EL PAÍS

La matanza de las inocentes

Nunca los ayatolás iraníes y sus brutales pretorianos habían encontrado una oposición en la calle tan intensa y pertinaz

Una joven sobre el techo de un coche frente a la multitud que se dirigía el día 26 al cementerio donde está enterrada Mahsa Amini, en Saqqez (Irán).
Una joven sobre el techo de un coche frente a la multitud que se dirigía el día 26 al cementerio donde está enterrada Mahsa Amini, en Saqqez (Irán).AFP

Las adolescentes son la vanguardia del levantamiento contra la dictadura de Alí Jamenei, pero esta vez la revuelta concierne a todos. Alcanza a todas las edades, sexos y condiciones, desde los trabajadores de las refinerías de petróleo hasta los comerciantes del bazar, la capital Teherán o la ciudad santa de Qom, los estudiantes y las amas de casa, al país entero. A pesar del creciente malestar social y político, nunca los ayatolás y sus brutales pr...

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Las adolescentes son la vanguardia del levantamiento contra la dictadura de Alí Jamenei, pero esta vez la revuelta concierne a todos. Alcanza a todas las edades, sexos y condiciones, desde los trabajadores de las refinerías de petróleo hasta los comerciantes del bazar, la capital Teherán o la ciudad santa de Qom, los estudiantes y las amas de casa, al país entero. A pesar del creciente malestar social y político, nunca los ayatolás y sus brutales pretorianos habían encontrado una oposición en la calle tan intensa y pertinaz.

En anteriores ocasiones, fueron los precios de los alimentos y la energía los que encendieron la indignación de las clases humildes e inundaron el país de manifestaciones, reprimidas sin contemplaciones a palos y a tiros, como es habitual, con un terrible resultado de destrucción y de muerte. O incluso los pucherazos electorales, como en 2009, cuando la repetición del mandato presidencial del extremista e impopular Mahmud Ahmadineyad encendió una ola de protestas de estudiantes universitarios, en las que fue crucial el papel de las redes sociales y constituyó una avanzadilla persa de la Primavera Árabe de 2011.

Esta vez, el velo femenino ha sido la chispa de un incendio que lleva ya más de 40 días y moviliza especialmente a las mujeres jóvenes, enfrentadas a la obligación de cubrirse con la infame prenda solo salir de la infancia bajo amenaza de multa o detención. Las autoridades han reconocido que la edad media de las manifestantes, muy activas en las redes sociales, es de 15 años. Gracias a YouTube o a TikTok el mundo entero conoce los rostros de esas adolescentes asesinadas a bastonazos, muchachas con sus uñas pintadas y sus canciones de moda que en nada se diferencian de las jóvenes de aquellos países donde no hay guardianes de la moral, de la vestimenta y de las costumbres y mucho menos un régimen militar y religioso que necesita matar inocentes para asegurar su pervivencia.

Nada expresa tan claramente la desconexión entre la sociedad iraní y el régimen clerical como el motivo de la bárbara actuación de la policía de las costumbres, ese mechón de pelo suelto de la joven Mahsa Amini que su velo no conseguía ocultar. La dictadura islamista se está quedando sin base social y solo se sostiene gracias a la represión de la guardia pretoriana de los ayatolás. También a la ausencia de dirección de las protestas, sin capacidad para organizar una alternativa. No es casualidad la intensa conexión entre los regímenes de Putin y Jamenei, solidarios y hermanados por la guerra y el terror que extienden a su vecindario geográfico, el autoritarismo machista con el que tratan a sus jóvenes y la corrupción de las oligarquías militarizadas que se han hecho con la riqueza de cada uno de los países. Esos drones que matan a los civiles y destruyen sus infraestructuras eléctricas caen sobre Ucrania con la misma siniestra bendición del anciano Herodes islamista que asesina a las jóvenes en Irán.


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