Pablo Casado y el PP, como niños
Los terrenos de combate son a veces tan inanes que no definen el juego, sino a quienes pelean
Recuerdo a dos hermanitos peleando una mañana de Reyes para dirimir quién se quedaba con un peluche de Dumbo. Cuando comprendieron que había dos exactamente iguales, pelearon por ver quién se quedaba con el primero que había asomado del paquete mientras el segundo nacía ya devaluado y sin captar su atención. Llegaron a las manos y acabaron arrebatándoselos con tal furia que no hubo manera de arbitrar cuál era de cada cual, lo que además daba igual. Los Dumbos quedaron para siempre marcados por esa particular versión del apropiacionismo.
Claro, que hablamos de niños de dos ...
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Recuerdo a dos hermanitos peleando una mañana de Reyes para dirimir quién se quedaba con un peluche de Dumbo. Cuando comprendieron que había dos exactamente iguales, pelearon por ver quién se quedaba con el primero que había asomado del paquete mientras el segundo nacía ya devaluado y sin captar su atención. Llegaron a las manos y acabaron arrebatándoselos con tal furia que no hubo manera de arbitrar cuál era de cada cual, lo que además daba igual. Los Dumbos quedaron para siempre marcados por esa particular versión del apropiacionismo.
Claro, que hablamos de niños de dos o tres años entre los que habitaba tanto la competencia más primaria como la capacidad de aliarse en pocos segundos contra todos los demás seres de la galaxia, incluidos sus padres, en un sentido de la defensa propia que incluía siempre al otro.
Viene esto a cuento de las peleas que hoy se libran entre políticos que no tienen tres años, precisamente. El caso más clamoroso ha sido el de las mascarillas en exteriores: la montaña de la conferencia de presidentes parió un ratón, pero el pequeño roedor logró reacciones tan feroces como si hubiera sido un león. Mientras Pedro Sánchez le iba restando importancia al añadir excepciones en campo y playa, Isabel Díaz Ayuso se la daba al salir en tromba contra la medida. Y el debate científico quedaba sepultado entre el ruido de peleas tan estériles como las que dejaban a Dumbo en el suelo.
Y el caso más reciente es el de la reforma laboral. Mientras los socios del Gobierno la cuestionan por escasa al no derogar por completo la de Mariano Rajoy, el propio Partido Popular se cierra a ella como si fuera bolivariana. ¿Y qué podemos deducir nosotros, simples legos en la materia? Al menos, tres cosas: 1) Si la CEOE la abraza, podremos entender que alguna ventaja tendrá para los empresarios. 2) Si Yolanda Díaz ―impresionante mujer que ha logrado el milagro de los pactos en una España enfrentada― la promueve, podremos entender que tendrá ventajas para los trabajadores. 3) ¿Y si el PP se opone, qué podemos entender? Ahí nos perdemos, responder a esto cuesta más. El PP se ha desdibujado tanto en sus posturas forzadas contra todo que, en el mejor de los casos, deducimos que Pablo Casado necesita pelear por el primer Dumbo sin darse cuenta de que hay Dumbos para todos.
Los terrenos de combate son a veces tan inanes que no definen el juego, sino a quienes pelean. Y algunos son como niños. @bernagharbour