Soy Cuba

Tarde o temprano los cubanos dejarán de estar atrapados en la excepcionalidad impuesta por el embargo y el aislacionismo táctico del partido único

Dos hombres revisan el motor de un viejo turismo en La Habana, 2010.© Ferran Mateo

Como los Pontiac que aún circulan por las calles de La Habana, el régimen cubano sigue fiel a su empeño de perdurar, aunque del original quede solo la carrocería y su motor traquetee con piezas de recambio. Las arengas para resistir y la disyuntiva necrófila “Patria o muerte” crepitan en el oído como un viejo vinilo de Benny Moré. En el Malecón, las notas de aquel bolero suyo, el que dice que tras “veinte desengaños qué importa uno más”, han dado paso al reguetón de...

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Como los Pontiac que aún circulan por las calles de La Habana, el régimen cubano sigue fiel a su empeño de perdurar, aunque del original quede solo la carrocería y su motor traquetee con piezas de recambio. Las arengas para resistir y la disyuntiva necrófila “Patria o muerte” crepitan en el oído como un viejo vinilo de Benny Moré. En el Malecón, las notas de aquel bolero suyo, el que dice que tras “veinte desengaños qué importa uno más”, han dado paso al reguetón de los nietos y bisnietos de la utopía, que viven su propio Periodo Especial con una economía en caída libre desde antes de la pandemia, dependiente de las importaciones y sin el último cartucho del turismo. El terruño caribeño sigue varado en una transición permanente que se conjuga en gerundio. “Aquí, durando”, respondía un viejo estudioso cubano cuando le preguntaban por su salud, recoge Iván de la Nuez en su sagaz Cubantropía (Periférica, 2020). Más tarde, en los 90, a la misma pregunta, añade el ensayista, se contestaba “aquí, escapando”. Y desde que en 2018 llegara el 3G, por qué no: “aquí, navegando”. El uso de los datos móviles ha acercado a la nueva generación a ese día “que viene llegando”, porque tarde o temprano (nada es eterno) dejarán de estar atrapados en la excepcionalidad impuesta por el embargo, el aislacionismo táctico del partido único y ese pegajoso almizcle de la nostalgia de lo ajeno que atrae a turistas consumidores de cubanidad.

En la película cubano-soviética Soy Cuba (1964), prodigio técnico y estilístico en homenaje a la revolución cubana, rodada poco después de la invasión de bahía de Cochinos, la voz femenina en off que encarna a la isla interpela al visitante: para ti soy hoteles, casinos y diversión, pero también soy la miseria en las manos vacías de niños y ancianos. Sus largos planos secuencia, sin cortes, parecen haber inspirado el reciente lema del partido comunista “Somos continuidad” (convertido en hashtag). Casi seis décadas después, son cubanos descontentos quienes toman planos de las largas colas para conseguir medicinas, tabaco o pollo importado, así como de los cortes de luz y las inéditas protestas en las calles. Los cuelgan en Internet como diciendo: “soy Cuba en 2021”. El apagón digital como reacción gubernamental habla por sí solo. Al final del largometraje de Kalatózov, la narradora le dice a un campesino: disparas contra el pasado para defender el porvenir. En plena temporada de huracanes, Díaz-Canel hace lo contrario.

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