Putin, a través de las expresiones de su rostro
En el mandatario ruso se centran hoy todas las incógnitas sobre el futuro de la humanidad. Enigmático y calculador, hasta cuando ríe infunde desconfianza
Vladímir Putin es hoy el personaje político más analizado y enigmático del mundo. Los planes del presidente ruso frente al conflicto armado con Ucrania aún se ignoran, pero en él se centran todas las incógnitas sobre el futuro de la humanidad. Putin cuenta con uno de los mayores arsenales de armas nucleares y nadie se atrevería a afirmar con convicción que no vaya a usarlas si se ve acosado. Para él vale todo, menos una derrota....
Vladímir Putin es hoy el personaje político más analizado y enigmático del mundo. Los planes del presidente ruso frente al conflicto armado con Ucrania aún se ignoran, pero en él se centran todas las incógnitas sobre el futuro de la humanidad. Putin cuenta con uno de los mayores arsenales de armas nucleares y nadie se atrevería a afirmar con convicción que no vaya a usarlas si se ve acosado. Para él vale todo, menos una derrota.
Por ello, los expertos han empezado a estudiarlo. Y no solo los de la ciencia política, sino hasta los que conocen de psiquiatría. ¿Es de verdad un psicópata sin sentimientos? Si es cierto que la cara es el rostro del alma, la del polifacético Putin debería ser analizada y comparada con las de otros dictadores de la historia.
El rostro es nuestro mejor documento de identidad. Y es que no tiene cómo esconder los sentimientos, por más indescifrables que parezcan. Ni sirve el subterfugio de intentar fingir. Con las expresiones pasa lo mismo que con nuestras huellas digitales: son únicas e intransferibles.
Casi como un juego, sin ninguna pretensión científica, he dedicado un día a analizar cientos de fotografías de Putin en sus encuentros con los personajes más importantes del mundo. Me ha sorprendido que, al contrario de otros políticos famosos, las expresiones del líder ruso tienen algo poco común, que las diferencia incluso de otros grandes dictadores de la historia, como Hitler o Mussolini.
Las expresiones del autócrata ruso son de mofa, burla, desprecio, ironía y hasta escarnio. El rostro de Putin, a pesar de los posibles retoques plásticos que haya podido sufrir, refleja toda una serie de sentimientos de lo más variada. No es un rostro inexpresivo o impasible. En él se acumulan expresiones que van de la burla al desprecio, de la ironía al enigma que no intenta esconder. A veces aparece con mirada de socarrón, otras de astuto o disimulado o con el ceño fruncido. Y no son expresiones espontáneas, parecen estudiadas para acoplarlas a la índole del convidado de turno.
A veces aparece como una fiera en acecho que menosprecia al interlocutor. No hay en él efusión ni espontaneidad. Hasta sus sonrisas son burlonas y parecen despreciar a su interlocutor. Pueden ser hasta amenazadoras o insolentes. Sus miradas reflejan un no sé qué de superioridad. Difícilmente despierta acercamiento. A veces parece querer hipnotizar, atraer o repeler al mismo tiempo. Hasta cuando ríe infunde desconfianza.
Su sonrisa aparece a veces sardónica, socarrona o autoritaria. A veces se muestra burlesca o con tintes de superioridad. Mira a lo lejos con ceño fruncido o despreciativo. Hasta su mano abierta parece más bien una garra lista para atrapar. En una de las fotos presenta una mirada como diciendo: “¿Pero tú que te has creído?”
Putin, ante su interlocutor, mira a veces para otro lado y en su rostro se percibe una expresión que parece decir “¿pero tú qué quieres?”. A veces su ceño fruncido refleja entre la ironía y el desprecio. Otras veces aparece desafiador. Nunca diplomático. En su encuentro con el expresidente Donald Trump, en el que se destaca la figura gigante del americano frente a la pequeñez del ruso, este aparece más distendido y hasta llega a expresar rasgos de simpatía, aunque a veces hasta con él intenta mantener la distancia.
Curiosas son las imágenes con el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, que no disimula su fascinación por el sátrapa ruso. El brasileño, ante su colega de Moscú, aparece con una sonrisa de felicidad que le va de oreja a oreja. Rezuma orgullo y felicidad mientras Putin mira al vacío con aire de superioridad. En su encuentro con el expresidente estadounidense Barack Obama, Putin refleja, al revés, un cierto embarazo. El americano se muestra serio y seguro, mientras el ruso se limita a expresar una media sonrisa.
Se ha dicho que en sus expresiones faciales Putin se parece al fascista Benito Mussolini o al nazi Adolfo Hitler. Es cierto solo en parte. Mussolini cambiaba poco de expresión y repetía siempre el gesto de mirar hacia arriba con el mentón levantado, como desafiando al interlocutor, mientras Hitler era inmutable en su expresión, siempre de ceño fruncido que infundía más bien terror.
El conflicto bélico de Rusia contra Ucrania ha hecho, en efecto, que aumente el interés mundial por conocer la personalidad del líder ruso desde diversos ángulos, sea por parte de políticos o de psiquiatras. ¿Es un loco, un paranoico, un simple dictador o un genio en estrategia de guerras que lo han mantenido en el poder desde hace 20 años?
En mi juego de analizar las fotografías y videos del déspota ruso fui casi inconscientemente en busca de algún gesto que pudiera reflejar un atisbo de ternura en quién aparecen más bien ímpetus de guerra y ansias de conquista. En Putin solo caben señales de machismo y de apremios de lucha y de victoria a cualquier costo, así como insensibilidad al dolor ajeno, impasible ante la tortura o al envenenamiento de sus enemigos. Es como si le hubieran castrado los órganos de sus mínimos sentimientos de piedad.
He encontrado, por sorpresa, solo una escena en la que de repente el déspota y frío Putin aparece revelando visibles sentimientos de ternura. Es cuando recibió de manos del presidente de Turkmenistán, Gurbanguly Berdimuhamedow, una cría de perro de raza alabai. El presidente ruso se transforma de repente. Recibe al perrito en sus brazos con el cariño que una madre lo hace con su bebé. Sonríe, lo mira con ternura, lo abraza y lo besa cariñoso en su cabeza. Después se inclina con cuidado y lo coloca en el suelo con la delicadeza que se usa con un recién nacido.
¿Dónde se había quedado la imagen del Putin duro y desafiador que, a torso desnudo, cabalga caballos bravos y osos y se jacta de practicar deportes peligrosos? ¿Será que existen en él dos personajes contrapuestos? Si así fuera, habrá que esperar para saber si en el conflicto en el que está poniendo en riesgo la paz mundial prevalecerá el Putin que se arrodilla para colocar con ternura en el suelo a su pequeño alabai, o al que no le temblaría la mano, si se viera acosado, de apretar el botón para dar rienda suelta a la fiera atómica que tiene en sus manos y que ensombrecería de terror a la humanidad.
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