Columna

Se llama extrema derecha

La ideología de los supremacistas blancos, los Proud Boys, QAnon, el movimiento MAGA, la ‘alt-right’, o esos muchachos del Boogaloo, que se preparan para una nueva guerra civil, está claro a qué ideas responde

Un manifestante con los pies encima de la mesa de la presidenta de la Cámara de los Representantes, en el Capitolio, en Washington (EE UU).SAUL LOEB (AFP)

Esto no es Estados Unidos. Fue una de las frases recurrentes que trufaron los discursos de los que condenaban el asalto al Capitolio, de los que pronunciándola deseaban solidarizarse con la legalidad estadounidense, como el presidente Macron. Lugares comunes que tratan de aliviar el sentimiento de vergüenza que provocan imágenes tan bochornosas como las que vimos. Pero sí, es Estados Unidos, una parte nada desdeñable de ese país dividido. Es Estados Unidos, por muy grotesca que parezca su gente en e...

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Esto no es Estados Unidos. Fue una de las frases recurrentes que trufaron los discursos de los que condenaban el asalto al Capitolio, de los que pronunciándola deseaban solidarizarse con la legalidad estadounidense, como el presidente Macron. Lugares comunes que tratan de aliviar el sentimiento de vergüenza que provocan imágenes tan bochornosas como las que vimos. Pero sí, es Estados Unidos, una parte nada desdeñable de ese país dividido. Es Estados Unidos, por muy grotesca que parezca su gente en ese asalto violento y peliculero; estadounidenses son los que bravuconamente se hacían selfies con gorros de Daniel Boone, los de rostros pintados; son estadounidenses esos tipos que agitaban las banderas esclavistas, los que portaban armas que compran sin demasiados requisitos en los supermercados; lo son aquellos que podían haber matado a congresistas y de milagro no lo hicieron, los que irrumpieron en el despacho de Nancy Pelosi; ese tipo que se sienta en su butaca con las piernas abiertas, jactándose de haber tomado el poder por asalto, es estadounidense. De Estados Unidos. ¿Qué hubiera pasado si la presidenta de la Cámara hubiera estado allí? En algunas pancartas se podía leer ”Nancy Pelosi is Satan”. El mensaje se lanza desde cualquier ordenador, luego hay otros que se aventuran a perpetrar el castigo. Puede que algunos agitadores intelectuales se vean muy alejados de esa chusma, porque lo hacen desde sus foros, blogs, columnas, canales de televisión o desde despachos del propio Partido Republicano. Puede que el que la alienta no se moje jamás y que el que la financie nunca pague ante la justicia su campaña de odio, pero alguien respalda ideológicamente a la turba. Mensajes simples y repetitivos que han desembocado en un aquelarre. No fueron obra exclusiva del payaso del pelo zanahoria que escupía mensajes incendiarios, tampoco de la masa que siguió su consigna. Las cabezas pensantes que idean el escenario de un pueblo dividido y apoyan a un líder trastornado casi nunca pagan su fechoría.

Aquí en España hicimos lo propio. Pensé que íbamos a tardar más en salir de nuestra estupefacción, pero no, el espíritu reactivo impera. Y llegaron las consabidas comparaciones. Se podría decir odiosas comparaciones, pero más bien habría que optar por retorcidas o ridículas. Somos incapaces de dedicar un tiempo a reflexionar sobre cuáles son los factores determinantes para que esto haya sucedido, en otro país mucho más ajeno al nuestro de lo que nos ha hecho creer el cine. Lo que parece claro, allí, según los análisis que van surgiendo y que avala el FBI, es que se trata de un movimiento de inspiración ultraderechista. Son muchos años alimentando a la bestia. La mezcla de teorías conspiranoicas y de un fanatismo religioso que augura el fin del mundo, que dibuja a Trump como el mismísimo rey David, la concepción furiosamente individualista de la libertad, el rechazo al extranjero, el racismo fundacional, un componente misógino común en todas las organizaciones radicales masculinas, el espantajo de la pedofilia que aseguran practica la élite, el antisemitismo encarnado en Soros, el activismo antivacunas, el rechazo a cualquier medida medioambientalista. Y, desde luego, el convencimiento de que están robando las elecciones a su líder.

Esos delirios cruzaron el océano, donde se han calcado algunos de los mandamientos del catecismo, amoldando el ideario a la realidad de cada país. ¿Cómo no reconocerlos en algunos discursos delirantes que escuchamos a los visionarios que están entre nosotros? Las comparaciones con el movimiento de Rodea el Congreso han ido pasando de boca en boca, como si se tratara de una consigna. Lo hacen como un batallón, culpando al otro, tal vez para aliviar sus propios pecados. Pero la ideología de los supremacistas blancos, los Proud Boys, QAnon, el movimiento MAGA, la alt-right, o esos muchachos del Boogaloo, que se preparan para una nueva guerra civil, está claro a qué ideas responde. Se llama extrema derecha.

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