Reflexiones por las orillas del Ebro

Los lectores escriben sobre los restos de los botellones a orillas de los ríos, los peligros de ir a la montaña sin preparación, los abuelos y los pinchazos a mujeres en fiestas

Botellón en la plaza Dos de mayo de Madrid.

La noche ha sido tropical, tórrida, al igual que en el resto del país. Tengo la impresión de que el continente africano se va extendiendo hacia arriba a pasos agigantados. La cama me arroja de su lecho y, sin pensarlo dos veces, me pongo ropa cómoda para aprovechar la brisa matutina, fluvial, refrescante paseando por las orillas del Ebro. Las gaviotas, cormoranes, garzas reales, garcetas, martinetes… ya se han desperezado y se lanzan hambrientas por sus primeras presas. Pasa algún transeúnte, cabizbajo, a algunos se les ve con rumbo fijo, a otros, sin él, intentando también tragar alguna bocan...

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La noche ha sido tropical, tórrida, al igual que en el resto del país. Tengo la impresión de que el continente africano se va extendiendo hacia arriba a pasos agigantados. La cama me arroja de su lecho y, sin pensarlo dos veces, me pongo ropa cómoda para aprovechar la brisa matutina, fluvial, refrescante paseando por las orillas del Ebro. Las gaviotas, cormoranes, garzas reales, garcetas, martinetes… ya se han desperezado y se lanzan hambrientas por sus primeras presas. Pasa algún transeúnte, cabizbajo, a algunos se les ve con rumbo fijo, a otros, sin él, intentando también tragar alguna bocanada de aire fresco. Mi atención se dirige a zonas donde las hordas del botellón han hecho de las suyas: todo un reguero de envases y desperdicios. Me produce mucha desazón pensar que todo acabará arrastrándose al mar. Pero en medio de la tormenta aparece el arco iris: contemplo cómo algunos ciudadanos van recogiendo toda la basura que otros han dejado durante la noche de juerga. Constituyen auténticos brotes verdes en esta sociedad reseca.

Mariano Aguas Jáuregui. Zaragoza

Los peligros de la montaña

En Asturias tenemos un problema: todos los días aparecen noticias sobre rescates de montaña. No lamentamos un gran número de fallecidos, por suerte, pero sí un elevado gasto público. La publicidad no muestra que lo hermoso de la naturaleza conlleva una lección cruel: No es para todo el mundo. La montaña es peligrosa y el sendero más fácil necesita preparación. Además de calzado, víveres y equipamiento adecuado, quiero recordar lo que, para mí, es más importante: preparación y respeto. No subas por donde no vayas a poder bajar, no continúes si no sabes a dónde te diriges, presta atención al entorno, estudia el lugar, acude acompañado, asume tus capacidades físicas y no te pongas al límite. No todo es inmediato en la vida y en la montaña, mucho menos. Ven, pero no te juegues la vida.

Sara Paz Suárez. Los Campos (Asturias)

La casa de mi abuela

Estoy pasando el verano en casa de mi abuela. Ella ya no está, murió hace cinco años. Sin embargo, está extrañamente presente en sus cosas, en el modo en que las organizó, en los pequeños chistes que dejó por casa. Pero esa presencia revela una ausencia insoportable. Por la ventana de la casa de mi abuela entra el sonido de una trompeta. Un vecino está tocando el Ave María de Schönberg. Yo quería pasar un verano alegre y me estoy poniendo nostálgico. Encima soy de lágrima fácil (si me viera mi abuela...). Entre eso y el calor, voy a deshidratarme. Ahora bajaré a por hielo, que mi abuela no me enseñó a hacerlos.

Rafael Martínez Rivas. Valdemoro (Madrid)

Ocupar los espacios

Estos pinchazos a mujeres en las noticias podrían ser la triste anécdota que ahora ocupa el interés mediático. Inaceptable, como gesto pueril del matón desnortado. Pero más allá del inexplicable abuso físico, se percibe el ataque sutil a la mujer que ocupa el espacio público, haciéndola, de paso, vulnerable al viajar sola, moverse independiente, navegar su propia ruta. Entre líneas, me pregunto si vamos a tener que reconquistar la plaza, como las flâneuse del pasado, mujeres de paso firme que tomaron las calles a zancadas por las ciudades del XIX. ¿Es este el aguijón misógino versión siglo XXI?

María José Martínez Ruibal. Vigo

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