Cambio en Chile
La victoria del candidato de izquierda, Gabriel Boric, abre una etapa de esperanza democrática y frena a la ultraderecha
Chile dio el domingo un histórico paso adelante. La victoria del candidato de la izquierda, Gabriel Boric, con el 55,87% del voto, supuso un triunfo claro de las fuerzas progresistas en un momento de crisis política e institucional. El discurso del miedo enarbolado ...
Chile dio el domingo un histórico paso adelante. La victoria del candidato de la izquierda, Gabriel Boric, con el 55,87% del voto, supuso un triunfo claro de las fuerzas progresistas en un momento de crisis política e institucional. El discurso del miedo enarbolado por el ultraconservador José Antonio Kast (44,13%) no pudo impedir que en las urnas se impusiera la evidencia de que Chile, para salir de la encrucijada, apuesta por una renovación de sus anquilosadas estructuras. Ese es el mensaje profundo que ha emitido la ciudadanía. Para su cumplimiento, Boric necesitará apoyo, tanto en el Parlamento como en la sociedad civil, de un amplio espectro de partidos y movimientos. Que sea Chile quien salga ganando ha de ser el objetivo último de unos y otros, desde los democristianos hasta la izquierda radical.
En una sociedad exhausta por la pandemia y golpeada por una desigualdad descontrolada, el desastroso final de mandato de Sebastián Piñera había hundido la confianza de la ciudadanía en sus dirigentes. Con este horizonte, cabía la posibilidad de que los comicios presidenciales derivaran en una mayor fractura social y trajeran de vuelta fórmulas políticas embebidas por el recuerdo del dictador Augusto Pinochet. La victoria de Boric, alcanzada con una participación del 55%, la más alta desde que se instauró el voto voluntario en 2012, ha conjurado este peligro.
El antiguo líder estudiantil, de 35 años, trae aires nuevos para Chile y Latinoamérica. Forjado en las protestas de 2011 y 2019, su ideario, aparte de conectar con la juventud, responde a las demandas sociales de amplios sectores que durante años han visto pasar de largo los beneficios del crecimiento económico. Es cierto que sobre Boric pesan las incógnitas de su inexperiencia y de la influencia que ejercerá en su mandato el Partido Comunista, cuyas soflamas electorales han sido un constante dolor de cabeza para su candidatura. Pero son interrogantes menores en comparación con los pilares de su programa (elevar la presión fiscal a los más ricos y ampliar la educación y la sanidad pública) y de la capacidad mostrada en campaña para limar aristas, ganarse a las grandes figuras de la democracia chilena y acercarse a las zonas moderadas del voto.
Boric ha arrasado entre los menores de 30 años, pero también entre las mujeres y en los barrios más pobres. Ha logrado construir una base mucho más amplia que cualquiera de los partidos que le apoya. Ese perímetro puede ser la clave de su gobierno y de su relación con el agitado proceso que vive Chile para elaborar su nueva Constitución. La ampliación de espacios que promueve Boric incluye el cambio climático y una comunicación de corte horizontal, con incidencia potencial más allá de las fronteras chilenas.
En los próximos meses, dos países fundamentales en la región, Brasil y Colombia, celebrarán elecciones presidenciales. Lo ocurrido en Chile es un acicate para que la izquierda renueve su lenguaje, muestre su atractivo ideológico y conecte con las necesidades reales del electorado. Ese es el camino para superar a una derecha que también debería saber interpretar estos resultados en clave de rechazo al extremismo ultra. Cuando el próximo 11 de marzo Gabriel Boric tome posesión de su cargo, será el presidente más joven de la historia de Chile. Alientan tiempos nuevos en la política latinoamericana.