Armarios: el derecho a no decir
La presión sobre Kit Connor parece decir: “Sólo los gais tienen derecho a interpretar personajes gais y deben certificar que lo son”. Con esa lógica, sólo una mujer infiel podría haber escrito ‘Madame Bovary’
No vi Heartstopper, ni sabía quién era Kit Connor, uno de sus protagonistas, hasta hace poco. La serie, muy apreciada por la audiencia LGTBI, narra la relación de dos adolescentes que se enamoran, uno gay y el otro en camino de descubrirlo. No hace un planteo tortuoso: postula que se puede ser adolescente, gay y feliz al mis...
No vi Heartstopper, ni sabía quién era Kit Connor, uno de sus protagonistas, hasta hace poco. La serie, muy apreciada por la audiencia LGTBI, narra la relación de dos adolescentes que se enamoran, uno gay y el otro en camino de descubrirlo. No hace un planteo tortuoso: postula que se puede ser adolescente, gay y feliz al mismo tiempo. Nadie le preguntó a Anthony Hopkins, después de interpretar a Hannibal Lecter, si le gustaba comer gente, pero a quienes interpretan personajes gais suelen preguntarles por su sexualidad. Cuando le preguntaron, Connor no dio detalles: dijo sentirse cómodo con ella. Semanas atrás, fue fotografiado junto a la actriz Maria Reffico y la comunidad LGTBI le saltó al cuello, acusándolo atraer el interés de ese colectivo “a pesar” de no ser gay. La presión fue mucha. Connor tuiteó: “Soy bisexual. Enhorabuena por obligar a un chico de 18 años a salir del armario”. No es fácil desentrañar el comportamiento de un colectivo históricamente marginado que replica conductas de las que fue víctima, como la exigencia de “confesar” la mariconería, la bisexualidad, el lesbianismo. La presión ejercida sobre Connor parece decir: “Sólo los gais tienen derecho a interpretar personajes gais y, además, deben certificar que lo son”. Siguiendo esa lógica, sólo una mujer infiel podría haber escrito Madame Bovary, ninguna persona que no fuera católica podría interpretar a una monja. El colectivo LGTBI se enfrentó y se enfrenta a la violencia y la discriminación, reclamó y reclama por la diversidad y la igualdad de derechos. ¿Por qué, entonces, reglar con qué persona debe irse alguien a la cama? ¿Por qué exigir que alguien —sólo en caso de no ser heterosexual: a los heterosexuales no nos exigen nada— haga de su sexualidad un manifiesto? Yo creí que en algunos puntos, pocos, habíamos llegado al siglo XXI. Parece que me equivoqué.