Lenguaje hegemónico
Habría deseado decirle a Chirbes que sigo sin encontrar una definición precisa de la presunta modulación idiomática que transmiten quienes cortan el bacalao social o que el escritor contrae por su cuenta y riesgo
Conocí en Hannover a Rafael Chirbes, autor de amplia difusión en Alemania. Algo hablamos, retirados del resto de acompañantes, en parte por la urgencia de nicotina que acuciaba a Chirbes. Después mantuvimos trato por correo electrónico e intercambiamos impresiones y libros. Cosas de escritores que no se niegan el aprecio mutuo.
La muerte de Chirbes en 2015 interrumpió un diálogo que no había tardado en rebasar los límites de la mera conversación de circunstancias. Chirbes parecía obsesi...
Conocí en Hannover a Rafael Chirbes, autor de amplia difusión en Alemania. Algo hablamos, retirados del resto de acompañantes, en parte por la urgencia de nicotina que acuciaba a Chirbes. Después mantuvimos trato por correo electrónico e intercambiamos impresiones y libros. Cosas de escritores que no se niegan el aprecio mutuo.
La muerte de Chirbes en 2015 interrumpió un diálogo que no había tardado en rebasar los límites de la mera conversación de circunstancias. Chirbes parecía obsesionado con la posibilidad de que el poder aprovechara sus escritos para narrarse favorablemente a sí mismo. De hecho, reflexionó con lucidez sobre la cuestión en diversos opúsculos. Le dije: “No sé qué entiendes por poder; pero me da que esta batalla la tienes, la tenemos, perdida de antemano.” El éxito posterior de Crematorio, novela que además mereció una adaptación televisiva, confirmó el presagio. Ni siquiera hace falta adular a las autoridades. Un poco de renombre basta para que a quienquiera con cierta presencia mediática y capacidad de intervención en las conciencias ajenas se le someta a una radiografía ideológica. No se escapa nadie, ni en España ni en la Cochinchina, y el escritor, pobrecillo, está solo.
Habría deseado decirle a Chirbes que sigo sin encontrar una definición precisa de la presunta modulación idiomática que transmiten quienes cortan el bacalao social o que el escritor contrae por su cuenta y riesgo. Escucho con curiosidad filológica las peculiaridades lingüísticas de gobernantes y opositores. No advierto en ellos elegancia expresiva ni hondura de pensamiento; antes bien, salvo en contadas excepciones, pampringadas léxicas y lluvia de anacolutos, pleonasmos y muletillas. Oigo a varones decir tan campantes “nosotros y nosotras”. Una ministra lee en voz alta un poema ¿con el permiso de quien lo compuso en un rato de soledad? ¿Todo eso es lenguaje hegemónico? Y si lo es, ¿depende de los resultados electorales? Chirbes, ¿por qué te fuiste? Teníamos tanto que hablar.