‘Interruptus’

Mi colega se divorció tras el confinamiento. La convivencia forzosa remató su maltrecha pareja. Separados 14 horas al día hubieran durado siglos. Como Cristina e Iñaki si no le hubieran cazado y hubieran seguido vendiéndonos la burra

Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón, en Vitoria.Óscar Ortiz (Europa Press)

Un día, viéndolo atribulado, le pregunté qué tal a un colega, esperando un bien, gracias. Pero, en esas, fue el tío y me lo contó todo. Andaba de mudanza con su esposa y sus dos críos, estaban haciendo agua como pareja, pero, abducido por el estrés y la inercia, no tenía tiempo ni de divorciarse. Me hizo tanta gracia y tanta pupa escuchar en otra boca males tan conocidos que adopté la frase como santo y seña. Separarse no es fácil. Nunca es el momento. Siempre hay una excusa. Por los hijos, por los padres, por la pasta, por vértigo. Por no poner tu vida patas arriba, aunque tu vida sea una mie...

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Un día, viéndolo atribulado, le pregunté qué tal a un colega, esperando un bien, gracias. Pero, en esas, fue el tío y me lo contó todo. Andaba de mudanza con su esposa y sus dos críos, estaban haciendo agua como pareja, pero, abducido por el estrés y la inercia, no tenía tiempo ni de divorciarse. Me hizo tanta gracia y tanta pupa escuchar en otra boca males tan conocidos que adopté la frase como santo y seña. Separarse no es fácil. Nunca es el momento. Siempre hay una excusa. Por los hijos, por los padres, por la pasta, por vértigo. Por no poner tu vida patas arriba, aunque tu vida sea una mierda y tú seas el primero en saberlo. Hasta que un día, de repente, llega algo, o alguien, y te lo da todo hecho. O nunca llega nadie ni nada y te comes en vida el limbo o el mismísimo infierno antes de palmarla y ganarte el cielo de los mártires y los cobardes.

Para mí que, más que el oprobio de los cuernos, a los que debía de estar más acostumbrada que a las tiaras de infanta de España, Cristina de Borbón ha consentido en declarar interruptus su matrimonio con Iñaki Urdangarin porque sus hijos, ya adultos, la han puesto en su sitio. Una cosa es intuir que tu padre y tu madre no se aman, o que una ama y el otro se deja, y otra ver en bucle en la tele a tu padre y a su novia retozando en la playa y a tu madre tragando quina. Donde tantos ven traición y venganza, yo, apreciándolos, veo una historia extra ordinaria —así, separado— de dependencia emocional de ella y conveniencia de ambos. Con todo, lo que más me pasma es el cabreo que, según los tertulianos de ciertos programas, se agarró Juan Carlos I en el Golfo al ver a su yerno ponérselos a su hija en Lecturas. Él, que coleccionaba amantes mientras oía misa con su santa esposa y reina. Mi colega se divorció tras el confinamiento. La convivencia forzosa remató su maltrecha pareja. Separados 14 horas al día hubieran durado siglos. Como Cristina e Iñaki si no le hubieran cazado y hubieran seguido vendiéndonos la burra.

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