Impuesto a la banca

Las entidades españolas reciben más apoyo que las europeas, multiplican el dividendo y son menos solventes

Ediificio de Caixabank en Barcelona.David Zorrakino (Europa Press)

El impuesto previsto a los beneficios caídos del cielo de la banca como consecuencia de los aumentos del tipo de interés del BCE afectará únicamente al 49% de los mismos, según los cálculos de este periódico. Será, pues, digerible, y resulta extemporánea la sonora salida de tono de una banquera,...

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El impuesto previsto a los beneficios caídos del cielo de la banca como consecuencia de los aumentos del tipo de interés del BCE afectará únicamente al 49% de los mismos, según los cálculos de este periódico. Será, pues, digerible, y resulta extemporánea la sonora salida de tono de una banquera, María Dolores Dancausa (”es injusto”, “lo pelearemos”, ha dicho) en protesta por el esfuerzo que se le requiere.

La alegación de que no deben articularse medidas fiscales sobre una concreta rama de actividad es pobre. Se favoreció al turismo en la pandemia o al sector bancario reiteradamente, y es justo exigirles más en tiempos de bonanza. Lo reclama el mismo Fondo Monetario Internacional al postular aumentos en el impuesto de sociedades a las empresas que generan “beneficios extraordinarios”. Ello no implica ignorar los motivos de inquietud del sector cuando están más fundados: los márgenes de la banca son limitados en comparación con otros e incluso podría favorecerse a los competidores tecnológico-financieros si no se les grava de forma similar.

Pero conviene recordar que, en general, el gravamen no castigará la eficacia de la gestión y que recaudará menos de lo que crecerá su margen a raíz de las medidas regulatorias que adopte el BCE. No hay muchos otros países en Europa en que se haya beneficiado el sector bancario de tanto apoyo público. En España ha recibido un doble salvamento. Primero, la reconversión de los bancos en los años ochenta y noventa supuso una enorme factura para el Tesoro, y acompañó la reducción desde 150 entidades a no más de una docena. Después, el rescate financiero europeo (con un coste, de momento, de más de 50.000 millones de euros) redundó en el fortalecimiento y enorme concentración de la banca.

Esos rescates no pretendían en primer término beneficiar a los banqueros, sino evitar el colapso de la economía y la ruina de los clientes, y no resultaron gratis al contribuyente, contra lo prometido en el último. El esfuerzo colectivo dispensado debería sensibilizar a las entidades beneficiadas, directa e indirectamente, para actuar ahora en justa sintonía.

Los bancos reclamaron con insistencia el alza de los tipos de interés para aumentar sus márgenes. Olvidaban que la era de tipos bajos también les benefició, porque al mejorar las finanzas de sus clientes descendió la morosidad (del 12,68% de 2013 al 4,18% el pasado mayo). Tampoco impidió que en 2021 triplicasen largamente sus beneficios. Durante el primer semestre de este año, la expectativa del aumento de tipos ha contribuido al aumento de los beneficios de las cinco entidades cotizadas, un total de 10.132 millones de euros (entre el 33% y el 78%) sobre el buen punto de partida anterior: la excepción es Bankinter (solo un 11%), precisamente dirigido por Dancausa.

Los beneficios son benéficos, sí, pero su reparto, no. Los anuncios de multiplicación de dividendos, las operaciones de autocartera que revierten en los accionistas, el hecho de que los ejecutivos bancarios sean de media los mejor pagados de Europa (128 de ellos cobraron 2,18 millones en el año fatal de 2020) pero en cambio la banca española figure a la cola de la europea en su ratio de solvencia (el 13%, contra una media del 15,4%, datos de enero de 2022) son indicadores cabales de la necesidad de una reorientación de las externalidades de la banca. El beneficio final será de todos, y no solo de sí misma.

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