Columna

Del pacto del abrazo al Gobierno de las patadas

El comportamiento de Iglesias está directamente conectado con su voluntad de extender las pretensiones de su agenda política hasta el límite de lo posible y mientras sea posible

El abrazo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tras firmar el acuerdo de gobierno en noviembre de 2019.ANDREA COMAS

El acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para dar forma al primer Gobierno de coalición de la democracia se escenificó con un abrazo. ¿Lo recuerdan? Un abrazo con el que los líderes del PSOE y de Unidas Podemos quisieron rubricar —por sorpresa y apenas unas horas después de conocerse el resultado electoral— su voluntad de constituir un Gobierno capaz de armonizar dos culturas de partido muy diferentes y dos programas electorales con bastantes puntos de encuentro. Un año de trabajo después y la dificultad de gestionar una pandemia han convertido aquel Gobierno nacido de un abrazo en el “...

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El acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para dar forma al primer Gobierno de coalición de la democracia se escenificó con un abrazo. ¿Lo recuerdan? Un abrazo con el que los líderes del PSOE y de Unidas Podemos quisieron rubricar —por sorpresa y apenas unas horas después de conocerse el resultado electoral— su voluntad de constituir un Gobierno capaz de armonizar dos culturas de partido muy diferentes y dos programas electorales con bastantes puntos de encuentro. Un año de trabajo después y la dificultad de gestionar una pandemia han convertido aquel Gobierno nacido de un abrazo en el “Gobierno de las patadas”.

Así parece conducirse el vicepresidente segundo cada vez que sus planteamientos son postergados o corren el riesgo de no escalar finalmente a la mesa del Consejo de Ministros en los términos que considera adecuados. Da igual si se trata del Ingreso Mínimo Vital, el Salario Mínimo Interprofesional, los desahucios o las pensiones, entre otros muchos temas que han agitado la discrepancia pública entre los socios de Gobierno. Dejo al margen el caso de la Monarquía por tratarse de un tema de interés sobrevenido y ajeno al programa de coalición, por lo que las diferencias parecen estar toleradas. Hasta la fecha, los desaires de Pablo Iglesias a sus colegas ministros le han dado buenos resultados, pues casi siempre ha podido cerrar las discrepancias a su favor al lograr que el problema llegue a la mesa del presidente y sea abordado en negociación bilateral. Nada de hacer uso del siempre engorroso mecanismo de resolución de diferencias diseñado, en el momento de negociarse la coalición de Gobierno, como fórmula para solventar los problemas entre los socios. Las patadas ofrecen un resultado mejor y de consecución más rápida.

Esta manera de desenvolverse en una coalición erosiona la cohesión interna del Gobierno y la confianza de las partes que lo integran hasta el punto de distorsionar de manera irreversible las lógicas de un funcionamiento colegiado óptimo. Además, la discrepancia reiterada y públicamente expuesta impacta de forma negativa en la percepción que la ciudadanía se configura del Gobierno. Pues bien, si las consecuencias de esta manera de proceder son aparentemente tan negativas, ¿qué lo justifica? y, en todo caso, ¿hasta cuándo es sostenible? A mi entender, el comportamiento del líder de Unidas Podemos está directamente conectado con su voluntad de extender las pretensiones de su agenda política hasta el límite de lo posible y mientras sea posible. Algo que al parecer resultaba factible mientras los Presupuestos Generales no estaban aprobados y, en consecuencia, el valor de sus escaños cotizaba en su máximo. Ahora que los nuevos Presupuestos garantizan a Pedro Sánchez la legislatura, Pablo Iglesias sabe que jugar a las patadas para forzar su posición tendrá más riesgo y, probablemente, menores probabilidades de éxito. Nada impide, sin embargo, que lo siga intentando… si le dejan. ¡Feliz 2021!

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