Petro y la vocación de poder de la izquierda colombiana

El candidato de izquierda no parece haber llegado a su techo porque sigue subiendo en las encuestas mientras Federico Gutiérrez se estanca

Gustavo PetroFernando Vergara (AP)

Algo debe estar pasando con las placas tectónicas en Colombia para que, por primera vez, desde nuestra independencia, un político como Gustavo Petro, de izquierda y con un pasado guerrillero, sea hoy el candidato con más probabilidades de ganar las próximas elecciones presidenciales en Colombia.

Su ascenso, lento pero consistente, tiene en ascuas a una parte importante de la sociedad colombiana que todavía destila un anticomunismo cerrero, heredado de la guerra que se libró contra la guerrilla marxista le...

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Algo debe estar pasando con las placas tectónicas en Colombia para que, por primera vez, desde nuestra independencia, un político como Gustavo Petro, de izquierda y con un pasado guerrillero, sea hoy el candidato con más probabilidades de ganar las próximas elecciones presidenciales en Colombia.

Su ascenso, lento pero consistente, tiene en ascuas a una parte importante de la sociedad colombiana que todavía destila un anticomunismo cerrero, heredado de la guerra que se libró contra la guerrilla marxista leninista de las Farc.

Hace cuatro años en su segundo intento por llegar a la presidencia, Petro fue derrotado por Iván Duque, el candidato del expresidente Uribe. Sin embargo, los ocho millones de votos que obtuvo, mostraron que la izquierda podía llegar al poder. El establecimiento político cerró filas y desempolvó de nuevo la tesis apocalíptica de que si Petro llegaba al poder, Colombia se convertiría en una segunda Venezuela, pero el susto no cundió. Cuatro años después, Petro va camino de superar su propia marca. Ganó la consulta de la izquierda con la mayor votación al poner cuatro millones quinientos mil votos, el doble de la votación obtenida por Fico, el todopoderoso candidato del Gobierno Duque y del expresidente Uribe. Se ha consolidado como el candidato que encarna el cambio, una percepción que se expresa en todas las encuestas, se da el lujo de no ir a los debates presidenciales y cuenta con una legión de seguidores en las redes que lo siguen como si fuera su dios. A solo tres semanas de la primera vuelta, Petro no parece haber llegado a su techo porque sigue subiendo en las encuestas mientras Federico Gutiérrez se estanca.

Esto de que la izquierda tenga vocación de poder es una experiencia nueva para los colombianos. Hasta hace poco ser de izquierda era sinónimo de terrorista, de auxiliador de la guerrilla, de desechable. Desde que Simón Bolívar nos independizó, los presidentes que han gobernado a Colombia, han provenido de las canteras del partido liberal y del partido conservador. El bipartidismo que domino la política en Colombia durante casi un siglo y medio, fue anti reformista y anticomunista. Los presidentes como López Pumarejo que se salieron de ese molde fueron castigados y los candidatos, como Jorge Eliecer Gaitán, de ideas progresistas, terminaron asesinados. En los sesenta, los dos partidos formaron el Frente Nacional, un acuerdo político que cesó la violencia interpartidista y que les permitió co-gobernar el país por 20 años. De ese Frente Nacional fue excluida la izquierda.

Gustavo Petro no se parece a López Obrador, así comparta cierta visión arcaica sobre lo que es el feminismo y la lucha de las mujeres. Tampoco se parece a Maduro, como dicen sus feroces críticos que graduaron de castrochavista hasta Juan Manuel Santos, cuya familia es la cuna del establecimiento. Petro ha criticado la economía extractivista de Venezuela y su corrupción. El candidato del Pacto Histórico, así se llama su movimiento, es hijo directo del conflicto que tuvo Colombia, de ese sistema bipartidista excluyente que frenó los grandes cambios sociales y que empujó a muchos jóvenes a la lucha armada.

Petro no proviene de clubes selectos sino de las canteras de la izquierda guerrillera que se plantó en Colombia desde la década de los sesenta. Militó en el M-19, una guerrilla urbana que se fundó en 1970 luego de unas elecciones fraudulentas que impidieron la llegada al poder del candidato que cuestionaba el cerrado sistema del Frente Nacional. Sus integrantes eran jóvenes como Petro, que se sentían excluidos del poder y que tampoco se veían representados en una guerrilla como las Farc, que le rendía pleitesía a Moscú y no interpretaba el descontento de la nueva clase media urbana.

Petro no es marxista, como tampoco lo era el M-19 una guerrilla que era socialista y bolivariana. Sus actos terroristas fueron más brutales que los de las Farc: secuestró a embajadores, asesinó a industriales, a jefes sindicales y protagonizó la toma del Palacio de Justicia en 1985. Estuvo preso y fue torturado. En 1990, cuando el M-19 se desmovilizó, él fue uno de los guerrilleros que entregaron las armas.

Los exguerrilleros del M-19 se convirtieron en los grandes defensores de la actual constitución, porque junto con la derecha y el centro, participaron en su discusión. Muchos de ellos ya han sido gobernadores y alcaldes. Si Petro gana las elecciones, se convertiría en el primer exguerrillero en llegar a la presidencia.

A sus 62 años, Petro ha recorrido los pasillos del poder y sus cloacas. Fue concejal, representante a la Cámara y Senador. Siempre estuvo en la oposición hasta que resultó elegido a la alcaldía de Bogotá.

Su elección fue considerada por muchos anticomunistas como la llegada del anticristo. Los organismos de control le aplicaron un rasero distinto por ser de izquierda, pero los problemas que tuvo en su gestión mostraron que la izquierda en Colombia todavía no estaba preparada para gobernar, una inquietud que todavía lo ronda.

El hecho de que la izquierda se haya convertido en una opción de poder, no solo es mérito de Gustavo Petro. La firma del acuerdo de paz que desactivó a las Farc dejó sin discurso a la derecha. Por años, la guerra y su narrativa crearon en Colombia una cultura anticomunista que nos volvió intolerantes a todo lo que oliera a izquierda y fuera diferente. Sin embargo, desde que las Farc se desactivaron esos miedos no cuajan.

Tampoco han servido las intervenciones del presidente Duque en contra de Petro utilizando los canales del Gobierno y sus medios. Duque, que tiene el 80 por ciento de desaprobación, se ha dedicado a demonizar a Petro en sus discursos utilizando la misma táctica de hace cuatro años, cuando el miedo a Petro, hizo que mucha gente saliera a votar por él. Su ejemplo lo ha seguido el comandante del ejército quien también está en una vergonzosa campaña contra el candidato de izquierda. Esta vez, sin embargo, las cosas les están saliendo mal porque cada vez que la emprenden contra él, sube más en las encuestas.

Hay dos cosas que podrían frenar el ascenso de Petro. Que cometa un error o que lo maten. Escojan.

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