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La tragedia de los cuatro marineros del yate ‘Litos’ en Acapulco

La tripulación de la lujosa embarcación, una de las más cotizadas del puerto, está desaparecida desde la embestida de ‘Otis’. Ningún otro barco cuenta tantos trabajadores ausentes como este

Protesta en Acapulco por los marinos desaparecidos del yate Litos
Familiares de los tripulantes desaparecidos en el yate 'Litos' protestan frente a la base naval para exigir que continúe la búsqueda, el 18 de noviembre en Acapulco.Nadya Murillo
Pablo Ferri

Fernando Parra, ingeniero mecánico de 39 años, salió de su casa el 24 de octubre a eso de las 7.30 de la mañana. Le aguardaba un día normal de trabajo en Puerto Marqués, a media hora de su casa, en Acapulco. Desde hacía nueve años, Parra estaba a cargo de la sala de máquinas del Litos, un enorme yate de más de 30 metros de eslora, que hacía las delicias de los turistas adinerados que llegaban al puerto. Una jornada de ocho horas podía cobrarse hasta en 5.000 dólares, así que, cuando el barco quedaba anclado en el muelle, la tripulación debía dejarlo impecable.

“Normalmente, los días de trabajo en la base eran de 8.00 a 17.00, luego volvía a la casa”, cuenta Cristina Sánchez, su esposa. Eso si no salía un charter, un alquiler largo, como alguno de los que habían surgido en los últimos meses, donde los clientes habían pedido ir a Puerto Vallarta o Los Cabos. Entonces, Parra podía pasar días enteros fuera de casa, semanas, incluso meses. El año pasado, por ejemplo, Parra y el resto de la tripulación del Litos habían pasado medio año navegando en aguas del Pacífico norte mexicano.

A los días de trabajo en el puerto llegaba, además de Parra, el capitán Ulises Díaz, que dirigía el Litos desde hacía 17 años. Por como lo describe su familia, Díaz, de 43 años, es un hombre todoterreno. “Se había forjado aquí mismo, en Acapulco, lavando barcos, y de ahí ascendió. Era surfista, un profesional de la apnea: duraba cinco minutos seguidos debajo del agua”, dice su medio hermano, Raúl Monroy. “Si alguien podia sobrevivir a la tempestad, ese era él. Pero nadie pudo con este monstruo”, añade.

Una mujer lleva un cartel exigiendo la búsqueda de los dos niños desaparecidos a bordo del 'Rosemary Christine', el 18 de noviembre.
Una mujer lleva un cartel exigiendo la búsqueda de los dos niños desaparecidos a bordo del 'Rosemary Christine', el 18 de noviembre.Nadya Murillo

El monstruo, claro, es el huracán Otis, el más fuerte que recuerdan en Acapulco, más todavía que Paulina, que golpeó las costas de Guerrero y Oaxaca en 1997. Desde el lunes 23 de octubre, los expertos tenían la vista puesta en el fenómeno, entonces todavía una tormenta. Pero el martes, los comunicados del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, con sede en Florida, ya alertaban de la fuerza que estaba adquiriendo la tormenta, y la velocidad a la que lo estaba haciendo.

A las 14.00 del martes, hora del centro de México, el centro informó de que Otis tocaría tierra en las horas siguientes, como un huracán de categoría 4. A las 17.00, los expertos actualizaban sus estimaciones y señalaban que Otis sería un “huracán potencialmente catastrófico de categoría 5″. La previsión es que tocara tierra a última hora del día o en la madrugada del miércoles. El monstruo, que se fortalecía y agarraba velocidad según pasaban las horas, iba directo hacia Acapulco.

En la ciudad costera, pocos pensaban que Otis fuera a golpear como lo hizo. Prueba de ello es que las tripulaciones de decenas de barcos se quedaron en las embarcaciones, a petición de los dueños. Cosa habitual, su destreza al frente de las naves les había permitido superar tormentas menores, marejadas y ciclones, pero lo que estaba por llegar era distinto. Al final, la tormenta dejaría cientos de botes dañados y otros tantos hundidos. Muchos marineros se ahogarían. Otros, siguen desaparecidos hasta hoy.

Según la cuenta de la Fiscalía de Guerrero, todavía hay 26 personas desaparecidas por Otis, la mayoría en el mar. Están los cuatro del Litos. Hay tres más —entre ellos dos niños de nueve y cuatro años— que iban a bordo del Rosemary Christine, un enorme yate de recreo de 25 metros de largo. Siguen ausentes el capitán y el marinero de El Sereno, que trataron de refugiarse en la bahía de Santa Lucia, frente a la base naval, igual que el Litos. Y faltan también el capitán del Aca Rey, Felipe Castro de la Paz, además de marineros del Sir Lady, del Bacchus, del Side by Side, del Vida, pescadores que guardaban sus cayucos frente a la parte tradicional de Acapulco…

Un yate volcado en Playa Honda, el 17 de noviembre.
Un yate volcado en Playa Honda, el 17 de noviembre.Nadya Murillo

Barreras inútiles

Hace algo más de cuatro años, el dueño del Litos decidió mudar al barco de puerto. Instalado junto a la playa de Caleta, para regocijo de los miles de turistas que llegan cada año a chapotear en sus aguas tranquilas, el patrón decidió cambiar de aires y llevarse el barco a la recién construida marina de Puerto Marqués, al otro lado de Acapulco. Era un cambio natural para el yate, que se acercaba así a la zona diamante de Acapulco, el área más pudiente de la ciudad costera.

Pese a ello, la marina de Puerto Marqués tenía un problema, según denuncia Sánchez, la esposa del ingeniero Parra: sus barreras anti olas no funcionaban bien. “Cada vez que llovía, tenían que ir a ver que no se desamarrara el barco por el oleaje”, cuenta la mujer. Es por ello que el capitán Díaz decidió, en algún momento de la tarde o la noche del 24 de octubre, sacar al barco de allí. El oleaje era peor en los muelles que fuera y el Litos, con su envergadura y sus 90 toneladas de peso, podría golpearse contra los pantanales.

En ese momento, además de Díaz y Parra, otras dos personas se mantenían a bordo del barco, el marinero Alejandro Sandoval, de 33 años, y la hostess, Abigail Andrade, de 29, que se encargaba de recibir a los clientes. El tío del marinero, César Sandoval, dice que el joven trabajaba en el barco desde hacía un año. “Él se dedicaba a la pintura automotriz y ahí en el Litos le contrataron para mantenimiento y pintura”, cuenta. No está claro por qué se quedaron los cuatro en el barco el día del huracán. “A él le obligaron a quedarse”, asegura Sandoval.

El marinero se estuvo comunicando con su novia durante la tarde y la noche. “Le decía que tenía mucho miedo”, cuenta su tío. Enrique Andrade, hermano de Abigail, dice que la mujer llevaba ocho años trabajando en el barco. No era su primera tormenta, pero según pasaban las horas el viento arreciaba. Con miedo o no, ella necesitaba el trabajo. Aunque era joven, tenía ya tres hijos y trabajos como el suyo eran muy cotizados en el puerto.

Un cartel de búsqueda de Felipe Castro, capitán del 'Aca Rey', el 17 de noviembre en Acapulco.
Un cartel de búsqueda de Felipe Castro, capitán del 'Aca Rey', el 17 de noviembre en Acapulco.Nadya Murillo

El capitán Díaz condujo el Litos hacia la base naval. Para ello tuvo que salir de la bahía de Puerto Marqués, bordear Punta Serena, a mar abierto, y entrar en la bahía de Santa Lucía. Su plan era refugiarse junto a la base de la Armada, protegida por la misma geografía costera. Pasadas las 11.00 de la noche, los teléfonos celulares aún funcionaban. El huracán aún no entraba a Acapulco. Aunque todavía no lo sabían, los cuatro intercambiaban los últimos mensajes con sus familias.

Mayday

A las 11.00 en punto, Parra trataba de tranquilizar a su esposa. “Cualquier cosa avísame, estaré despierto toda la noche”, le escribió. Sánchez le preguntó si no se iban a turnar para dormir, como era habitual cuando les tocaba trasnochar en el yate. Pero él dijo que no. La tormenta no daba para prescindir de un par de manos. Para entonces, Díaz había conseguido llevar el barco junto a la base naval. Allí habían echado el ancla. “Estamos más refugiados”, le escribió Parra a Sánchez a las 11.09.

Dos minutos más tarde, el ingeniero le mandó a su esposa un vídeo de la tormenta, tomado desde el yate. Sánchez no lo pudo ver hasta el día siguiente, cuando empezó a restablecerse la señal. El vídeo de Parra es uno de los pocos testimonios gráficos del huracán registrados desde el mar. Como está dentro de la cabina de la nave, su voz se escucha perfectamente, pese al viento: “Esto se está poniendo más intenso. Hay varias embarcaciones que ya no se han podido anclar. Nosotros tenemos motores encendidos… Está muy, muy fuerte. Estamos nerviosos, pero seguros”, dice.

La tormenta avanzó rápido. Entrevistas realizadas estos días en Acapulco señalan que el primer gran golpe llegó pasada la medianoche. El viento se intensificó, superando los 270 kilómetros por hora, formando torbellinos que hacían muy difícil el control de los barcos. “A las 12.20, Ulises mandó el último mayday desde Punta Bruja”, dice Monroy, la última llamada de socorro. “Había perdido el control de los motores y trataban de refugiarse de nuevo en Puerto Marqués”, cuenta Monroy.

Vista aérea de Puerto Marqués el 28 de octubre, tras el paso de 'Otis'.
Vista aérea de Puerto Marqués el 28 de octubre, tras el paso de 'Otis'.Mónica González Islas

No está claro el periplo del barco en esas últimas horas. Punta Bruja está entre Santa Lucía y Puerto Marqués, pero para ir de una a la otra hay que salir del refugio de las bahías, enfrentarse a las olas de mar abierto. “De acuerdo a lo que nos comentan sobrevivientes”, cuenta Sánchez, “el mar estaba jalando al Litos hacia adentro, por villas Alejandra”. Según familiares de los marineros, ese fraccionamiento figura todavía en Santa Lucía.

Fuera como fuera, Acapulco amanecería devastada horas más tarde, igual que las bahías, llenas de barcos naufragados. Los primeros testimonios de los marineros supervivientes mostraron el horror del gremio, obligado a permanecer en los yates, golpeados por el peor huracán que había sufrido la ciudad. Algunos, como Marlon Valdez, contaba en entrevista con este diario hace unas semanas que estuvo a merced del mar 40 minutos tras naufragar su yate. No se ahogó de milagro.

El marinero Marlon Alfonso Valdéz Villagomez
El marinero Marlon Valdéz, de 24 años.Mónica González Islas

La búsqueda

En los días posteriores iniciaron los operativos de búsqueda. Buzos de la Secretaría de Marina empezaron a peinar el fondo de la bahía para tratar de ubicar los barcos hundidos. El 29 de octubre, el dueño del Litos fletó dos avionetas para sobrevolar el área de Punta Bruja y tratar de ubicar el barco. Una salió desde Zihuatanejo y la otra desde Puerto Vallarta. Aunque estuvieron un buen rato y los buscadores vieron objetos en el agua que les hizo pensar en cuerpos, no hubo suerte. Eran chalecos, o desechos de los mismos yates.

El 31 de octubre, el dueño, de identidad desconocida —las familias de los cuatro del Litos prefieren no revelar su identidad, dada las ayudas en las búsquedas— contrató un barco para buscar igualmente por la bahía. Fueron a la isla de La Roqueta, precisamente enfrente de los muelles de Caleta. Monroy, que fue en el barco de búsqueda, explica que llegaron allí en realidad por un error. Habían detectado una señal satelital, una llamada de auxilio. Pensaron que podría ser de la balsa de supervivencia del Litos. “Pero nos confundimos con la señal del faro pequeño que se encuentra en la isla”, cuenta.

Aun así, la búsqueda no fue del todo infructuosa. Monroy, que había trabajado en el Litos hacía años como primer oficial, asegura que encontraron partes de la pared de un camarote del yate. “Reconocí la pared, la claraboya y un pedazo de suelo de teka”, cuenta. También encontraron montones de chalecos de las barcas de piso de cristal que funcionaban en la playa de Caleta, sillones, hasta barcos enteros encallados, subidos en las rocas de la isla. Pero nada más del Litos.

Este fin de semana, familias de los marineros desaparecidos se concentraron junto a la base de la Armada en Acapulco. Enrique Andrade, hermano de Abigail, la hostess del Litos, criticaba que la Fiscalía no les daba detalles de los trabajos de la Armada. Las familias quieren que la Marina los incluya en sus búsquedas, que se amplíe el área de rastreo. Uno de sus miedos es que el Litos todavía flote, mar adentro. Que los suyos estén allí, vivos o muertos. Es una posibilidad remota, pero la desesperación es grande y la ausencia de los marineros duele en el alma del puerto.

Familiares de los tripulantes de 'Litos' durante una misa católica para los desaparecidos en el Club de Marina, el 15 de noviembre.
Familiares de los tripulantes de 'Litos' durante una misa católica para los desaparecidos en el Club de Marina, el 15 de noviembre.David Guzmán (EFE)

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).

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