Columna

El voto catalán y la política española

¿Qué efectos pueden tener las elecciones en la política nacional?

El candidato socialista a las elecciones catalanas, Salvador Illa, durante un acto telemático de campaña.PSC (Europa Press)

Lo que ocurre en Cataluña tiene vida en el conjunto de la política española. Y más en este momento en que, con el País Vasco perfectamente controlado bajo la tutela del PNV, Cataluña es el territorio apache de la política española.

El domingo los catalanes votaremos en unas elecciones raras. Por la pandemia, que convierte el miedo en un factor determinante de la decisión de ir a votar, lo que redundará en una alta abstención. Pero también por la larga resaca de ...

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Lo que ocurre en Cataluña tiene vida en el conjunto de la política española. Y más en este momento en que, con el País Vasco perfectamente controlado bajo la tutela del PNV, Cataluña es el territorio apache de la política española.

El domingo los catalanes votaremos en unas elecciones raras. Por la pandemia, que convierte el miedo en un factor determinante de la decisión de ir a votar, lo que redundará en una alta abstención. Pero también por la larga resaca de la crisis de octubre de 2017, que, tres años después, ha llevado a una situación de fatiga e insatisfacción. Las encuestas expresan el deseo mayoritario de construir puentes y abrir una nueva etapa, mientras los muros construidos en la confrontación política siguen pareciendo insalvables si nos atenemos a los discursos y promesas de las partes. Se podría decir que solo los Comunes han expresado abierta voluntad de romper murallas poniendo un pie a cada lado de la frontera.

En este contexto, ¿qué efectos pueden tener las elecciones catalanas en la política española? Ahora mismo, vemos los de campaña: en apoyo de Illa y de Albiach los socios del Gobierno español vienen anunciando medidas con música de reconciliación —indulto a los presos, revisión del delito de sedición y de la legislación en materia de libertad de expresión, mesas de diálogo— que generan dudas en su credibilidad porque no acaban de concretarse y roces entre ellos por los grados distintos de intensidad.

En la derecha ha cundido el desconcierto. La caída de Ciudadanos venía anunciándose desde hace tiempo: la frivolidad ha podido con un partido con más ambición que fuerza, que supo captar un momento de oportunidad pero sin capacidad para consolidarlo. Quien vive ahora en el pánico es el PP, porque el probable sorpasso de Vox en Cataluña abre serias incógnitas en la política española: ¿estamos ante un cambio de hegemonías en su seno? Sería catastrófico que la extrema derecha, la que el PP y Ciudadanos legitimaron con sus alianzas, pusiera en jaque a la derecha tradicional, como está ocurriendo en otros países europeos.

Una novedad interesante de esta campaña es que el procés ha quedado en segundo plano, limitado casi a pugnas de autenticidad entre sus principales protagonistas: Junts per Cat y Esquerra. Como confirman las encuestas, la ciudadanía ha asumido que la gran promesa no está a la vuelta de la esquina y que hay que dar prioridad a las urgencias del presente. Lo cual no impedirá que el independentismo confirme su fuerza electoral para fastidio de aquellos que llevan años anunciando su derrota. El Gobierno de PSOE y Podemos, que puede salir reforzado de este episodio, no puede dejar escapar esa oportunidad de devolver la cuestión catalana a la política, con medidas de reforma institucional que mejoren la calidad de la democracia en beneficio de todos. Aunque la derecha haga lo imposible para evitarlo.

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