Historia, recreacionismo y culpa

Nos seduce el recreacionismo, que simplifica y funciona mejor cuando nos fijamos en un trauma que en un encuentro: la Conquista es más eficaz que la acogida de republicanos en el exilio

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, durante una rueda de prensa matutina en el Palacio Nacional de la Ciudad de México.Presidencia de México (Presidencia de México EFE)

Nuestra relación con el pasado es recreacionista. Una visión estetizante suspende la realidad y la sustituye por una fantasía armónica (lo armónico es lo que nos da la razón). Aunque hablamos de presentismo, como ha escrito David Jiménez Torres, no podríamos mirar el pasado con los ojos del presente: no lo resistiríamos. También sabemos que señalar a un enemigo une nuestras filas y distrae de lo cercano. Podemos argumentar con mucha seguridad que la llegada de los europeos a América fue una catástrofe o beneficio...

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Nuestra relación con el pasado es recreacionista. Una visión estetizante suspende la realidad y la sustituye por una fantasía armónica (lo armónico es lo que nos da la razón). Aunque hablamos de presentismo, como ha escrito David Jiménez Torres, no podríamos mirar el pasado con los ojos del presente: no lo resistiríamos. También sabemos que señalar a un enemigo une nuestras filas y distrae de lo cercano. Podemos argumentar con mucha seguridad que la llegada de los europeos a América fue una catástrofe o beneficiosa. Al parecer es fácil juzgarlo; en cambio no sabemos cómo interpretar sucesos actuales que conocemos mucho mejor.

Nos sabemos los argumentos contra el uso interesado de la historia y sus contraindicaciones. También los matices: los abundantes trabajos de investigación, la complejidad de la experiencia, la herida de la humillación que afecta a personas y a grupos, la desigualdad y la marginación, la impostura y el victimato, el lado ridículo que hay en todo orgullo. Pero nos seduce el recreacionismo, que simplifica y funciona mejor cuando nos fijamos en un trauma que en un encuentro: la Conquista es más eficaz que la acogida de republicanos en el exilio.

Una vez que te sitúas en esa lógica, ves la insuficiencia de los argumentos en contra. Decir que alguien habla en una lengua heredada de los conquistadores es insatisfactorio y, francamente, suena a recochineo. Otro tanto ocurre con la herencia cultural, las apelaciones a la fraternidad o el trazado de nuestras ciudades. Tampoco persuade que conozcamos a los pobladores anteriores precisamente gracias a los testimonios de los colonizadores. A fin de cuentas, pensamos, quizá los habríamos conocido a ellos y no la descripción de quienes acabaron con ellos. Esos testimonios tienden a destacar la brutalidad de los pobladores o su pericia guerrera, pero no esperaríamos otra cosa de la propaganda. Cuando se habla de que hubo una alianza de unos grupos contra otros, de las peticiones de ayuda de nativos a los recién llegados, parece un mecanismo para evadir la culpa. Un problema de esa lógica es que te niegas a ti mismo: puedes reescribir la historia pero no rebobinarla. Otro, que no sabes hasta dónde puedes remontarte: a fin de cuentas, todo lo que dice este párrafo permite exigir que los italianos se disculpen por la conquista romana. Ya se preguntaban los Monty Python qué habían hecho por nosotros: que se disculpen cuanto antes. @gascondaniel

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