Ni sujetadas ni sostenidas

Dejar de creer que el sostén es una prenda imprescindible para ir por esta vida sería un gran avance, una liberación física que, quién sabe, tal vez contribuya a liberar también el espíritu

Un grupo de mujeres lanza sus sujetadores al aire frente a la Torre Eiffel, en septiembre de 2019.Chesnot (Getty Images)

Quemarlos no, pero dejar de creer que el sostén es una prenda imprescindible para ir por esta vida sería un gran avance, una liberación física que, quién sabe, tal vez contribuya a liberar también el espíritu. Las mujeres de mi generación, cuando la arrogancia de la juventud nos daba una visión distorsionada de la realidad según la cual ya no había más derechos por conquistar y vivíamos en plena igualdad, nos reíamos de...

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Quemarlos no, pero dejar de creer que el sostén es una prenda imprescindible para ir por esta vida sería un gran avance, una liberación física que, quién sabe, tal vez contribuya a liberar también el espíritu. Las mujeres de mi generación, cuando la arrogancia de la juventud nos daba una visión distorsionada de la realidad según la cual ya no había más derechos por conquistar y vivíamos en plena igualdad, nos reíamos de aquellas viejas feministas que en su día quemaron sujetadores en las plazas públicas. Las ridiculizábamos mientras intentábamos encajar en estrechos moldes estéticos, se nos clavaban los aros metálicos en las tiernas carnes en desarrollo y al llegar la noche, frente al espejo, descubríamos en hombros y espalda las marcas de una armadura de tela que creíamos llevar por estética y no el deber moral del que ni éramos conscientes. Resuena otra vez Rosa Luxemburgo: hasta que no te mueves, no oyes el ruido de las cadenas. Hasta que no te quitas el sujetador, no te das cuenta de hasta qué punto es obligatorio llevarlo.

Crecimos bombardeadas por anuncios de Wonderbra, Pamela Anderson corriendo por las playas californianas con unos pechos que desafiaban milagrosamente la gravedad. El mensaje que nos llegó fue claro: si querías ir con camiseta, sin nada debajo, tenías que ser tan plana y andrógina como Kate Moss. O te moldeabas y subías tus mamas hasta límites insospechados o intentabas disimular aquellas protuberancias que parecían llamar la atención de todo el mundo. Las pechugonas sin sostén se consideraban dejadas, incluso sucias. Algo curioso si tenemos en cuenta que, a menos que estén ejerciendo la función biológica de alimentar un bebé, no secretan ninguna sustancia que manche. Pero pobre de la que se atreviera a pasearse con sus globos bamboleándose impúdicamente. Y las que más censurábamos a las pocas que se atrevieron a ir “sin” fuimos nosotras, las mujeres, ejerciendo estúpidamente un control social que nos acababa perjudicando a todas.

Yo no veo razón anatómica para llevar sujetador. Dicen que así no se cae pero estos días hay infinidad de chicas jóvenes que no usan el engorroso artilugio y no parece que vayan perdiendo las tetas por la calle. También que evitan el dolor de espalda pero basta probarse cualquiera modelito para que la incomodidad que genera sí provoque contracturas. Esta necesidad no lo es, menos aún cuando lo sujetadores que nos venden son desagradables al tacto, hechos de puro petróleo transformado en encaje y encima carísimos a pesar de la poca tela que se necesita para confeccionarlos.

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