¿Menos España, más PP?
El Partido Popular se consolida paradójicamente gracias a la descentralización del país
Algo interesante está ocurriendo en el panorama nacional. Y novedoso: el nuevo nacionalismo español que surgió a partir del desafío independentista catalán desató el impulso de Vox, pero el PP está encontrando otro camino. No es una estrategia, no estaba buscado ni programado, pero se está imponiendo por la vía de los hechos: la España menos centralizada está salvando al PP.
El PP nacional se ha visto pulverizado por su propia corrupción, que...
Algo interesante está ocurriendo en el panorama nacional. Y novedoso: el nuevo nacionalismo español que surgió a partir del desafío independentista catalán desató el impulso de Vox, pero el PP está encontrando otro camino. No es una estrategia, no estaba buscado ni programado, pero se está imponiendo por la vía de los hechos: la España menos centralizada está salvando al PP.
El PP nacional se ha visto pulverizado por su propia corrupción, que causó hace cuatro años la caída del incombustible Rajoy, y por la inexperiencia y el mal cálculo de Casado, devorado en su intento de ponerse de puntillas sobre el éxito de Díaz Ayuso. Si hoy recordamos lo que representaba el PP de Aznar y sus lugartenientes en aquellos tiempos de Rato, Acebes, Zaplana y otros tantos rostros de un poder que parecía imbatible, comprobamos que algo muy profundo ha cambiado, mucho más allá del estilo. El poder simbólico de la organización como apisonadora nacional se evaporó entre libretitas, ordenadores destruidos, cajas b y una guerra sucia que aún hiede en Génova. Pero el PP es mucho PP y lo que lo está salvando y propulsando es precisamente la descentralización.
Tras la autocombustión de Casado, el triunfo de Feijóo y el éxito previsto en las encuestas consolida una realidad: el nuevo poder ha emanado de Galicia, donde el nuevo presidente del PP había gobernado 13 años con cuatro mayorías absolutas. Y no es la única estrella. Ayuso dio el campanazo hace un año al conseguir gobernar en solitario en Madrid (con el apoyo externo de Vox) y —tras el pinchazo de Mañueco en Castilla y León (que se ha visto obligado a coaligarse con Vox)— Moreno Bonilla puede emerger pronto como un nuevo barón moderado que gobierne en solitario si los votos confirman lo que indican las encuestas.
De un plumazo, el PP es otro o al menos lo parece, lo que en política es más importante que serlo. Feijóo y Moreno Bonilla confirman un eje nada centralista capaz de imprimir un alma de registros suaves frente a la estridencia de Ayuso. Desaparecidos los manchados por la corrupción, a los nuevos (viejos) rostros les quedaría una enorme asignatura pendiente, una especie de galleguización del partido: recuperar todo el espacio sin contaminación de Vox.
Vienen tiempos relevantes. Tiempos en que se medirán muchas cosas. Demostrar que se puede culminar el viaje de la España descentralizada al poder nacional necesitará algo muy diferente de la crispación. El mantenimiento de la sede de Génova como emblema puede ser un signo de que el objetivo es volver. Con todas las consecuencias. Interesante, si se produce, quién se asomará esta vez al balcón.