Tribuna

El segundo quinquenio de Macron: ¿Qué liderazgo para qué Europa?

El presidente francés será efectivo si logra combinar su voluntad política y su capacidad de iniciativa con un esfuerzo de persuasión y un enfoque colectivo

El presidente francés, Emmanuel Macron.JULIEN MATTIA / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO (Europa Press)

En Francia, como en el resto de Europa, el sentimiento predominante es de gran alivio tras la derrota de Marine Le Pen, candidata neonacionalista y xenófoba, cuyo proyecto europeo era el de un Frexit oculto. Pero el resultado también es preocupante para Francia, ya que la ultraderecha logró su mayor resultado en unas elecciones presidenciales con 13,3 millones de electores, un aumento de 2,7 millones de votos en...

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En Francia, como en el resto de Europa, el sentimiento predominante es de gran alivio tras la derrota de Marine Le Pen, candidata neonacionalista y xenófoba, cuyo proyecto europeo era el de un Frexit oculto. Pero el resultado también es preocupante para Francia, ya que la ultraderecha logró su mayor resultado en unas elecciones presidenciales con 13,3 millones de electores, un aumento de 2,7 millones de votos en comparación con 2017.

Estas elecciones tendrán consecuencias en la escena interna: los resultados de la votación ponen de manifiesto la polarización de Francia y la necesidad de que Emmanuel Macron atienda las preocupaciones de quienes no le han votado y que se hacen eco de las dinámicas encontradas en el Reino Unido y Estados Unidos. Más allá de eso, ¿qué impacto puede tener la reelección del Presidente de la República en el ámbito de la Unión Europea?

Aunque muchos comentaristas creen que Emmanuel Macron ha salido reforzado en la escena europea tras su victoria sobre Marine Le Pen, hay que esperar al resultado de las elecciones legislativas de junio, y a que el presidente reelegido se beneficie de una clara mayoría política, antes de confirmar que su liderazgo político ha aumentado realmente. Los primeros sondeos sugieren que las elecciones legislativas podrían dar a Emmanuel Macron una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.

Además, habrá que tener muy en cuenta el final de la presidencia francesa del Consejo de la UE. Aunque la presidencia ha estado sobredeterminada por la guerra en Ucrania desde la invasión rusa del 24 de febrero, Francia ha obtenido resultados tangibles en sus prioridades: acuerdo sobre la legislación relativa a los mercados y servicios digitales (DMA, DSA) que permite una mejor regulación de los gigantes digitales; la lucha contra el cambio climático con un acuerdo en el Consejo sobre el proyecto de impuesto sobre el carbono en las fronteras; la reciprocidad en el ámbito de la contratación pública; o la “brújula estratégica”. Es posible que se alcancen acuerdos sobre otros temas (¿sobre el salario mínimo?) antes de que finalice la presidencia.

Más allá de las prioridades, Emmanuel Macron debe demostrar ahora que Francia puede contribuir a orquestar una respuesta coherente y eficaz a las emergencias con sus socios, es decir, concretar la declaración de Versalles. En particular, tendrá que convencer a los ciudadanos de la utilidad de la UE ante la subida de los precios de la energía, lo que implica, a corto plazo, proteger a los hogares contra el impacto de la subida en su poder adquisitivo, y a medio y largo plazo, inversiones adicionales para acelerar la transición energética y reducir la excesiva dependencia de los combustibles fósiles importados; pero también ante el equilibrio geopolítico de poder con la Rusia de Vladímir Putin en el contexto de la guerra en Ucrania (en particular, la cuestión de un embargo de las importaciones de petróleo y gas ruso, pero también la posibilidad de derechos de aduana, la fijación de un precio máximo o incluso el pago de las importaciones en una cuenta bloqueada mientras dure la guerra).

En este contexto, es importante subrayar la extrema importancia del 9 de mayo de este año. El presidente ruso intentará declarar la victoria con motivo de la conmemoración de la rendición en 1945 del Tercer Reich (“Día de la Victoria” en Rusia), el mismo día que nuestro Día de Europa conmemora la Declaración de Schuman. Por lo tanto, es esencial mostrar la unidad y la solidaridad europea con Ucrania el 9 de mayo. Se trata de subrayar el contraste entre los dos 9 de mayo, que encarnan dos sistemas de valores, dos modelos de regímenes políticos, dos modelos de sociedad, dos enfoques opuestos de las relaciones internacionales y de la fuerza. Mientras que Vladímir Putin montará un “espectáculo” nacionalista e imperialista, los europeos tendremos que hacer valer la fuerza de los valores democráticos y liberales europeos, demostrar la unidad y la solidaridad europeas hacia Ucrania y, en definitiva, nuestra identidad común frente a la pretensión de victoria de Putin. Los valores de la soberanía, la solidaridad y la identidad europeas podrían estructurar la narrativa que debería llevarse a cabo ese día. Lo que está en juego es extremadamente importante en términos de comunicación y simbolismo político para Francia, para Europa y, en general, para Occidente frente a la Rusia de Putin.

En una perspectiva a medio y largo plazo, como continuidad de la declaración de Versalles, Emmanuel Macron deberá esforzarse por hacer avanzar el debate europeo con vistas a afirmar a la Unión Europea como un actor estratégico que aún no es suficientemente, en particular en el ámbito de la seguridad y la defensa, pero también en el de la energía. Esto debería permitir al presidente de la República ejercer una capacidad de iniciativa política en un contexto europeo marcado por el nuevo Gobierno de Alemania y el de los Países Bajos, por una proximidad con Italia del Gobierno Draghi y también con la España de Pedro Sánchez. La reelección de Emmanuel Macron frente a un candidato neonacionalista y euroescéptico con el apoyo de sus socios proeuropeos en los principales Estados miembros de la UE abre una ventana de oportunidad para iniciativas, reformas y una ambiciosa agenda estratégica para la UE.

Aunque la voluntad política es importante, el método no lo es menos. De hecho, se reconoce el papel proactivo de Francia y del presidente de la República, pero se puede criticar. El segundo quinquenio de Emmanuel Macron debería, pues, permitir a Francia hacer avanzar sus ambiciones europeas de manera renovada: menos estilo y más humildad, más consulta previa, más debate público con resultados concretos. Se trata de hacer “más Robert Schuman, menos Victor Hugo”. En este mismo registro del método, Emmanuel Macron también tendrá que enseñar el proyecto de “soberanía europea” a escala europea, cuya relevancia se ha visto reforzada por la crisis sanitaria y por la guerra rusa en Ucrania, para demostrar que no se trata de promover intereses puramente franceses. Es necesario eliminar la ambigüedad (en el corazón de la lógica de proyección característica de la relación de Francia con Europa) que podría llevar a algunos de nuestros socios a pensar que el proyecto de “autonomía estratégica” tendría de hecho como objetivo romper las dependencias externas europeas para recrear esta vez las internas, y en particular con respecto a Francia.

Con la fuerza de su reelección, Emmanuel Macron podrá ejercer un liderazgo que será más eficaz a nivel europeo si logra combinar su voluntad política y su capacidad de iniciativa con un esfuerzo de persuasión y un enfoque colectivo.

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