Ley de magnetismo político

Hoy, en una democracia moderna, no tememos tanto a un fanático de izquierdas que restrinja las libertades económicas como a uno de derechas que recorte las libertades civiles

Donald Trump, en una imagen de archivo.Evan Vucci (AP)

Una de las pocas certezas en politología es lo que podríamos llamar la ley de magnetismo de la derecha: si dudas entre dos partidos, te inclinas por el de derechas. A la misma distancia, la derecha tiene más poder de atracción.

Según el estudio más icónico, cuando las elecciones son una competición entre dos partidos, la derecha gana en tres de cada cuatro ocasiones. Solo hace falta mirar a Francia, donde apenas dos de los ocho presidentes de la V República han sido de izquierdas, o ver la serie The Crown, donde dos tercios de los primeros ministros con los que despacha la Reina,...

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Una de las pocas certezas en politología es lo que podríamos llamar la ley de magnetismo de la derecha: si dudas entre dos partidos, te inclinas por el de derechas. A la misma distancia, la derecha tiene más poder de atracción.

Según el estudio más icónico, cuando las elecciones son una competición entre dos partidos, la derecha gana en tres de cada cuatro ocasiones. Solo hace falta mirar a Francia, donde apenas dos de los ocho presidentes de la V República han sido de izquierdas, o ver la serie The Crown, donde dos tercios de los primeros ministros con los que despacha la Reina, de Churchill a Truss, son de derechas.

La derecha goza de una ventaja inherente porque no votamos al candidato que lo hará mejor, sino al que no lo hará peor. Nos decantamos por quienes, si se cumplen los malos augurios, causarán menos daño. Y, desde la posguerra, la carta segura ha sido la derecha. Los votantes que ocupan la franja central del electorado han tenido menos miedo a la peor versión de la derecha (una Thatcher que recortara demasiado los servicios públicos) que de la izquierda (un comunista italiano o bolivariano que nacionalizara demasiado).

Pero la irrupción de Trump y el populismo de derechas ha alterado los campos magnéticos de la política. En las recientes elecciones de Colombia, Chile, Brasil y EE UU, y en las encuestas del Reino Unido, vemos cómo el decisivo votante de centro opta por el candidato de izquierdas porque, en estos momentos, la derecha supone una amenaza intrínseca mayor a las libertades individuales. Hoy, en una democracia moderna, no tememos tanto a un fanático de izquierdas (Castro o Maduro) que restrinja las libertades económicas como a uno de derechas (Trump u Orbán) que recorte las libertades civiles.

Las elecciones de medio mandato americanas son reveladoras de este giro copernicano. Los republicanos tendrían que haber ganado: por la historia, pues el partido del presidente es tradicionalmente castigado en estos comicios; por la economía, pues la inflación está por las nubes, y por la política, pues la popularidad de Biden está por los suelos. Pero los americanos, y sobre todo americanas, estaban más preocupados por el cercenamiento de derechos básicos, como el voto o el aborto, que peligran con muchos candidatos republicanos. Las derechas ya no atraen como antes. Se les están acabando las pilas. @VictorLapuente

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