Alexander Payne, cineasta: “No vería la adaptación de ‘Cien años de soledad’ ni por 10 billones de dólares”
El realizador estadounidense, invitado como jurado en el Festival de Morelia, se refiere al estado del cine actual, su relación con Latinoamérica y la producción cinematográfica de México
El Festival de Cine de Morelia (FICM) es peculiar. Por su dinámica no es extraño encontrarse con sus invitados en algún punto de la ciudad. Ya sea Quentin Tarantino, como cuando llegó en 2009, y se lo podía ver en alguna de las proyecciones del certamen cinematográfico. O, como en la versión en curso, que ...
El Festival de Cine de Morelia (FICM) es peculiar. Por su dinámica no es extraño encontrarse con sus invitados en algún punto de la ciudad. Ya sea Quentin Tarantino, como cuando llegó en 2009, y se lo podía ver en alguna de las proyecciones del certamen cinematográfico. O, como en la versión en curso, que Francis Ford Coppola, uno de los invitados de honor, le diga a los asistentes en el Teatro Matamoros que se refieran a él como “Tío Pancho”; que la actriz de El señor de los anillos Liv Tyler derroche amor a sus seguidores en cada aparición; y que el director estadounidense Alexander Payne participe de un conversatorio hablando un español perfecto. Son cosas que pasan en la capital de Michoacán durante este evento cinéfilo.
Payne (Omaha, Nebraska, 63 años), quien este año funge como integrante del jurado del FICM junto a Tyler y su colega Ira Sachs para la sección de largometraje mexicano, compartió escenario junto al crítico de cine Alonso Díaz de la Vega en el Teatro Rubén Romero, donde abordaron distintas temáticas sobre el estado del cine actual, la inspiración para sus películas y su evaluación al cine mexicano con base en la muestra de los nueve filmes que forman parte de la competencia.
Cuestionado sobre su fluidez en el español, el director, ganador de dos Oscar a Mejor Guion adaptado por Entre copas (2005) y por Los descendientes (2011), dio a conocer que es políglota, ya que aparte de su lengua natal, el inglés, ha estudiado griego moderno y latín. Sin embargo, cuando entró a la universidad a sus 18 años, decidió dominar un idioma y eligió el castellano. Como estudiante de historia se especializó en la latinoamericana. Asimismo, pasó un año en Salamanca, España, y posteriormente se fue a vivir a Medellín, Colombia, donde escogió esa ciudad para la realización de su tesis de grado sobre historia urbana. A raíz de esa experiencia, según contó, sostuvo una relación de 10 años con una mujer de ese país.
Pero su afecto hacia la región no solo se queda en el lenguaje. Su película de tesis en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) fue una adaptación, en clave humorística, de El tunel, la novela del argentino Ernesto Sabato. “Me encanta. Si no la conocen, hay que leerla. Es una terza novela postguerra publicada en 1948”, afirmó, a la vez que dio a conocer que, entre sus proyectos actuales, se encuentra trabajando en la posibilidad de adaptar el cuento Final del juego, título homónimo de una de las obras más aclamadas e influyentes del también autor argentino Julio Cortázar.
Sobre la misma temática no pudo evitar hacer referencia a la adaptación, pronta a estrenarse, que se hizo en formato de serie de Cien años de soledad, la obra cumbre del Nobel colombiano Gabriel García Márquez. “No vería la adaptación de ‘Cien años de soledad’ ni por 10 billones de dólares”, afirmó contundente, acompañado de las risas del público presente. Explicó que una gran obra literaria funciona por medio de instrumentos “únicamente literarios” y que es una forma infinita ya que cada lector tiene sus propias imágenes mentales. “No hay nada más infinito que la obra de García Márquez, digo yo, especialmente Cien años de soledad y no se debe convertir lo infinito en lo finito”, precisó.
Payne, nominado tres veces a Mejor director por la Academia de Cine estadounidense, cuenta que tuvo su primer acercamiento al cine mexicano hace un par de semanas con la visita de la directora del FICM, Daniela Míchel, a Omaha, Nebraska. En esa visita, una de las cabeza del certamen de Morelia sostuvo una conversación con el director de Los que se quedan (2014) sobre el cine negro mexicano. Admite que poder conocer las obras de cineastas como Roberto Gavaldón y Julio Bracho fue “una revelación”. Algunas de las películas que se proyectaron, una selección curada por Míchel, incluyeron películas como En la palma de tu mano (1952), La noche avanza (1951) y La diosa arrodillada (1947), de Gavaldón; y Distinto amanecer (1943), de Bracho. “Me abrió el apetito para conocer más el cine mexicano de aquella época, de los cuarenta y cincuenta. No las había visto, tengo que confesárselos. Había visto poco. Ahora sí tengo mucho apetito”, agregó.
Del cine mexicano de la década de los cuarenta y principios de los cincuenta, Payne dio el salto a la cosecha actual del FICM, con nueve filmes en competencia como Sujo, la película elegida por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas para representar al país en la carrera por los Oscar y los Goya; o La cocina, el cuarto largometraje del cineasta Alonso Ruizpalacios; o Un cuento de pescadores, basado en una leyenda de horror folclórica de Pátzcuaro. El director, que se caracteriza por su humor y por satirizar la sociedad estadounidense contemporánea, admitió que aún no había terminado de ver la selección completa de las nueve películas que componen la terna. A pesar de eso, preguntado sobre el estado del cine mexicano, este respondió de forma positiva. “No tengo una respuesta completa porque me quedan cuatro películas todavía por ver. He visto cinco y estoy muy contento de informarles que el paciente está muy vivo. Me han gustado todas. Nos será un poco difícil decidir la premiada”, anunció.
El cine para “conquistar la muerte”
A Payne no le gusta hablar ni de él como persona ni de su cine o cómo concibe la humanidad en sus historias o personajes, sino que acarrea la conversación hacia otros creadores y sus películas. Es parte de una generación de realizadores estadounidenses que se confiesan herederos del cine del Nuevo Hollywood, como Jeff Nichols o Paul Thomas Anderson. Dice que desde sus tres años ha estado “locamente enamorado del cine”. Se declara, incluso desde pequeño, aficionado de las películas antiguas y que hasta cumplió 18 años, en la década de los setentas, pudo disfrutar de lo que denomina como la última época de oro del cine estadounidense.
Sobre el estado del cine actual, a raíz de la crítica que el director Martin Scorsese realizó hace unos años a las películas de superhéroes, cuando dijo que “no son cine” y las considera más como una experiencia de “parque temático”, Payne coincide con el también realizador de El lobo de Wall Street. “El mensaje de la mayoría de las películas es: ‘Queremos su dinero’. No es un mensaje artístico y el mensaje siempre fue ese. Critico con ignorancia, porque yo no veo esas películas. Yo de las películas de Marvel he visto dos o tres Spider-Man y Pantera Negra”, dice Payne.
Durante la conversación se contrapuso los ejemplos de cómo estas películas buscan el estímulo del público y en qué se diferencian a las del Hollywood clásico y la diversión que traía ver producciones como las de John Ford, mejor conocido por sus westerns, o de Michael Curtiz, que dirigió el clásico Casablanca (1942) y que destacó por el cine de aventuras.
¿Qué es lo que cambió en el ecosistema fílmico para usted?, se le preguntó a Payne. “Me haces sentir muy viejo”, responde y comienza a hacer una voz burlona para escenificar la pregunta: “¡Ah, esas películas de antaño! Eran mil veces mejor que esta mierda que tenemos hoy en día”. Se toma unos segundos para continuar con su respuesta. El público guarda silencio unos segundos y Payne retoma lo locución: “Pero es verdad”. El público estalla en carcajadas. “Esa fábrica que existía en Hollywood, era capaz de crear porquerías, pero también era capaz de crear obras maestras que perdurarían por todo el tiempo humano”, complementa.
Payne admite que le gusta reírse. Por eso mismo afirma que el cine en el que cree es “encantador”. “Muchas veces voy a ver una película nueva y puede que sea muy buena, pero a veces sin chistes, sin nada de humor. Y la vida no es así. No es un solo tono, como una cuerda [de un instrumeto]. Así quiero también el tono en las películas que a mí me gustan y las que hago. Quiero tener cuerdas de emociones, desde la tragedia, o casi tragedia, hacia la risa. Es una risa que tiene base en el reconocimiento de verdades humanas. Esa es una clave de la comedia, que tú te ves a ti mismo o misma en ese momento, en esa situación”, desarrolla.
Por esta misma razón, Payne es un convencido de que el cine es “el espejo más verosímil” de nuestra experiencia como personas, porque tiene movimiento, fotografía, tiempo y espacio. “¿Por qué queremos al cine? Y también es una cosa muy obvia la que digo, por lo menos para mí. Me parece que es la única mejor manera que hemos inventado de conquistar la muerte. Nos vemos ahí y puedes ver gente que se murió hace 100 años. Es un milagro, es asombroso. Creo que es por eso que todo el mundo quiere asomarse por un segundo a una película. ¿Por qué? Porque es un segundo de inmortalidad”, finaliza el director.