Lula se salva en el temido debate definitivo con Bolsonaro

El candidato de izquierda puede dormir tranquilo, ya que el debate no consiguió debilitarlo y hasta apareció más firme que las veces anteriores

Los candidatos a la presidencia de Brasil, Jair Bolsonaro y Lula da Silva, este viernes durante el último debate.Bruna Prado (AP)

El último debate televisivo entre Jair Bolsonaro, quien busca la reelección, y Lula da Silva era temido por ambos candidatos ya que todos los sondeos, sin excepción, le dan al aspirante de izquierda la victoria, aunque por una corta distancia de cuatro puntos.

Para Bolsonaro era la última oportunidad de dar en el contrincante un golpe mortal que cambiara el rumbo del resultado final de las elecciones. El temor del equipo de ...

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El último debate televisivo entre Jair Bolsonaro, quien busca la reelección, y Lula da Silva era temido por ambos candidatos ya que todos los sondeos, sin excepción, le dan al aspirante de izquierda la victoria, aunque por una corta distancia de cuatro puntos.

Para Bolsonaro era la última oportunidad de dar en el contrincante un golpe mortal que cambiara el rumbo del resultado final de las elecciones. El temor del equipo de Lula era el de un posible resbalón o el de un golpe mortal del adversario capaz de crear un movimiento sísmico en las urnas. Tanto era así que se dudó hasta el último momento si no sería mejor para Lula renunciar al debate aún a costas de aparecer como cobarde ante su adversario.

Fue tal el miedo de que Lula pudiera caer en una trampa imprevista con un contrincante tan imprevisible que el exsindicalista fue sometido a unas sesiones de autocontrol con Olga Curado, especialista en entrenar a los contrincantes con los principios del aikido de las artes marciales japonesas y con la meditación. Lula dedicó las últimas 24 horas a prepararse.

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Fue justamente en el último debate de la TV Globo, la de mayor audiencia, cuando Lula fue sorprendido por su adversario en uno de los momentos más tensos. De repente, Bolsonaro, contra todos los protocolos, se acercó varias veces a Lula y le puso amigablemente la mano sobre su hombro, algo que acabó desorientándolo.

Lula, en efecto, es capaz como pocos (yo recuerdo solo al fallecido líder cubano, Fidel Castro), de hablar durante cinco horas seguidas con una habilidad capaz de embelesar al auditorio. Pero se siente incómodo y malhumorado con la liturgia de los debates televisivos en los que tiene que sujetarse a los corsés de preguntar o responder al contrincante en un minuto o dos. Lula es fogoso cuando habla y discute y odia el tic tac del reloj que le hace perder los nervios.

A pesar de todo, el debate era más importante para el presidente, para quien era la última oportunidad de ganar el puñado de votos que le faltan de los indecisos de última hora para conseguir su reelección. A Lula, al revés, le bastaba solo no tener un tropezón capaz de mudar los pronósticos unánimes de su victoria. Esta es la séptima vez que el tornero mecánico, sin estudios, disputará unas elecciones presidenciales y sería su tercera y última victoria, ya que ha anunciado públicamente que de ganar al cumplir su mandato en 2026 habrá cumplido 80 años y piensa retirarse y descansar.

Lula puede hoy dormir tranquilo, ya que el debate no consiguió debilitarlo y hasta apareció más firme que en otras ocasiones. Se sentía ya vencedor y se dirigió con pasión y firmeza a los millones de brasileños que lo escuchaban mirándoles en los ojos para preguntarles si iban a seguir escogiendo al candidato sembrador de odio, amante de las armas y enemigo de la democracia o a quien les promete un Brasil de esperanza, sin hambre, con menos violencia. Un Brasil que no avergüence al mundo sino que le ofrezca un futuro mejor.

Siempre es difícil adivinar el efecto en los electores aún inciertos de un debate de casi tres horas. Sin embargo, según los primeros comentarios de los analistas políticos más serios, Lula no perdió el debate en el que no hubo el temido golpe de gracia del impulsivo Bolsonaro. Ni nada capaz de cambiar al último momento las cartas de la baraja que parecen ya listas para que el domingo el político más popular y amado, sobre todo de las clases más humildes, gane las elecciones.

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