El secreto del trío perfecto

Ahora que entendemos que en las redes todo está ensayado, lejos de enfadarnos con los simuladores, los celebramos

Nathan Fielder observa una de las pruebas del tercer capítulo de 'Los ensayos'.Allyson Riggs

Cuenta Nathan Fielder en el primer episodio de Los ensayos —la fascinante serie de HBO mezcla de telerrealidad, escenas humorísticas y clase de filosofía contemporánea— que cuando alguien revela su verdadero yo “a la gente no le gusta lo que siempre ve”. Ese podría ser el lema de Twitter. Lo sabemos las reincidentes del scroll compulsivo: entre todos los gritos, aplausos e indignación que va sorteando nuestro pulgar, siempre solemos detenernos y atender a quienes, de una m...

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Cuenta Nathan Fielder en el primer episodio de Los ensayos —la fascinante serie de HBO mezcla de telerrealidad, escenas humorísticas y clase de filosofía contemporánea— que cuando alguien revela su verdadero yo “a la gente no le gusta lo que siempre ve”. Ese podría ser el lema de Twitter. Lo sabemos las reincidentes del scroll compulsivo: entre todos los gritos, aplausos e indignación que va sorteando nuestro pulgar, siempre solemos detenernos y atender a quienes, de una manera u otra, sentimos como insinceros, los que nos dejan perplejas por cuestionar nuestra verdad.

La serie de Fielder es un poco como la historia de nuestros tuits: parte de la idea de que toda interacción social ha de someterse a una planificación milimetrada, a través del error y ensayo constante. Sin espacio para la improvisación, en el show se apuesta por un método que imagina previamente todas las respuestas posibles, las ensaya todas y se agarra a las que mejor funcionan para salir airoso. El objetivo es tan simple como no sentirse un perdedor al socializar y poder conectar con éxito con los demás. Lo que todos, al fin y al cabo, soñamos.

Para librarse de la angustia relacional, Fielder ha completado un plan con el que internet lleva años fantaseando: vivir en la simulación total. Y si su serie se ha convertido en objeto de culto entre un público muy particular —no es casualidad que quienes más la sientan y donde más ha resonado haya sido entre los educados y moldeados sentimentalmente en la esfera virtual— es porque la vida que pasa dentro de nuestras pantallas se ha transformado un poco en ese universo. En un ensayo constante del éxito a la caza de la visibilidad, donde todos andamos hablándonos en círculos con una jerga pactada y preestablecida como la válida para triunfar. En una esfera en la que a nadie le importa aquella idea inmutable que era la verdad —ahora es relativa según el algoritmo con que se mira—; en un sistema en el que se premia a los cínicos y la sinceridad siempre pierde, ¿a quién acabamos mirando y de quién acabamos hablando?

Balenciaga está en todos los muros por vender bolsos que simulan ser bolsas de basura a 1.700 euros. Gwyneth Paltrow, quien se hizo millonaria explotando los miedos femeninos con productos listos para mosquearnos —como esa vela que huele igual que una vagina—, reventó las redes este verano al anunciar en su Instagram que vendía paquetes de 12 pañales a 115 euros. Lejos de ser lo que parecía, resultó una estratagema viral para concienciar, junto a una ONG, sobre el elevado precio de productos de primera necesidad.

Y ahí están las tres chavalas jugando en TikTok al “no somos el trío perfecto”, unas jóvenes que se han quedado con todos y han conseguido dos millones de visualizaciones en Twitter. Lo han hecho colándonos un vídeo que tenía pinta de haber captado en tiempo real una pelea entre amigas que pasaban de un tímido “no somos el trío perfecto porque ellas son de 2007 y yo de 2006″ al letal “no somos el trío perfecto porque ellas dos se liaron con mi novio a la vez y pensaban que no me iba a enterar”. Esas chicas no son las únicas que han entendido hasta qué punto esta mezcla de absurdo e insinceridad dirigen la atención de nuestras vidas virtuales. Ahora que sabemos que ahí dentro casi todo está tan cronometrado como un capítulo de Los ensayos, en 2022, lejos de enfadarnos por la supuesta falsedad de los simuladores, lo celebramos.

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