Transferir el dolor de cabeza

A medida que hablaba con él, me fui dando cuenta de que mi malestar era suyo, aunque había logrado trasladármelo de algún modo diabólico

Carol Yepes (Getty)

Me levanté con un dolor de cabeza que no era mío. Distingo los míos a distancia y jamás he intentado quitármelos de encima echándoselos a otro. Pero el dolor de aquel miércoles pertenecía a una cabeza ajena y en consecuencia no funcionaron los remedios que suelo utilizar para aplacar los propios. A media mañana me telefoneó mi hermano Diego. Quería saber cómo estaba, lo que me sorprendió muchísimo, pues jamás se ha interesado por mi salud, pese a ser el mayor, lo que en nuestra cultura familiar implica responsabilidades. A...

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Me levanté con un dolor de cabeza que no era mío. Distingo los míos a distancia y jamás he intentado quitármelos de encima echándoselos a otro. Pero el dolor de aquel miércoles pertenecía a una cabeza ajena y en consecuencia no funcionaron los remedios que suelo utilizar para aplacar los propios. A media mañana me telefoneó mi hermano Diego. Quería saber cómo estaba, lo que me sorprendió muchísimo, pues jamás se ha interesado por mi salud, pese a ser el mayor, lo que en nuestra cultura familiar implica responsabilidades. A medida que hablaba con él, me fui dando cuenta de que mi dolor de cabeza era suyo, aunque había logrado trasladármelo de algún modo diabólico. Quizá, pensé, me llamaba porque se sentía culpable o quizá para ver si a mí me hacía tanto daño como a él.

Le dije que me encontraba bien, incluso muy bien. “Llevaba varios días”, añadí, “con dolor de cabeza, pero hoy precisamente se me ha quitado”. “¿Seguro que no te duele?”, preguntó inquieto. “Segurísimo”, respondí, “es imposible que te duela la cabeza sin que te des cuenta de ello”. Seguimos hablando un rato de esto y de lo otro y a medida que hablábamos la migraña regresaba misteriosamente a su cabeza. En un momento, él intentó cortar la conversación, porque se dio cuenta de lo que ocurría, pero logré mantenerlo pegado al teléfono hasta que se la traspasé del todo. Cuando colgué, me encontraba pletórico. Salí al parque a dar un paseo y disfruté con intensidad del aire limpio, del ir y venir de los pájaros y del alboroto de los peces del estanque, a los que arrojé una comida especial que guardo para ellos.

Pensé, no obstante, en el hecho curioso de que determinados dolores de cabeza pudieran transferirse a otros y ayer creo que logré cederle uno a mi terapeuta, que al término de la consulta presentaba el mal aspecto que tenía yo al comenzarla.

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