Sequía y pobreza

Entre los efectos del cambio climático están las sequías severas y afectan ya a la seguridad energética global

Ganado en el embalse de Almendra, Salamanca, este mes de octubre.Álvaro García

El descrédito del negacionismo climático no es cosa solo de la comunidad científica más solvente, sino también de la calle y las inquietudes de la ciudadanía. La acumulación de evidencias podría no ser irrefutable, pero sí lo son los datos y perspectivas que manejan los expertos, no como impresiones particulares sino como conocimiento. ...

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El descrédito del negacionismo climático no es cosa solo de la comunidad científica más solvente, sino también de la calle y las inquietudes de la ciudadanía. La acumulación de evidencias podría no ser irrefutable, pero sí lo son los datos y perspectivas que manejan los expertos, no como impresiones particulares sino como conocimiento. Las sequías suponen ya en muchos lugares del planeta la diferencia entre la vida y la muerte para decenas de miles de personas. Un grupo de especialistas ha concluido recientemente que las condiciones actuales hacen que las sequías extremas resulten al menos 20 veces más probables en la región extratropical del hemisferio norte. Pueden ocurrir una vez cada 20 años; sin los efectos del cambio climático, se produciría una vez cada 400. Solo en Europa, que ha vivido el verano más caluroso desde al menos 1880, el Observatorio Europeo de la Sequía estima que el 47% del territorio continental se encuentra en peligro de sufrirla y el 17% en condiciones de alerta grave.

En plena guerra en Ucrania, la bajada de rendimiento de los cultivos por el calor y la carencia de agua ha acentuado la crisis internacional de precios y generado un problema de seguridad alimentaria en las zonas más pobres y desprotegidas del globo. El calor extremo y las inundaciones en India y Pakistán o las sequías en zonas de África se han combinado para agravar las dificultades en los mercados de alimentos internacionales. En España, cerca del 30% de las cosechas de cereal se han perdido, con embalses al 31,9%, el peor dato en 27 años, y se han vivido olas de calor encadenadas con sequías e incendios gigantescos. Conforme crecen las evidencias del cambio climático, crecen también las preguntas sobre sus repercusiones y la urgencia de gestionar los riesgos futuros. Los impactos climáticos extremos y la responsabilidad de las naciones más ricas con los países más pobres son una de las cuestiones que abordará en un mes la cumbre del clima de la ONU.

Cualquier forma de banalizar los datos que aportan los científicos puede resultar letal para un enorme segmento de la población del planeta, pero también para el mismo Occidente rico. Ayer mismo se hacían públicos los resultados de un informe de la Organización Meteorológica Mundial que elude el alarmismo, pero no la realidad: “Las olas de calor y las sequías ya están poniendo a prueba la generación de electricidad existente” a causa de la dificultad de refrigerar tanto las centrales térmicas como las nucleares porque se ha reducido la disponibilidad de agua para ese fin. También las plantas hidroeléctricas se ven ya afectadas porque el 11% de la capacidad de generar electricidad a través de los saltos de agua se sitúa en zonas de lo que se llama “estrés hídrico”: donde el agua escasea. Ninguna planificación económica podrá obviar los riesgos energéticos ante el cambio climático.

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