Los verdaderos retos de la Comunidad de Madrid

La región no ha sabido generar una narrativa de sus logros, carencias, conflictos y aspiraciones, que pudiera servir de referencia cara a la cita electoral

Eulogia Merle

Madrid es una región innovadora y cosmopolita que a lo largo de las últimas décadas ha asimilado con asombrosa facilidad profundas transformaciones en las esferas social, económica y geográfica. En pocos años ha crecido a una escala sin precedentes históricos. Pero no ha sabido generar una narrativa de sus logros, de sus carencias, de sus conflictos y de sus aspiraciones, que pudiera servir de referencia ...

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Madrid es una región innovadora y cosmopolita que a lo largo de las últimas décadas ha asimilado con asombrosa facilidad profundas transformaciones en las esferas social, económica y geográfica. En pocos años ha crecido a una escala sin precedentes históricos. Pero no ha sabido generar una narrativa de sus logros, de sus carencias, de sus conflictos y de sus aspiraciones, que pudiera servir de referencia cara a la cita electoral que tiene por delante. Madrid parece tener una carencia de cohesión entre sus ciudadanos y un escaso perfil diferencial si se compara con otras regiones capitales.

La Comunidad ha superado el viejo modelo metropolitano: un potente centro, que concentraba la mayor parte de la población y el empleo, rodeado de una constelación de núcleos dormitorios. Pero permanecen las bases de los desequilibrios territoriales del período de formación de esta área metropolitana.

En las últimas décadas la Comunidad de Madrid ha seguido la senda del modelo anglosajón: preeminencia del automóvil y creciente tendencia a la suburbanización de baja densidad, primero de las familias, y en un segundo momento, de las instituciones y actividades económicas. Además de la banalización y pérdida de identidad del paisaje metropolitano, este modelo de crecimiento ha tenido una consecuencia más grave: la expansión incontrolada de la huella urbana. Durante el periodo de formación del área metropolitana entre 1950 y 1970, la población de Madrid y la ocupación de suelo urbanizado se duplicaron, pero lo hicieron a un ritmo acompasado. Desde 1970 se ha triplicado la superficie urbanizada, pero la ocupación de suelo no ha seguido la pauta de incremento población —que fue solo del 80%— sino más bien del PIB regional.

Una de las más urgentes cuestiones que Madrid debe afrontar es resolver la contradicción entre la densificación y la dispersión territorial. Debemos aprender las lecciones de la crisis: abandonar la ilusión del crecimiento urbano ilimitado y priorizar un urbanismo circular. Es decir, un modelo basado en la activación de las ciudades ya existentes. No solo los núcleos metropolitanos, también las cabeceras comarcales de la Sierra, la Sagra o las Vegas y las ciudades de singular valor histórico como Alcalá de Henares y Aranjuez. En suma, pensar desde la realidad de las personas y no solo desde los edificios.

Como consecuencia de la presión sostenida de la urbanización, la esfera de lo rural ha tendido a desaparecer en la región. Aunque Madrid ha dado un salto de gigante en las tres últimas décadas en la preservación de los espacios naturales: en 1990 eran el 5% del territorio regional, y en la actualidad alcanzan el 40%. La creación de una infraestructura verde regional multiescalar y conectada en la que también se integren los suelos agrícolas y forestales, es uno de los grandes retos que tiene Madrid por delante.

También, es necesario promover una renaturalización de la ciudad que abarque desde la más diminuta esquina de barrio hasta la conexión con los grandes parques y los espacios naturales y rurales de escala regional. En esta estrategia, van a jugar un papel clave los espacios de transición. Madrid capital perdió los Anillos Verdes que desde 1946 diseñaron sensatamente sus planes urbanísticos. Iniciativas como el Arco Verde y el Bosque Metropolitano pueden constituir ahora la última oportunidad para crear corredores ambientales entre las ciudades metropolitanas y los ejes fluviales: Guadarrama, Manzanares, Jarama o Meaques.

La vivienda que no es asequible es un lastre para la competitividad de la economía de la región

La vivienda es la pieza clave de mediación entre el desarrollo económico y la equidad social. La vivienda que no es asequible es un lastre para competitividad del conjunto de la economía regional, y, unida a la precariedad y desempleo juvenil, es una de las causas determinantes del retraso en la edad de emancipación y del hundimiento de la natalidad. Como resultado, Madrid tiene una estructura demográfica desequilibrada, que solo se ha compensado en las últimas décadas por un saldo migratorio positivo.

En el tema de la vivienda no es suficiente estimular o regular la actual oferta en alquiler. Se necesita una operación de choque basada en la cooperación público/privada para incrementar significativamente la oferta de alquiler para hogares jóvenes. Geográficamente las acciones prioritarias deberían apuntar a la regeneración de los centros urbanos de los municipios más envejecidos del área metropolitana, en línea con las estrategias de regeneración y habitabilidad antes mencionadas.

Pero aún más ingente es la tarea, aplazada en Madrid durante décadas, de adecuar el parque residencial obsoleto. En los centros urbanos, la experiencia del confinamiento domiciliario ha evidenciado la existencia de numerosas viviendas antiguas que no alcanzan los mínimos criterios de calidad y salubridad. En las periferias urbanas, construidas entre 1950 y 1970, es necesario adecuar las edificaciones a las necesidades de la población de mayor edad y que los inmuebles cumplan con la eficiencia energética.

Las medidas de impuestas por la covid-19 han evidenciado las ventajas de los lugares donde la gente vive suficientemente cerca para acceder peatonalmente a los servicios que necesita, y los beneficios colaterales de la reducción del tráfico. Ha habido una visible mejora de la calidad del aire y una reducción del ruido. Va cobrando peso la idea de una ciudad del bienestar, sustentada en una nueva visión que fomenta la relación entre las personas, el medio urbano y la naturaleza.

Uno de los grandes desafíos es la creación de una infraestructura verde que integre los suelos agrícolas y forestales

La reinvención del espacio público se sustenta en la recuperación, en detrimento del coche, de la calle como espacio ciudadano para la movilidad peatonal, la actividad económica, el descanso y el encuentro. Para que esta iniciativa sea un éxito es condición necesaria avanzar a medio y largo plazo en modelos de organización urbana basados en una densidad saludable, y en la mezcla de usos para reducir las necesidades cotidianas de transporte. También en potenciar una movilidad basada en la más amplia variedad de medios limpios, mecánicos y no mecánicos, colectivos y compartidos, mediante la planificación de su uso combinado.

Las viviendas productivas del confinamiento, en las que han convivido el trabajo y los cuidados, la conexión social y la intimidad personal, son la vanguardia de una transformación muy profunda de la arquitectura residencial que cuestiona regulaciones urbanísticas convencionales. La presencia irreversible del teletrabajo impulsará un cambio radical en la concepción de los espacios de trabajo y abrirá nuevas oportunidades para la reinvención y transformación de los centros de negocios convencionales. Esta cuestión ya es una acción prioritaria en capitales europeas como París o Róterdam y afectará a la viabilidad futura de operaciones estratégicas para Madrid como la construcción del Nuevo Norte.

Finalmente, Madrid debe conseguir que el consumo de los recursos materiales, hídricos y energéticos renovables no supere la capacidad de los ecosistemas para reponerlos. Y necesita urgentemente renovar sus planes municipales obsoletos y aprobar un Plan Territorial Regional. Porque para que estas tareas tengan éxito es condición necesaria contar con un nuevo marco legislativo. La agenda de la nueva Ley del Suelo debe olvidar la casuística burocrática del pasado y abordar los grandes temas contemporáneos: la crisis climática, la salvaguarda de los recursos ambientales, la puesta en valor del paisaje, la regeneración urbana, la transición energética, el derecho a la vivienda, la movilidad sostenible, la cohesión y equidad social y la agilidad en la gestión administrativa. Aunque parezca increíble la mayor parte de estas cuestiones no están contempladas en la legislación del suelo vigente.

José María Ezquiaga es arquitecto y sociólogo. Fue Director General de Planificación Urbanística y Concertación de la Comunidad de Madrid (1991-95) y decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (2015-2020).

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