En manos de China

La humanidad se enfrenta al reto de gobernar colectivamente el frágil condominio planetario para evitar que se convierta en inhabitable

Un policía de tráfico se protege de la contaminación en la ciudad china de Harbin, en una imagen de archivo de octubre de 2013.CHINA DAILY

Hasta mitad de siglo ya no hay remedio. Apenas queda margen para revertir ni una décima de grado el calentamiento del planeta. Los esfuerzos para reducir las emisiones a cero a partir de ahora servirán para evitar que todo empeore de mitad de siglo hacia adelante hasta alcanzar los peores y más apocalípticos escenarios. Esta es quizás la conclusión central ...

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Hasta mitad de siglo ya no hay remedio. Apenas queda margen para revertir ni una décima de grado el calentamiento del planeta. Los esfuerzos para reducir las emisiones a cero a partir de ahora servirán para evitar que todo empeore de mitad de siglo hacia adelante hasta alcanzar los peores y más apocalípticos escenarios. Esta es quizás la conclusión central del sexto informe del panel de expertos de Naciones Unidas sobre el cambio climático.

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Solo desde una ceguera fanática y nihilista se puede seguir negando el calentamiento global y sobre todo la decisiva intervención humana en el incremento desbocado de la temperatura del planeta. Pero ahora la cuestión es más precisa y trata sobre la capacidad de las sociedades humanas para asumir la doble y difícil tarea de mantener la temperatura estable a partir de 2050 y a la vez gestionar los fenómenos catastróficos que ya se están produciendo y el retroceso de las costas, la desertización, la fusión de los casquetes polares, la desaparición de los glaciares y el permafrost siberiano o la pérdida de diversidad biológica.

El reto que tiene ante sí la humanidad es directamente político. Se trata de saber si somos capaces de gobernarnos colectivamente, como habitantes, usufructuarios y también corresponsables del frágil condominio planetario. El cortoplacismo político, especialmente el electoral, conduce al escepticismo. Todavía más la búsqueda del beneficio inmediato inherente a la codicia que mueve al sistema capitalista. Sin entrar en la influencia de las poderosas oligarquías extractoras de energías fósiles, con capacidad para comprar monarcas liberales, jugadores de fútbol o la opinión pública de países enteros. No es nada alentador el antecedente de la débil gobernanza global que ha acompañado la gestión de la pandemia y, sobre todo, la injusta distribución de las vacunas.

Adam Tooze ha señalado que China, con un 28% de las emisiones, será quien decidirá sobre la transición hacia un mundo sin petróleo. Según el historiador y economista británico, “Pekín, casi literalmente, tiene el futuro de la humanidad en sus manos” (New Statesman, 21 de julio de 2021). Tras el caos trumpista y en las actuales circunstancias de creciente rivalidad bipolar entre China y Estados Unidos, se hace todavía más difícil pensar en una comunidad internacional capaz de organizarse frente a las catástrofes y de acordar reducciones drásticas de emisiones y la eliminación de las energías fósiles. Una nueva guerra fría y un mundo gobernado parecen términos incompatibles.

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