La pandemia de Putin no tiene vacuna

Al Gobierno le está faltando empatía ante las consecuencias de una guerra (y una inflación) que no será relámpago

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, el lunes en el Kremlin.MIKHAIL KLIMENTYEV (AFP)

La guerra de Ucrania ha dejado la pandemia de la covid en un ensayo de pesadilla, pues no hay vacuna a la vista capaz de frenar a Putin. Si seguimos con esta metáfora, las sanciones a Rusia, los envíos de armamento y la acogida de refugiados están funcionando de momento como las masc...

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La guerra de Ucrania ha dejado la pandemia de la covid en un ensayo de pesadilla, pues no hay vacuna a la vista capaz de frenar a Putin. Si seguimos con esta metáfora, las sanciones a Rusia, los envíos de armamento y la acogida de refugiados están funcionando de momento como las mascarillas, los test y los confinamientos, que no acaban con el virus, pero evitan su contagio. Necesitamos una vacuna y no hay laboratorios en ello. Por eso todos podemos comprender la complejidad que afronta el Gobierno, como muchos comprendimos la que ha afrontado en los dos últimos años por la crisis del coronavirus.

Esta vez, sin embargo, le está faltando empatía. Gobernar es también comunicar, tomarse el trabajo de escuchar, de explicar, y en ese esfuerzo no se incluyen las descalificaciones. Que el Gobierno haya intentado deslegitimar las protestas al atribuirlas a la ultraderecha ha sido un error al que se suma la persistencia en él, pues aún no se ha desdicho de esa mirada tan esquinada del conflicto.

Esa falta de conexión con los huelguistas —que siguen sumando apoyos y desbordan ampliamente la plataforma minoritaria que convocó los paros— es desasosegante cuando el litro del gasoil de los transportistas ha pasado de 1,30 a 1,75 euros solo en lo que va de año. Los precios del supermercado se han convertido en un termómetro tan fidedigno de la situación que ya casi no necesitamos a los economistas. Hablan por sí solos.

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Ni la guerra de Putin es una guerra relámpago, como algunos creían, ni las dificultades del transporte se van a solucionar con los 500 millones que ha prometido el Gobierno. Los precios crecientes del combustible pronto desbordarán esas ayudas y los de la luz están reflejando la incapacidad de la Unión Europea para actuar ante una situación de emergencia. He aquí una paradoja y dos despropósitos: el gas que compramos a Rusia alimenta las arcas con las que Putin paga la guerra y, además, está engordando nuestra factura de la luz dado el incomprensible sistema que rige las tarifas y que nadie atina a desacoplar.

Este jueves y viernes son días clave por la cumbre en la que la UE debe tomar decisiones. El martes próximo lo hará el Consejo de Ministros. Pero ningún acuerdo ni decreto serán suficientes si no son comprensibles. Y eso lo veremos en el supermercado. @bernagharbour

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