‘Nosotros todos’

¿Y si los eslóganes electorales de Macron y Le Pen no son el resultado de apasionadas discusiones entre sus asesores, sino el producto indiferente de una serie de algoritmos?

Carteles electorales rotos de Macron y Le Pen, en Lyon.Laurent Cipriani (AP)

Cada vez que paso frente las vallas electorales de mi barrio y otros distritos de París, no puedo evitar detener la mirada sobre los carteles de los dos candidatos a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que las adornan estos días. Trato de observarlos con detenimiento, buscando claves de este proceso electoral que tiene a muchos ciudadanos en vilo. A veces,...

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Cada vez que paso frente las vallas electorales de mi barrio y otros distritos de París, no puedo evitar detener la mirada sobre los carteles de los dos candidatos a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que las adornan estos días. Trato de observarlos con detenimiento, buscando claves de este proceso electoral que tiene a muchos ciudadanos en vilo. A veces, alguno de los dos carteles ha sido arrancado, parcial o completamente, pero cuando los dos están intactos es inevitable no compararlos. Es cierto que, a primera vista, se parecen mucho. En las fotos, tanto Emmanuel Macron como Marine Le Pen visten chaqueta azul y camisa/blusa blanca y ambos son de tez y cabello claros. Sus eslóganes también están impresos en blanco. Nous tous, “todos nosotros”, dice el del actual presidente sobre una foto de él, entre dulce y conciliador, con un fondo desenfocado donde se intuye gente, como si Macron estuviera en la calle, incluso en una manifestación. Pour tous les Français, “por (o para) todos los franceses”, dice el de su rival, la líder de Reagrupamiento Nacional. En él, aparece una Marine Le Pen sonriente, de gesto firme y cordial, apoyada sobre un escritorio que podríamos imaginar situado en el Elíseo.

No es difícil constatar que las fotos buscan revertir los puntos débiles de cada candidato. Si los macronistas desean trocar la imagen de un Macron arrogante y displicente por la de un hombre afable y cercano, los lepenistas quieren convencer a los votantes de que su candidata tiene talla de estadista. De hecho, el cartel de Le Pen para la primera vuelta tenía como eslogan Femme d’État, “mujer de Estado”, una afirmación expresamente feminista (y quizá también una provocación xenófoba velada hacia la comunidad musulmana, que el partido de Le Pen asume es más ajena a una figura de Estado femenina). El nuevo lema de la candidata, Por todos los franceses, podría ser, a su vez, una respuesta adaptativa al de Macron que también cambió el suyo al principio de la campaña. El Avec vous, “con vosotros/ustedes”, inicial del actual presidente pasó a ser Todos nosotros. La frase es lo suficientemente amplia y evocadora en términos emocionales como vacía de contenido concreto para apelar a cualquier ciudadano. En ella, solo hay un sujeto, un nosotros; un colectivo imaginario que, al añadírsele el todos, se ensancha y parece abarcar a todo el que quiera sentirse parte de él. La frase no sugiere ninguna acción o propósito, sólo evoca esa comunión abstracta dentro de la pluralidad. El eslogan de Le Pen, Por (o para) todos los franceses, en cambio, expresa un designio. El por o para transmite la intención de hacer algo por alguien, en este caso, los franceses. En principio, todos los franceses, sin distinción. Tanto el supuesto globalismo de Macron como el presunto nativismo de Le Pen quedan así reflejados en sus respectivos lemas.

Hoy en día la tecnología disponible permite analizar los discursos con enorme rapidez y agilidad, de lo cual se benefician también los diseñadores de las campañas electorales. Así, podemos imaginar un sondeo específico en el que se les pregunta a los franceses qué es lo que más echan de menos en la actualidad para detectar qué palabras repiten más en sus respuestas. Tras dos años de duras medidas de distanciamiento social contra la pandemia no sorprendería que las palabras que evocan el deseo de volver a estar todos juntos proliferaran. Al mismo tiempo, la crisis social y económica que afecta a cada vez más ciudadanos y no hace más que agravarse, se traduciría probablemente en referencias a la ausencia de certidumbre sobre nuestro futuro y nuestras oportunidades. Se deduciría de este análisis que, al igual que en otras sociedades, los ciudadanos celebramos el volver a estar todos juntos, pero mirando por nuestro propio pan.

Podemos imaginar, asimismo, el recurso por parte de los diseñadores de las campañas a programas de inteligencia artificial más vastos, capaces de escanear miles de millones de intercambios virtuales de todo tipo entre ciudadanos franceses para averiguar qué palabras utilizan con más frecuencia. Quizá resulta que, entre las palabras más usadas, están nosotros, todos, por y franceses y que, colocadas en diferentes combinaciones, además de formar frases con sentido semántico (y político), activan un sentimiento de familiaridad en nuestros cerebros, generando una emoción positiva o de afinidad. Sabemos que en la política, como en prácticamente todas nuestras actividades, se recurre cada vez más a los datos masivos y a la inteligencia artificial, tanto para predecir nuestros comportamientos y elecciones, como para redirigirlos en la dirección deseada.

Sigo observando los carteles y escrutando los lemas, desde esta nueva perspectiva y, de repente, me asalta cierta incomodidad. ¿Y si las frases de campaña de Macron y Le Pen no son el resultado de apasionadas discusiones entre sus respectivos asesores, sino el producto indiferente de una serie de algoritmos? ¿Seguiría teniendo sentido analizarlas?

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