ponga su atención en otra comunidad para que Ayuso vea resentida su principal baza electoral: espolear la polarización contra La Moncloa para cerrar filas entre sus votantes, y esquivar cualquier fiscalización por su gestión en Madrid.
Supone casi una metáfora que la líder capitalina se funda ahora bajo un acuífero al sur: el Madrid de la libertad de los bares, diluido políticamente ante la sed del campo andaluz. Y ello lanza un mensaje en clave nacional: en ningún lugar está escrito que la visibilidad de Ayuso deba ser superior al del resto de autonomías. Hay una España que se identifica más con el día a día de los agricultores de Huelva que con las empresas del Ibex-35. La baronesa se empequeñece cuando el foco se pone en los problemas de fuera de su región.
El andaluz Juan Manuel Moreno ya era anteriormente un presidente molesto para la estela de Ayuso. De un lado, fue capaz de noquear a Vox y a la izquierda con unas formas políticas más sosegadas que las suyas, hasta lograr la mayoría absoluta en la comunidad más poblada de España. Del otro, Moreno Bonilla rompe la hegemonía de Ayuso dentro del PP nacional, actuando como aliado potencial para Feijóo. Sigue viva la sospecha sobre cuánto tardará Ayuso en afilar la guadaña si Génova 13 no se traslada a La Moncloa en diciembre.
El caso es que el PP de Feijóo se movía cómodo en los equilibrios de ese triunvirato de poder Galicia-Madrid-Andalucía. Es la noción de un PP reino de taifas, donde cada barón desarrolla la estrategia que más le conviene según la idiosincrasia del lugar. Ello explica que sea posible combinar en una misma formación diferencias abismales, que van desde la cercanía de la lideresa madrileña con el discurso de Vox, hasta la pretendida moderación del presidente andaluz. Feijóo esperaba llegar al Gobierno en volandas de esa estructura federalizada del poder, al estilo de Mariano Rajoy en 2011.
Doñana cuestiona ya la estrategia del PP nacional: si el protagonismo de Ayuso se esfuma, y Moreno Monilla acusa los problemas del campo andaluz, lo que sublima es un vacío de poder. Los síntomas de debilidad de Génova 13 se acentúan cuando los barones populares flaquean, porque ni el líder gallego ahora, ni Pablo Casado en su momento, han logrado imprimir una impronta propia. La prueba es que ni siquiera la intervención de Feijóo en el Senado esta semana sirvió para visibilizar quién es la cabeza de oposición.
En consecuencia, Sánchez ha encontrado en esa España que no vive dentro de la M-30 el principal talón de Aquiles del PP. La diversidad de sentimientos y realidades de nuestro país es la mayor contestación frente a una derecha que pivota demasiado sobre las pulsiones centralistas de la capital. Con 17 comunidades y 47 millones de habitantes, bastaba con levantar la mirada de la Puerta del Sol para entender que Madrid será “España dentro de España”, pero siempre hay muchas otras Españas posibles, y todavía muy decisivas en este año electoral.