Lula en China

La reaparición de Brasil en la escena internacional refuerza la lógica multipolar sin pasos visibles como mediador de paz en Ucrania

El presidente chino, Xi Jinping, saluda a su homólogo brasileño, Lula da Silva.RICARDO STUCKERT (AFP)

El encuentro entre Xi Jinping y Luiz Inácio Lula da Silva el viernes en Pekín es la mejor imagen de la recuperación del papel internacional que le corresponde a Brasil tras los cuatro años de repliegue y de desprestigio provocados por la presidencia extremista y negacionista del cambio climático de Jair Bolsonaro. China ha recibido al presidente brasileño tras modificar su drástica política de cierre por la pandemia y dentro de un auté...

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El encuentro entre Xi Jinping y Luiz Inácio Lula da Silva el viernes en Pekín es la mejor imagen de la recuperación del papel internacional que le corresponde a Brasil tras los cuatro años de repliegue y de desprestigio provocados por la presidencia extremista y negacionista del cambio climático de Jair Bolsonaro. China ha recibido al presidente brasileño tras modificar su drástica política de cierre por la pandemia y dentro de un auténtico carrusel de encuentros en la cumbre que sitúan a Pekín en el centro de la escena global y escenifican el nuevo carácter multipolar del mundo.

Nadie como Lula podía significar mejor este cambio. En Shanghái acompañó a quien fue su sucesora y expresidenta Dilma Rouseff en su toma de posesión como máxima autoridad del Nuevo Banco del Desarrollo, fundado por los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), dentro de la geometría de instituciones patrocinadas desde Pekín para construir un orden internacional alternativo al que impulsó Estados Unidos al término de la II Guerra Mundial. Allí cargó contra el uso del dólar como moneda global, en sintonía con las autoridades chinas, esforzadas en sustituir a la divisa estadounidense por el yuan como moneda de referencia de los BRICS.

Lula había viajado ya a Washington, aunque más brevemente y con menos solemnidad, en una expresa demostración de su capacidad para estrechar relaciones con capitales enfrentadas, un tipo de política exterior común a otros países pertenecientes al llamado Sur Global y sus esfuerzos por guardar distancias ante la creciente tensión entre China y Estados Unidos a propósito de Taiwán, reticentes ante las sanciones y la condena a Rusia por la invasión de Ucrania y contrarios a suministrar armamento a Kiev.

Este viaje es un espaldarazo brasileño a los esfuerzos chinos por organizar el mundo multipolar fuera de la tutela de Estados Unidos, expresado tanto en los discursos como en la agenda, que ha incluido una visita de Lula a la sede de Huawei, la compañía telefónica sancionada por Washington. La declaración final de ambos países menciona expresamente a Taiwán como territorio soberano chino y se limitan al concepto de crisis utilizado por Pekín para denominar la guerra y la invasión rusa de Ucrania. El presidente brasileño, amparado en el peso de Brasil y en su propio prestigio internacional, pretende liderar la negociación y la paz, aunque previamente ya se ha mostrado favorable a la aceptación como un hecho de la anexión rusa de Crimea. A diferencia de Xi Jinping, Lula sí ha condenado la invasión, reconoce que se trata de una guerra y ha efectuado una videollamada a Zelenski. El viernes, sin embargo, Lula no llegó a exponer el anunciado plan de los países no alineados para una salida negociada al conflicto.


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