La (renovada) actualidad de Alan Riding

La nueva polémica entre México y Estados Unidos es prácticamente idéntica a la narrada por el autor de “Vecinos Distantes” en 1985

Cientos de automovilistas esperan a ser revisados ​​en el cruce de regreso a Estados Unidos desde Tijuana durante la 'Operación Intercepción', en 1969.Bettmann (Getty Images)

En su libro, clásico de clásicos sobre la relación entre Estados Unidos y México, Alan Riding menciona, entre muchas otras situaciones de una pasmosa actualidad, el siguiente pasaje sobre los narcóticos como delicada cuestión política en la mutua frontera.

“El problema se inició, repentinamente, cuando en 1969 el gobierno de Nixon llevó a efecto la Operación Intercepción, que imponía la revisión exha...

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En su libro, clásico de clásicos sobre la relación entre Estados Unidos y México, Alan Riding menciona, entre muchas otras situaciones de una pasmosa actualidad, el siguiente pasaje sobre los narcóticos como delicada cuestión política en la mutua frontera.

“El problema se inició, repentinamente, cuando en 1969 el gobierno de Nixon llevó a efecto la Operación Intercepción, que imponía la revisión exhaustiva de todos los vehículos que entraban a Estados Unidos procedentes de México y que paralizaba el tráfico en la frontera durante días. Aunque el gobierno mexicano se molestó porque no se le había dado aviso previo, implicándose con ello que no se le podía confiar el secreto, México pronto se convirtió en el chivo expiatorio de todo el problema de la droga de su vecino. Los funcionarios mexicanos sostenían que la solución era atacar la demanda, no la oferta”.

Cincuenta y cinco años después, la nueva polémica entre Washington y los mexicanos es prácticamente idéntica a la narrada por Riding en Vecinos Distantes, cuya primera versión es de mayo de 1985, es decir, están por cumplirse cuarenta años de su aparición.

Releer a Riding cuatro décadas después permite no solo ver cuán acertado fue el autor, ya no se diga al diagnosticar la incomprensión entre tan desiguales vecinos, sino en su temor de que un gobierno tecnócrata desatendería la importancia de la identidad mexicana.

“El control de los estratos superiores del gobierno ha pasado de las manos de políticos expertos que estaban en contacto con las bases de la sociedad, a las de tecnócratas más conocedores del funcionamiento de la economía mundial que de los intríngulis políticos de México”, señala el periodista nacido en 1983, que, no sobra decirlo, para nada era indulgente con el PRI.

“La nueva casta ha introducido un sistema político más abierto —más ‘democrático’—, pero que depende todavía de que un partido anticuado y debilitado legitime su poder por medio de los votos de campesinos y obreros a los que no representa ni entiende”.

Riding cierra su volumen con una cruda descripción del vértice en que estaba México a mediados del sexenio de Miguel de la Madrid (cuando enfrentaba inflación galopante y la petulancia de Estados Unidos, poco dispuesto a ayudar a su vecino del sur y demasiado presto al intervencionismo en donde quiera, pero particularmente en Centroamérica y el Caribe).

El autor, que recién ha estado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, advertía sobre la separación entre esa neoélite política-empresarial y el pueblo, y sobre esfuerzos inacabados de modernización, impulsados para atender a la clase media, pero que no estuvieron abocados a hacer a México “ni más justo ni más estable”.

Frente a esa realidad, Riding resalta una condición de resiliencia que en 2025 parece obviedad: “los mexicanos comunes siempre han contemplado el futuro con estoicismo y parecen menos inquietos: enfrentan los desafíos cuando estos se presentan”.

Al respecto agrega: “La verdadera fuerza y estabilidad de México radica y permanece en su pueblo, en el mexicano que conserva las tradiciones familiares y comunitarias, cuyas expectativas materiales están por debajo de sus aspiraciones espirituales”.

La alternancia, que se comenzó a cocinar en aquella turbulenta década de los ochenta, podría llevar de epitafio el siguiente párrafo: “Al tratar de hacer que el país sea superficialmente más democrático, más occidental, más ‘presentable’ en el extranjero, se han debilitado las raíces que tenía el sistema en la población. Se ha convertido en algo menos verdaderamente democrático porque no representa tanto a los mexicanos auténticos. Cuanto más responda el sistema a una minoría norteamericanizada, tanto más flagrantes serán las contradicciones dentro del país”.

Si se dice que Morena nos regresa al pasado, ¿qué decir ante esto?: “los mexicanos se sentían cómodos con el sistema cuando era específicamente mexicano, con su mezcla de autoritarismo y paternalismo, de cinismo e idealismo, de conciliación y negociación”.

Estos extractos aislados no hacen honor a una obra que discurre con abundancia de matices sobre la identidad de los mexicanos. Y faltarían citar muchos párrafos también de gran actualidad sobre la incomprensión de EEUU sobre el carácter de la nación mexicana.

Por ejemplo, si al leer Vecinos Distantes en lugar de “guerra fría” —Washington temía entonces que México y AL cayeran en el “puño” soviético— se sustituye por “el poder de mafias criminales”, se entiende algo del éxito de la estrategia de cabeza fría de la presidenta Claudia Sheinbaum.

Un gobierno surgido de un movimiento que de manera paternalista invoca diario la valía del pueblo mexicano, administración que encima puede explotar a su favor el comportamiento mendaz de un agresor de México como es Donald Trump, habrá de sortear con mejor pronóstico choques entre un vecino poderoso pero torpe, y una nación que sabiéndose en desventaja no tiene razones para sentirse poco digna.

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