El procés en Madrid
Ayuso asume el marco independentista, aunque su objetivo, obviamente, no es la independencia, sino articular un proyecto para España desde una concepción determinada de lo que es Madrid, desbancar a Casado y unir a las derechas
“Socialismo o libertad” es el emblema con el que Ayuso, voluntariosa exponente del trumpismo patrio, concurrirá a las elecciones de Madrid si se celebran. Es, junto a las operaciones políticas cortoplacistas, las mentiras, la falta de responsabilidad y el embrollo jurídico como centro de la discusión pública, un elemento que...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
“Socialismo o libertad” es el emblema con el que Ayuso, voluntariosa exponente del trumpismo patrio, concurrirá a las elecciones de Madrid si se celebran. Es, junto a las operaciones políticas cortoplacistas, las mentiras, la falta de responsabilidad y el embrollo jurídico como centro de la discusión pública, un elemento que ya hemos visto en el procés catalán. Se resumen en ese “responsables de nada, víctimas de todo” que nuestra particular Juana de Arco lleva como bandera desde el inicio de la pandemia, e ilustra bien cómo ha utilizado como argumento una moción de censura que no se estaba negociando para disolver la Asamblea. La culpa siempre es de otro y Ayuso quiere ensayar el primer Gobierno con Vox de España e instalarlo en la capital del Reino, cuando contaba con una mayoría sólida para gobernar y aprobar unos presupuestos que debían canalizar los fondos comunitarios.
Todo esto a Ayuso le es indiferente. Lo importante es el combate electoral que la lleve a gobernar “sintiéndose libre”. De nuevo la condición de víctima, definida en oposición a todas las fuerzas políticas madrileñas, y también frente a las ilusorias medidas opresoras del Gobierno Sánchez, que por lo visto ataca a Madrid y, por tanto, a España. Porque ella es Madrid y Madrid es España, de la misma forma que el sufrido independentismo encarna a Cataluña. Este ombliguismo compartido lleva al resto de comunidades autónomas a contemplar atónitas la desconexión progresiva de Madrid y Cataluña con el resto del país, su falta de solidaridad y corresponsabilidad. Pero parece que solo la estridencia es premiada: solo contamos sus problemas, regocijándonos con su incendiaria vida política, cada vez más alejada del contexto y la realidad social que se viven en el resto del país.
Ayuso asume el marco independentista, aunque su objetivo, obviamente, no es la independencia, sino articular un proyecto para España desde una concepción determinada de lo que es Madrid, desbancar a Casado y unir a las derechas. Probablemente lo haga alimentando esa “catalanofobia” de la que hablaba esta semana el diputado de En Comú Podem Gerardo Pisarello, y apelando al “secesionismo de los ricos”, como después añadió. Es así, curiosamente, como Piketty, autor de Capital e ideología, analiza el independentismo catalán, como “un egoísmo fiscal de las personas más ricas”. Y es raro que nuestras izquierdas no se hicieran eco de estos análisis y sin embargo se muestren tan lúcidas rechazando los códigos secesionistas que tan fácilmente vislumbran en Madrid. Es extraño que no sean tan rotundas censurando lo que ocurre en Cataluña, presas de esa pasmosa ambigüedad que les lleva a votar con Le Pen contra el levantamiento del suplicatorio de Puigdemont en Bruselas. Pero cuidado: quizás esa extrañeza con la que un asturiano, un gallego o un canario observan todo esto se nos vaya algún día de las manos.