Ayuso y la sanidad pública

La masiva manifestación en Madrid reclama respuestas ante el caos y el deterioro del sistema de salud en la Comunidad

Manifestación en Madrid por la defensa de la sanidad pública, el domingo.Claudio Álvarez

La sanidad pública española tiene problemas en todas las comunidades autónomas, pero no el caos y la improvisación que vive la madrileña que hizo este domingo salir a decenas de miles de personas a la calle en multitudinaria manifestación. Los manifestantes criticaban la situación desde la experiencia, pues cada uno ha padecido —o conoce por fuentes muy próximas— la fragilidad e impotencia en que se...

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La sanidad pública española tiene problemas en todas las comunidades autónomas, pero no el caos y la improvisación que vive la madrileña que hizo este domingo salir a decenas de miles de personas a la calle en multitudinaria manifestación. Los manifestantes criticaban la situación desde la experiencia, pues cada uno ha padecido —o conoce por fuentes muy próximas— la fragilidad e impotencia en que se encuentran hoy los ciudadanos ante un sistema de salud que en su día supo protegerlos con eficacia, y en el que se llegó a confiar a ciegas y fue fuente de orgullo y satisfacción. Largas esperas en la asistencia primaria, colapso en las urgencias, citas con los especialistas que se dilatan meses y meses, y todo esto en un contexto de aparente improvisación y gestión caótica que termina por apuntar a la sanidad privada como única salida a la que pueden acudir quienes tienen problemas médicos y recursos económicos para hacerlo. Convocada por movimientos vecinales, y respaldada por sindicatos y partidos de la oposición, la manifestación arrancó ayer desde distintos puntos y llenó el centro de Madrid de un clamor de indignación contra la gestión y las maneras de Isabel Díaz Ayuso. La Delegación del Gobierno calculó que fueron unos 200.000 los asistentes, los convocantes hablaron de 670.000.

La indignación viene de lejos, pero crece a pasos agigantados ante cada nueva iniciativa de la Comunidad, que aplica sus recetas al margen de los sanitarios y con un manifiesto desdén ante sus reivindicaciones, como si estas fueran solo un mero ruido partidista. El malestar de los profesionales es una pésima señal para cualquier sistema de salud que se precie, pero está respaldado por hechos que obedecen a un proyecto político concreto, el de jibarizar los servicios que presta la sanidad pública. Las decisiones de Ayuso han caminado al hilo de recortes en la financiación del sistema —es la comunidad que menos dedica a gasto de sanidad por habitante—, abandono de la asistencia primaria y la prevención, apoyos y facilidades a la sanidad privada. Cuanto más crece el malestar por un sector público estresado y que se va dinamitando poco a poco, más crecen las pólizas privadas.

Una desordenada y arbitraria reorganización de las urgencias extrahospitalarias, que produjo dimisiones de profesionales y directivos en cadena y dejó desamparados a los pacientes, y un plan que reduce una parte de la atención presencial para hacerla a través de pantallas han sido la gota que precipitó la multitudinaria manifestación en Madrid. Ayuso ha vuelto a enfrentarse a las críticas a su gestión con el procedimiento de darles una patada hacia otra parte, hacia el Gobierno de Pedro Sánchez, o despreciando por manipuladas las quejas de los sanitarios y pacientes. La desazón que produce verse a la intemperie por políticas demasiado ideologizadas en cuestiones de salud es responsabilidad suya. La gestión de la Sanidad también. Madrid ha dejado oír su voz con fuerza: ese no es el camino.

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