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la crisis del coronavirus
Columna
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Con vacunas, sin capacidad para ponerlas

El Gobierno mexicano está infectado de comunicación ineficiente e inflexibilidad en la toma de decisiones. Si no se cura primero de eso, no logrará vacunarnos a tiempo

Viri Ríos
Personal de la salud realiza pruebas de coronavirus este martes en Villahermosa, Tabasco.
Personal de la salud realiza pruebas de coronavirus este martes en Villahermosa, Tabasco.Jaime ávalos (EFE)

Los científicos han hecho su parte. Hay vacuna contra el SARS-CoV-2. Toca a los gobiernos hacer lo propio. El Estado mexicano deberá probarnos que puede aplicar y distribuir la cura. Y hacerlo en tiempo récord. Estamos presenciando el reto logístico más transcendental de la historia reciente.

Si el reto de controlar una pandemia supone un desafío mayor, el de distribuir una vacuna lo es aún más. Subirán las expectativas. En tiempo real veremos países completos reabrir sus economías y tener vidas normales. Algunos países despegarán y otros se quedarán varados en 2020.

La pregunta es si el Gobierno mexicano podrá con el paquete. Sus primeros pasos no dan un buen augurio.

Por el contrario, en su primera conferencia de prensa sobre el tema se observa al Gobierno federal cometer los mismos errores que ha cometido durante todo 2020 y han llevado a México a ser uno de los países con más muertes per cápita por la covid-19 del mundo.

Los errores son: comunicación incompleta e inflexibilidad en la toma de decisiones.

Como desde el inicio de la pandemia, con la vacunación hay una comunicación no estratégica, difusa y superficial. El subsecretario Hugo López-Gatell ha dicho que se dará a conocer un documento técnico y uno de política pública con los detalles del plan de vacunación. No lo ha hecho.

Por el contrario, López-Gatell dio a conocer 18 diapositivas con contenidos escuetos. Nadie sabe dónde está el resto. Para entender la insuficiencia de la información otorgada basta ver los lineamientos del programa de vacunación universal. Un programa de vacunación tradicional enfocada en menores de edad.

Dicho documento incluye detalles como la rectoría, operación del programa, vigilancia epidemiológica, cálculo de metas, comunicación, vacunación para migrantes, desplazados, refugiados, e incluso cómo se realizarán los sistemas de información y evaluación. Ninguno de esos detalles conocemos sobre las vacunas contra el coronavirus que se aplicarán en México.

No sabemos dónde esté la información que dijo López-Gatell que daría o si existe. Si llevan, como dicen, más de “dos meses y medio” preparándose con un “fino ordenamiento” para la vacunación, no habría razón por la que no debieran tener todo por escrito.

Nos dicen que se darán a conocer otros lineamientos en el futuro, pero que por ahora solo quieren decir el mensaje central. Es decir, al igual que con el resto de la pandemia nos tratan como niños a los que no se les puede dejar ver la película completa.

Se equivocan. Lo que necesitamos es un plan certero, amplio y detallado.

Otra excusa que ponen los representantes del Gobierno federal es que pronto habrá otras vacunas y que por tanto, la segunda o tercer vacuna requerirá otros procedimientos operativos. La excusa no aplica. No hay razón por la cual no deberían tener varios planes ya preparados, uno para cada escenario posible. Esta es la labor más importante del Estado mexicano.

Más aún, por meses se nos ha dicho que una de las principales razones por las que México tiene tan alta mortalidad son comorbilidades como la obesidad y la diabetes. Sin embargo, el plan de vacunación presentado no detalló cómo se va a vacunar a quien padece estas enfermedades.

También se ignora cómo se logrará atender a los más pobres. El plan no detalló un plan para llegar a las zonas más vulnerables del país.

Por el contrario, tal parece que el plan para las zonas más pobres es simplemente esperar a que haya una vacuna que se pueda transportar más fácil. Es decir, los pobres seguirán muriendo más que los ricos porque el Gobierno no tiene un plan para gastar extraordinariamente en ultracongeladores.

Los números, además, no cuadran. El plan actual establece que se vacunará al 15% de la población en cinco meses y, posteriormente, se terminará con el resto en poco más de un año. Es decir, se asume una vacunación con crecimiento exponencial a través del tiempo. Esto no cuadra con las expectativas de producción de las farmacéuticas.

Por si fuera poco, el dinero disponible, 20.000 millones de pesos, es importante, pero no es suficiente. Los estimados indican que se requieren 32.000 millones a precios actuales para vacunar a todos. Obtener 12.000 millones de pesos no es fácil para un Gobierno que se niega a subir los impuestos.

Finalmente, está la inflexibilidad, el talón de Aquiles de la Administración actual. En un país tan desigual como México, no se puede simplemente asumir que no surgirá un mercado negro de vacunas privadas para las élites. Surgirá. Sin embargo, el subsecretario López-Gatell ha sido terminante en negarlo y no cuenta con más plan que la prohibición.

Este sería un buen momento para planear qué sucederá en caso de que surja ese mercado y cómo se deberá cobrar un impuesto elevado a quienes quieran brincarse la fila de los hospitales públicos. El impuesto debe ser tal que por cada persona que decida hacerlo por voluntad propia en una institución privada se pueda vacunar a más ciudadanos en hospitales públicos. Extraer el beneficio privado de los ricos para convertirlo en un bien público.

Ojalá el Gobierno nos dé la sorpresa. Es momento de que López Gatell y López Obrador nos demuestren su capacidad de actuar, poniendo la salud de todos los mexicanos primero. Miles de vidas están en juego.

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