Columna

Olvidar a Trump

Apenas ha pasado una semana y Estados Unidos ya ha regresado tras su larga e inquietante ausencia de cuatro años

Donald Trump a punto de embarcar en el Air Force One.Alex Brandon (AP)

Apenas ha pasado una semana y Estados Unidos ya ha regresado tras su larga e inquietante ausencia de cuatro años. Estaba inscrito en el programa de Biden. Si hay sorpresa es por la celeridad y la contundencia del mensaje. Fueron pocas las palabras del discurso de toma de posesión dedicadas a la política exterior, pero claras y comprometedoras. Washington predicará con la fuerza del ejemplo más que con el ejemplo de la fuerza.

Lo dicen las palabras y lo dice la composición del nuevo equipo exterior, multicultural y paritario, ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Apenas ha pasado una semana y Estados Unidos ya ha regresado tras su larga e inquietante ausencia de cuatro años. Estaba inscrito en el programa de Biden. Si hay sorpresa es por la celeridad y la contundencia del mensaje. Fueron pocas las palabras del discurso de toma de posesión dedicadas a la política exterior, pero claras y comprometedoras. Washington predicará con la fuerza del ejemplo más que con el ejemplo de la fuerza.

Lo dicen las palabras y lo dice la composición del nuevo equipo exterior, multicultural y paritario, encabezado por Antony Blinken. También la recuperación de los tratados y el regreso inmediato a las instituciones abandonadas: el Tratado de París sobre cambio climático, la Organización Mundial de la Salud, la Organización Mundial de Comercio o la Unesco. Hay la voluntad de resucitar el Pacto Nuclear con Irán y el de Paz para Oriente Próximo. Se restablecen las relaciones con la Autoridad Palestina y los fondos de ayuda a los palestinos.

Dos llamadas telefónicas subrayan las prisas. Una amistosa, la del presidente al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, para confirmarle el compromiso con el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte sobre la defensa mutua en caso de un ataque. Otra tensa y diplomática, en la que Biden reprochó a Putin todo lo que Trump se había callado: apoyo a la soberanía ucrania ante la agresión rusa, condena de los ciberataques, de las interferencias en las campañas electorales y de las recompensas pagadas por Rusia por las bajas militares de Estados Unidos en Afganistán, además de la exigencia de liberación de Aléxei Navalni.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Biden y Putin también salvaron la renovación del New Start, el último tratado de reducción de armas nucleares que caducaba en febrero y Trump no quiso renovar. Es un avance de la combinación de vigilancia democrática y de compromisos diplomáticos con la que Washington tratará a las potencias autoritarias. Vale para China, pero también para Turquía, Arabia Saudí y todos los déspotas amigos. La nueva Administración ya ha adelantado que son bienvenidas las nuevas relaciones diplomáticas establecidas entre Israel y cuatro países árabes (Baréin, Emiratos, Sudán y Marruecos), pero sin que sirvan como paliativo para la paz entre israelíes y palestinos ni para las acciones unilaterales de unos (condescendencia frente al terrorismo) y otros (anexión de territorios).

El cambio exterior más notable es interior. El departamento de Estado, infra financiado y mal dotado estos años, resurge de las cenizas. La diplomacia y el multilateralismo recuperan su protagonismo, incrementado todavía más por el declive del ardor guerrero en la acción exterior.

A pesar de las prisas, este cambio tan sustancial exige tiempo y paciencia. Para predicar fuera con el ejemplo, la democracia estadounidense, herida el día 6 de enero, debe recuperar dentro su ejemplaridad. Hasta dar seguridades a sus amigos de que no volverá a producirse un accidente tan grave como para sentirse en peligro de muerte. No será fácil olvidar a Trump.

Sobre la firma

Más información

Archivado En