Entre fantasmas y realidades

De no negociar, habrá otro estallido social en Colombia. El Gobierno Duque está intentando apagar un incendio con gasolina

Manifestantes en Puerto Resistencia, epicentro de las protestas contra el Gobierno de Iván Duque, en Cali.ERNESTO GUZMÁN JR (EFE)

El estallido social que vive Colombia desde el pasado 28 de abril parece tener dos realidades. La primera, es la del Gobierno de Iván Duque; la del partido de Gobierno, el Centro Democrático; y la de un sector de la sociedad, sobre todo los de mayor estabilidad económica. Para ellos, con algunas variaciones o enfoques, todo se trata de una conspiración de la izquierda, el regreso del comunismo o una conspiración del crimen organizado aliado con el comunismo. Culpan a Venezuela, al Foro de São Paulo, entre otros.

La segunda explicación es la de la mayoría de los expertos, analistas y de ...

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El estallido social que vive Colombia desde el pasado 28 de abril parece tener dos realidades. La primera, es la del Gobierno de Iván Duque; la del partido de Gobierno, el Centro Democrático; y la de un sector de la sociedad, sobre todo los de mayor estabilidad económica. Para ellos, con algunas variaciones o enfoques, todo se trata de una conspiración de la izquierda, el regreso del comunismo o una conspiración del crimen organizado aliado con el comunismo. Culpan a Venezuela, al Foro de São Paulo, entre otros.

La segunda explicación es la de la mayoría de los expertos, analistas y de la ciudadanía en general: una crisis profunda del país que se resume, tal vez, en tres datos grandes. 1. En 2020, 7,1 millones de hogares en Colombia comían tres veces al día, mientras que en febrero de 2021 fueron solo 5,4 millones. Esto implica que 1,6 millones de familias no pudieron continuar con esa cantidad de ración diaria a causa de la pandemia. Además, 92.214 familias pasaron de comer tres veces a un solo plato al día, y otros 9.010 hogares no tendrían siquiera para una comida diaria. 2. Cada cuatro días asesinan un líder o lideresa social en Colombia. 3. Colombia retrocedió casi 20 años en materia de reducción de la pobreza.

Aquellos que creen en la primera teoría –es decir, una conspiración del comunismo– lo hacen por dos razones. Algunos sencillamente lo creen y lo replican por ignorancia. Esto significa que su modelo de país no les permite entender la crisis socioeconómica, política, social y en materia de seguridad que tiene Colombia. Pero también hay quienes replican y repiten esta teoría de la conspiración como estrategia electoral. Particularmente los sectores de derecha han revivido, en Colombia, la palabra comunismo. Durante la campaña presidencial de 2018 utilizaron la palabra de castrochavismo, pero los dos protagonistas de esa palabra ya están muertos, entonces ahora han revivido, de nuevo, la de comunismo, en donde encierran todo aquello que protesta por la crisis profunda que vive el país.

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El Ejecutivo de Iván Duque y el partido de Gobierno son los principales exponentes de esta teoría bajo la idea de ganar votos en el 2022. Dicha apuesta de buscar fantasmas y no ver la crisis del país lleva a que el Gobierno no tenga, ni pueda tener, como estrategia, una salida negociada a la actual crisis. Por ello ha hecho hasta lo imposible por sabotear la negociación con el comité del paro nacional. Obviamente, después de seis semanas hay una situación de desgaste del paro, lo cual hace creer a algunos políticos de derecha que las manifestaciones van a desaparecer. De hecho, las últimas movilizaciones han tenido poca afluencia. El desgaste es normal. Pero, de no negociar, habrá otro estallido social en algunas semanas. Como siempre, el Gobierno Duque está intentando apagar un incendio con gasolina.

Pero más allá del próximo o próximos estallidos sociales, el hecho de no reconocer la crisis y hacer crecer la versión de una conspiración internacional va a causar que la ciudadanía colombiana salga a votar en el 2022 con mucha rabia. El establecimiento colombiano no ha entendido que hay una crisis generalizada del sistema y creen que, al final, todo volverá a ser como antes. Por ello, los partidos tradicionales negocian cargos burocráticos a cambio de respaldar el Gobierno, reciben prebendas como estrategia para mantener su caudal electoral y creen que no pasará nada.

El establecimiento político, la clase dirigente nacional y local deben entender que, si no cambian nada, si no reforman nada, los van a cambiar a la fuerza, la ciudadanía saldrá a votar con rabia. De hecho, en la actualidad la mayoría de las proyecciones dicen que el Partido de la U casi que desaparecerá, mientras que los partidos Centro Democrático y Cambio Radical perderán un número importante de curules. El mapa político del 2022 será muy diferente al actual. Como se dice popularmente, es mejor que no estiren tanto el caucho pues, de pronto, se les revienta.

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