Política bótox

Los tiranos del planeta comparten una premisa común: están insatisfechos con la imagen que el espejo les devuelve de sí mismos y buscan vivir una segunda juventud

Silvio Berlusconi durante un acto de campaña para las elecciones en Italia.MAX ROSSI (Reuters)

Este otoño el mundo se ha vuelto loco: mientras en las dictaduras más represivas (Rusia o Irán) mucha gente arriesga su vida luchando por sus libertades, en las democracias más tolerantes (Suecia o Italia), muchos ciudadanos parecen que quieren sacrificar sus libertades votando a partidos extremistas que prometen una “nueva vida”. ¿Por qué se mueven los países en sentidos ...

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Este otoño el mundo se ha vuelto loco: mientras en las dictaduras más represivas (Rusia o Irán) mucha gente arriesga su vida luchando por sus libertades, en las democracias más tolerantes (Suecia o Italia), muchos ciudadanos parecen que quieren sacrificar sus libertades votando a partidos extremistas que prometen una “nueva vida”. ¿Por qué se mueven los países en sentidos tan opuestos?

Porque los tiranos del planeta y sus velados admiradores en las democracias comparten una premisa común: están insatisfechos con la imagen que el espejo les devuelve de sí mismos, y de sus seguidores, y buscan desesperadamente vivir una segunda juventud.

Algunos, literalmente. Silvio Berlusconi, con sus 86 primaveras y momificado por el bótox, se vanagloria estos días de ligar con ragazze. Vladímir Putin alterna impúdicas exhibiciones de pectorales con secretos tratamientos médicos, basados en la tecnología más avanzada y la superchería más arcaica.

Y todos quieren revivir las glorias, o cumplir los sueños, de su juventud. Se dice que los Gobiernos de Hungría y Polonia son los primeros ejemplos del nuevo autoritarismo que amenaza Europa, pero son los últimos estertores de la mentalidad comunista en la que Viktor Orbán y sus acólitos se socializaron. Sus bolsas de voto son personas mayores desencantadas con la llegada de la democracia liberal. Su ideología cristiana, aparentemente opuesta a la comunista, defiende el mismo orden previsible frente al caos de la globalización. Tienen éxito, pero las generaciones jóvenes se rebelarán pronto, como nuestros hijos cuando les hacemos ver Verano azul y ellos huyen a YouTube.

Más al este, tenemos soldados enviados con engaños a morir lejos de sus familias, opositores torturados en cárceles siniestras y envenenados en países pacíficos, fugas de gas en el mar Báltico, drones sobrevolando centrales nucleares, y una mano temblorosa sobre el botón rojo. Si nos lo cuentan a finales del siglo XX, concluiríamos que esa superpotencia está dirigida por un agente del KGB. Tal cual. Putin, y su círculo, juegan a ser espías para reencontrarse con sus años mozos.

Y Giorgia Meloni y la ultraderecha europea tratan de recrear el ideal de familia tradicional perdido en su adolescencia por las mareas de la modernidad.

A la larga, todos están condenados al fracaso porque nadie puede tirar el reloj hacia atrás. Las arrugas siempre vencen al bótox. @VictorLapuente

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