Ridículo genital
No molesta el dolor menstrual, sino los ovarios de alguna ministra (que da motivos sobrados de controversia, no hace falta inventarlos cuando acierta)
Dice Mircea Catarescu que “la literatura es la actividad que más dolor nos inflige”. En una entrevista, define al escritor como un “mártir espiritual”, alguien que siente dolor todo el tiempo. En mi caso es cierto, aunque se restrinja a las vértebras y a los huesos, y no se deba tanto a mi condición de escritor, sino a la de enfermo crónico y trabajador sedentario, pero recurriré a la autoridad del autor rumano en mi próximo pleito con la seguridad social, a ver en qué código meten el dolor que inflige la lite...
Dice Mircea Catarescu que “la literatura es la actividad que más dolor nos inflige”. En una entrevista, define al escritor como un “mártir espiritual”, alguien que siente dolor todo el tiempo. En mi caso es cierto, aunque se restrinja a las vértebras y a los huesos, y no se deba tanto a mi condición de escritor, sino a la de enfermo crónico y trabajador sedentario, pero recurriré a la autoridad del autor rumano en mi próximo pleito con la seguridad social, a ver en qué código meten el dolor que inflige la literatura y cómo tramitan las bajas por martirio espiritual.
Al carecer de ovarios y útero, Catarescu desconoce las menstruaciones dolorosas, y al ser rumano, no está al tanto de los debates de actualidad españoles, por lo que no cabe tomar sus declaraciones como un insulto, aunque le suenen a tal a cualquiera que sienta dolor de verdad o haya sufrido por algo más que escribir una novela. Cosas peores se han leído y oído estos días en España, a cuyo lado, la memez cursi y narcisista de Catarescu suena sensata. La que se ha armado no se explica ni en términos psiquiátricos. Por más que leo, no entiendo qué tiene de malo que el Estado del bienestar ejerza de tal y proteja jurídicamente a las mujeres con dolores de regla que las incapacitan temporalmente. Reconocer el derecho a tres días de baja por ello ni siquiera es un gran avance social. No se puede comparar ni a la despenalización del aborto ni al divorcio. En la arquitectura de la socialdemocracia, apenas es una pincelada de barniz, el añadido de una fila a un estadillo de la seguridad social.
La indignación es tan delirante que no merece ni refutación. Solo cabe reírse de quienes temen los fraudes. ¿Que habrá mujeres que fingirán para escaquearse? Pues claro, como hay mujeres y hombres que fingen lumbalgias y jaquecas para librar un viernes y hacerse un puente. Si Catarescu se tiene a sí mismo por un mártir espiritual, ¿qué no impostará un jeta cualquiera del departamento de ventas?
No molesta el dolor menstrual, sino los ovarios de alguna ministra (que da motivos sobrados de controversia, no hace falta inventarlos cuando acierta). Por hacer oposición, hay quien es capaz de negarle una baja a una mujer dolorida. Delirar de tal modo contra medidas lógicas y casi blancas, y anteponer la ideología a la fisiología, desacreditan al opositor, del mismo modo que el martirio espiritual desacredita al poeta. Los ataques legítimos y necesarios al Gobierno no deberían caer en el ridículo genital.