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Tatiana Țîbuleac: “Putin quiere devolvernos a la Unión Soviética. Es un dictador, como Stalin”

La escritora moldava despierta pasiones en la Feria del Libro de Monterrey, con ejemplares agotados y filas de horas para firmarlos. En esta entrevista conversa sobre su nueva novela, un viaje a la memoria de su país

La escritora moldava Tatiana Țîbuleac despierta furor en la Feria Internacional del Libro de Monterrey. Sus libros se agotaron al segundo día del evento, el domingo aguantó estoicamente dos horas con la firma de ejemplares y en los pasillos del festival la gente la saluda y quiere fotos con ella. “Esto solo me pasa en Latinoamérica y España”, reconoce aún incrédula ante tanta muestra de afecto. Y es que Țîbuleac (Chisináu, 1978) es autora del inesperado éxito editorial El verano que mi madre tuvo los ojos verdes (editado en español por Impedimenta), en el que indaga sobre la maternidad, el duelo y la memoria, con miles de copias vendidas en el mundo hispanoparlante. “Es una grata sorpresa, algo que no se espera. Cuando escribes un libro, no sabes si tendrá éxito, pero ver que la gente los compra, los lee, se acerca a mí y lo comparte es increíble”, confianza.

La narradora habla en esta entrevista de su nuevo trabajo, un libro sobre su padre, periodista en tiempos del yugo soviético cuando Moldavia estaba sometida a las órdenes de Moscú. La obra será traducida al español el próximo año. “No he escrito nada en siete años. Publiqué mi tercera novela en Moldavia y ahora me siento libre, porque fue un libro muy difícil de escribir. Fue el libro más difícil, porque es muy personal”, confiesa. “Es un libro sobre mi padre, pero también un libro donde la voz narrativa de una protagonista, una mujer llamada Mila, se asemeja mucho a la mía. Básicamente, como me gusta decir, envejecimos juntas en este libro. Así que, cuando leo lo que dice en él, pienso que muchas cosas se refieren a mí”, dice Țîbuleac, quien habla en esta conversación sobre la memoria, la amenaza rusa sobre su país y el compromiso de los escritores en tiempos recios.

Pregunta. ¿Qué importancia tiene para usted escribir sobre la memoria?

Respuesta. Estoy muy contenta con este libro porque podría haber sido un libro extremo, podría haberlo escrito con un profundo odio hacia la ocupación rusa. Lo habría hecho con mucho entusiasmo por esos movimientos nacionalistas patrióticos que significaron mucho para nuestra historia. Pero de alguna manera lo logré sin quererlo, y fue escrito mucho antes de que comenzara la guerra. Lo escribí con honestidad. Con la honestidad de quien ve lo bueno y lo malo de ambos lados. Y me preguntaba si hoy lo habría escrito de otra manera, y probablemente sí. No puedo decir que tengo la misma actitud hacia todo como hace tres años, cuando no había guerra. Pero creo que ese libro inició algunas conversaciones, muchos extranjeros vinieron a Moldavia a visitar los lugares donde vivió esta chica, la protagonista. Y al visitar Moldavia, descubrieron más. Descubrieron el pasado. Se interesaron.

P. Con la caída de la URSS, Moldavia ha tenido que redescubrirse, ¿ha establecido el país su propia identidad?

R. Mi segunda y tercera novela tratan básicamente de nuestra década, la más violenta en Moldavia. Comienza inmediatamente después de la disolución de la Unión Soviética y la independencia. Vinieron, ya sabes, pobreza, desempleo, tráfico de personas, mucha criminalidad y quería escribir sobre eso y no fue una decisión forzada. Creo que el pasado me está alcanzando y llega de forma natural y me haría muy feliz saber que este nuevo libro también tenga no el mismo éxito, pero sí el mismo interés para otras personas, porque explica mucho sobre el estado de Moldavia. Fui a reuniones y hablé con gente de universidades y colegios. Desconocían muchas cosas de las que hablaba. Me dijeron que no, que no podía ser. Les pregunté: “¿Nunca hablas con tus padres sobre eso?" Y me dijeron que no. Así que, si la gente de nuestro país no lo sabe realmente, ¿qué se puede esperar de un público más amplio? Me alegra que este libro haya salido, porque ahora es mucho más fácil reflexionar sobre el pasado. Durante muchos años no pudimos hablar. Mis abuelos, que fueron deportados al Gulag, no podían hablar de eso porque necesitaban proteger a sus hijos. Mi madre no me hablaba porque era una niña soviética, así que solo quería que mi futuro estuviera limpio de su pasado. Y yo no hablaba porque era la primera migrante de la familia. Pero ahora también quiero contar mi parte de la historia.

P. Afirmó hace unos años que el libro que le gustaría escribir debe hablar sobre la deportación de sus abuelos, que estuvieron en el Gulag en Siberia. ¿Lo ha logrado?

R. Esta mañana, en mi habitación de hotel, empecé a trabajar en este libro que me preguntas, porque creo que necesito deshacerme de esto tan personal. Fue un problema durante todos estos años, porque siempre pensé que este libro sería, ya sabes, el libro que me aportaría consolidación, claridad mental, que encontraría mi voz, para que finalmente fuera quien soy a través de él. Pero siempre estuve confundida, porque las voces que encontraba no eran las adecuadas. Y, sinceramente, no me siento cómoda inventando un personaje literario para contar esta historia, porque no es solo la historia de mi familia. Es la historia de un país. Es la historia de miles de personas deportadas, asesinadas, humilladas y destruidas, y de sus hijos y nietos que viven hasta hoy este trauma. Así que pensé que sería, de alguna manera, falso si lo escribía de nuevo en primera persona, como todos mis libros. Creo que ahora tengo más claro cómo debería escribirse este libro y espero poder hacerlo, porque creo que quizás solo ahora he alcanzado cierta madurez que me permitirá, como escritora, tratar esta historia como se merece.

P. ¿Escribir sobre ese pasado es una manera de exorcizarlo? ¿O de liberación?

R. Nunca creí en los deberes literarios hasta ahora, porque creo que la literatura es, ya sabes, un patio de recreo, ya sea mágico o realista, donde todo está permitido. Pero creo que con la edad y también con los fenómenos que están sucediendo en nuestra parte del mundo, y estoy hablando ahora de la guerra, y de todo este terror que ha vuelto a nosotros, el miedo a convertirnos en una nueva ocupación rusa, los escritores de nuestra parte del mundo lo tomamos demasiado a la ligera. No teníamos ningún deber. No nos interesaba. Tuvimos escritores esporádicos que escribieron sobre fragmentos muy pequeños de la historia, algunos no tuvieron éxito, otros no eran lo suficientemente conocidos fuera, otros simplemente no querían explorarla adecuadamente porque durante mucho tiempo les daba miedo. Pero una vez que tienes voz, debes aprovecharla. Ahora mi actitud hacia la literatura quizás sea la misma, pero he empezado a tomármela más en serio y estoy más inclinada a hablar de nuestro pasado y de nuestra situación, y a involucrarme más en ello.

P. ¿Es Rusia un peligro existencial para la gente de Moldavia?

R. Sí. Acabamos de tener elecciones y la cantidad de dinero que Rusia desperdicia en nuestro sistema político cada vez que quiere comprarlo y devolvernos a la Unión Soviética es increíble. Es como si pudiéramos alimentar a Moldavia durante un año entero solo con ese dinero. Esto es lo que a veces la gente de fuera de la región, como los europeos, no entiende. Creen que es una opción de los moldavos elegir entre Europa y Rusia, pero no es así. Es una dictadura. Tenemos un Putin que es como Stalin, que es como Hitler. No podemos encontrarle otros nombres. Es una guerra constante. Así que ahora tenemos otro mandato de cuatro años porque afortunadamente amplias fuerzas democráticas ganaron y podemos respirar, pero esto nunca se detendrá.

P. ¿Cómo percibe el papel del escritor en una Europa fragmentada y amenazada por la ultraderecha?

R. Tengo muy buenos amigos escritores que creen que es su deber, su deber moral, estar siempre en los primeros puestos de la política e influir en la gente. Yo diría que si te obligan a hacer esto, mejor no lo hagas. Tiene que ser honesto. Tiene que salir de tu corazón. Porque cuando lo haces con falsedad, se llama propaganda. Sea buena o mala. No creo en escribir con un propósito, sea el que sea, pero siempre que tengo la opción de dar a conocer mi opinión, la doy a conocer. Una cosa sí sé con certeza: nunca estaré en política. No me interesa. Si puedo cambiar algo con mi escritura, lo hago con gusto. Algo que esta guerra en Ucrania nos enseñó es que si no quieres luchar por algo, no luches contra algo. Porque, con gran tristeza, diría que algunas figuras extraordinarias del arte en Rusia, a quienes admiraba, a quienes leía, cuyas películas veía, se convirtieron en los artífices del régimen putinista. Y no solo no dijeron nada en contra de la guerra, sino que trabajan para esta guerra, y eso es algo que un escritor no debería hacer. Pero lo que un escritor debería hacer, solo él lo sabe.

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