Riesgos en Argentina

La grave situación económica ha llevado al presidente Fernández a una maniobra inquietante de acercamiento a Putin

Alberto Fernández (izquierda) y Vladímir Putin, el pasado día 3 en Moscú.SERGEI KARPUKHIN (AFP)

La situación económica de Argentina registra niveles de emergencia: la inflación anual supera el 50%, el peso pierde valor cada día y la deuda externa se ha vuelto impagable. Las reservas internacionales que tiene el Banco Central no alcanzan para cubrir en marzo un vencimiento de 2.900 millones de dólares (2.540 millones de euros) con el FMI, solo una pequeña parte de los 19.000 millones de dólares que debe pagar durante todo...

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La situación económica de Argentina registra niveles de emergencia: la inflación anual supera el 50%, el peso pierde valor cada día y la deuda externa se ha vuelto impagable. Las reservas internacionales que tiene el Banco Central no alcanzan para cubrir en marzo un vencimiento de 2.900 millones de dólares (2.540 millones de euros) con el FMI, solo una pequeña parte de los 19.000 millones de dólares que debe pagar durante todo 2022. En este contexto, Argentina está urgida de dinero fresco y corre el peligro de buscarlo a cualquier precio. La reciente visita del presidente Alberto Fernández a Rusia es indicio inquietante de una diplomacia marcada por las urgencias y los inconvenientes que pueden derivarse de ella.

El presidente argentino viajó a Rusia como primera parada de una visita de más alto vuelo a China. Lo hizo en plena escalada de Moscú sobre Ucrania y la consiguiente tensión con la UE y Estados Unidos. Fernández incluso lanzó dardos contra Washington, cuyo apoyo fue clave en las negociaciones con el Fondo. En su encuentro a solas con Putin, rompió con la estrategia de la Cancillería, basada en un intercambio sin compromisos donde Argentina agradecía a Rusia la venta de la vacuna Sputnik V y las clásicas llamadas a una agenda común multilateral. Fernández, en cambio, decidió ir más allá. Propuso a Putin que Argentina fuese “una puerta de entrada de Rusia en América Latina” y añadió, en una reunión con Putin a solas en el Kremlin, que “Argentina tiene que dejar de tener esa dependencia tan grande que tiene con el Fondo y Estados Unidos, tiene que abrirse camino hacia otros lados y ahí Rusia tiene un lugar muy importante”. Las palabras de Fernández fueron publicadas por la agencia estatal de noticias argentina, Telam, la única que acompaña al presidente durante su gira. Y cayeron muy mal en Washington, donde Argentina necesitó meses de arduo trabajo diplomático para conseguir un apoyo explícito a las conversaciones con el FMI.

La idea que sostiene la política exterior del Gobierno argentino es un multilateralismo a ultranza, que lo lleva a hablar con todos sin comprometerse con nadie. Así se explica que, al mismo tiempo, Argentina pueda pedir el favor de Estados Unidos un día para tomar distancia al siguiente. Pero la estrategia se vuelve problemática cuando se ofrece una relación de brazos abiertos a un país que hoy está al frente de una escalada bélica que recuerda a las dinámicas de la Guerra Fría. Ofrecer a Rusia una puerta de entrada a América Latina no es solo favorecer la presencia de un actor que hoy discute con la Casa Blanca; es también arriesgarse a caer en la misma trampa que se pretende evitar. Rusia ha dado sobradas muestras de sus aspiraciones expansionistas, no solo en la línea que la separa de Europa, y América Latina también forma parte de esa estrategia global.

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