¿A quién apunta Boris Terminator Johnson?

El Brexit, que prometió recuperar la prosperidad perdida a lomos del nacionalismo nostálgico, ha desatado de momento una especie de italianización de Inglaterra

Boris Johnson en el Parlamento británico. En vídeo: Discurso de despedida. Foto: AFP | Vídeo: EFE

Algo falla: cuando Arnold Schwarzenegger decía aquello de “Hasta la vista” o “sayonara, baby” no era para despedirse amablemente de nosotros, público que no debíamos tener otra cosa mejor que hacer que ver Terminator, sino porque estaba a punto de pegar el disparo definitivo a algún malvado que convenía liquidar.

Por ello...

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Algo falla: cuando Arnold Schwarzenegger decía aquello de “Hasta la vista” o “sayonara, baby” no era para despedirse amablemente de nosotros, público que no debíamos tener otra cosa mejor que hacer que ver Terminator, sino porque estaba a punto de pegar el disparo definitivo a algún malvado que convenía liquidar.

Por ello, cuando Boris Johnson ha dicho en el Parlamento británico y en español, como aquel actor convertido en justiciero y luego en político “hasta la vista, baby”, nos hemos quedado agazapados, expectantes, esperando a ver adónde apunta, qué enemigo se propone liquidar. No vayamos a ser nosotros mismos.

Después de esa singular despedida en el Parlamento, sin embargo, vinieron risotadas, alaridos de machote y aplausos y, los que intentamos siempre rellenar los huecos para comprender el hilo argumental de las tramas nos hemos preguntado: ¿Quién era el malo de esta película? ¿A quién va Johnson a disparar?

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Y a la espera de un giro de guion que aún nos traiga sorpresas, la respuesta es que el tiro de gracia acaso ya estaba disparado. El tiro ha sido seguramente contra la historia, contra la credibilidad, contra la institucionalidad británica y contra la respetabilidad, en suma, labrada durante siglos por esa gran nación.

“Permaneced cerca de EE UU, de Ucrania, de la libertad. Desregulad y haced de este país el mejor en el que vivir e invertir”, dijo además antes de lanzar un recadito contra el Tesoro (que por cierto han dirigido los dos aspirantes a sustituirle) y contra la burbuja de Twitter.

Inglaterra supo enseñar al mundo el valor de la estabilidad: Margaret Thatcher gobernó 11 años; Tony Blair, 10. Los 70 años que siguieron a la II Guerra Mundial conocieron apenas 13 primeros ministros. Qué decir de la reina Isabel II, 75 años en el trono con cifras apoteósicas de admiración. En el mismo periodo, Italia tuvo 28 primeros ministros, muchos de ellos repetidos en innumerables gobiernos de escasísima duración. Hoy mismo, el sueño de la estabilidad se ha vuelto a desvanecer al caer el mismísimo Mario Draghi.

El Brexit, que prometió recuperar la prosperidad perdida a lomos del nacionalismo nostálgico, ha desatado de momento una especie de italianización de Inglaterra. La política se ha abaratado en manos de un Johnson que ha mentido y se ha entregado a la fiesta perpetua en una Inglaterra dolorida, confinada. Acaso el disparo pendiente que nos hemos quedado esperando sea el que remate a esa nación que solía ser acogedora, cosmopolita, abierta, fiable y capaz de jugar un papel en aras de la libertad. Hasta la vista, baby.

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