Brújula moral

La mayor amenaza a la seguridad es la que obliga a adoptar principios e ideas del adversario sin ni siquiera combatir

Josep Borrell en conferencia de prensa, el 15 de noviembre en Bruselas.Geert Vanden Wijngaert (AP)

Quien ha perdido el norte necesita una brújula. Es lo que le sucede a Europa, declarada en vacaciones estratégicas al terminar la Guerra Fría, según el cruel y ya viejo diagnóstico de Robert Kagan, y ahora desorientada y perdida en el bosque de un siglo XXI lleno de amenazas.

Emmanuel Macron declaró la muerte cerebral de la Alianza Atlántica, Ursula von der Leyen pidió una Comisión Europea más geopolítica, ...

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Quien ha perdido el norte necesita una brújula. Es lo que le sucede a Europa, declarada en vacaciones estratégicas al terminar la Guerra Fría, según el cruel y ya viejo diagnóstico de Robert Kagan, y ahora desorientada y perdida en el bosque de un siglo XXI lleno de amenazas.

Emmanuel Macron declaró la muerte cerebral de la Alianza Atlántica, Ursula von der Leyen pidió una Comisión Europea más geopolítica, Josep Borrell quiere que la Unión hable el lenguaje del poder, y está en todas las bocas la idea polémica de una Europa que cuente con autonomía estratégica. De ahí el encargo al alto representante de la Política Exterior para que proporcione los instrumentos de orientación con los que los europeos encontremos el camino para salir de este bosque maldito.

La parte más tangible del documento que ha preparado Borrell bajo el nombre de Brújula estratégica la conforman las propuestas prácticas. La UE necesita una pequeña y eficaz fuerza de intervención, perfectamente dispuesta para entrar en acción en caso de una crisis como la que se produjo en Kabul con la salida precipitada de Estados Unidos y sus aliados.

Será solo un pequeño paso que no bastará para atender a la seguridad del entero continente. El paraguas atlántico seguirá siendo imprescindible. Pero una fuerza militar europea con capacidad para intervenir en una urgencia será ya en sí misma la pieza inicial de la autonomía estratégica y, como un bastón para quien camina por el bosque, también un instrumento imprescindible para abrirse paso y luego empezar a orientarse.

Borrell ha pedido a los países socios que identifiquen y se pongan de acuerdo sobre las amenazas, que coordinen sus medios de acción y que determinen cómo quieren que se proyecte la UE como protagonista regional y global. Así se fabricará la brújula. En marzo, bajo presidencia francesa, el Consejo Europeo deberá responder a estas preguntas, sin olvidar algunas más, probablemente más importantes todavía, que Borrell también apunta en su documento. No formamos parte únicamente de una Unión de intereses, sino también de valores, de forma que la mayor amenaza para la seguridad europea es aquella que nos pueda obligar a adoptar las ideas y los principios del adversario, es decir, a rendirnos, sin ni siquiera combatir.

A la vista de la crisis entre Polonia y Bielorrusia, esto es lo que ya está ocurriendo con nuestras políticas de inmigración y de fronteras, regidas por la nefasta idea de la Europa fortaleza, el pánico ante la inmigración y, en definitiva, la agenda de la extrema derecha, especialmente la polaca, que se encuentra ahora como pez en el agua en un envite que le permite obtener más solidaridades que reproches sin variar ni un ápice su rumbo antieuropeo. Sin una buena brújula política, que también es moral, de poco le servirá a Europa una unidad de intervención rápida ni su nueva brújula estratégica.

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