Okonjo-Iweala en la OMC: por fin África
La elección de la nigeriana es buena noticia por su competencia y por los equilibrios de género y geográfico en la gobernanza global
La elección ayer de la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala como directora de la Organización Mundial del Comercio (OMC) es una excelente noticia, tanto por su elevada capacitación para el cargo como por el valor de paliar el inaceptable desequilibrio en la representación femenina y africana en la dirección de organismos multilaterales con amplia repercusión mundial....
La elección ayer de la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala como directora de la Organización Mundial del Comercio (OMC) es una excelente noticia, tanto por su elevada capacitación para el cargo como por el valor de paliar el inaceptable desequilibrio en la representación femenina y africana en la dirección de organismos multilaterales con amplia repercusión mundial. Okonjo-Iweala cuenta con un cuarto de siglo de experiencia en las finanzas internacionales en las filas del Banco Mundial —en el que fue responsable de una cartera valorada en unos 81.000 millones de dólares— y con una amplia trayectoria como ministra de Economía de Nigeria. Su candidatura ha contado con un amplísimo apoyo durante el proceso de selección, para el que es necesaria la unanimidad. La negativa de Donald Trump estaba sin embargo torpedeando su nombramiento. Acertadamente, el nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha revertido la decisión y levantado las reservas de Washington a la economista africana.
Okonjo-Iweala es la primera mujer que dirigirá la OMC desde su creación en 1995. La dirigente tendrá la difícil tarea de revitalizar la institución, boicoteada por la Administración de Trump, y gestionar los grandes pulsos comerciales que agitan el planeta, entre ellos el que enfrenta a los dos titanes globales, EE UU y China.
Pero al margen de su misión específica, la elección de la primera africana al frente de la OMC debe servir para reflexionar sobre la necesidad de reformular los equilibrios de representación en el sistema multilateral surgido en 1945, tanto en términos geopolíticos como de género. Es preciso superar un occidentalismo que ya no responde a la configuración geopolítica del siglo XXI. El resto del mundo reclama, legítimamente, cambios y Occidente debe entender que no solo es moralmente correcto, sino que está en su interés aceptarlo. Un adecuado pluralismo en el liderazgo de la gobernanza global es el requisito para mantener su vigencia. Con todos sus defectos, conviene lograr la adhesión al sistema con su reforma en vez de alimentar más frustración y confrontación.